Cómo afrontar las situaciones desesperadas
Introducción
«No creo que haya muchos lugares en el mundo donde Alpha tenga lugar con el sonido de disparos y misiles volando de fondo, pero para nosotros el mensaje es simple: se trata de la esperanza, la luz y un futuro porque se trata de Jesús».
Esto es lo que el canónigo Andrew White, párroco de la iglesia de San Jorge en Bagdad, me escribió en una carta al describir su curso Alpha. Ellos estaban pasando por una situación dura, la iglesia había sido bombardeada más de una vez, muchas personas en su congregación habían sido asesinadas y algunos de los líderes habían sido secuestrados. Para algunos, profesar la fe en Jesús significa la muerte casi segura. Pero aun en las duras pruebas, Andrew White puede decir que Jesús trae esperanza, luz y un futuro.
En los Salmos, David habla de «duras pruebas» (Salmo 60:3). Hay momentos en la vida en los que todo parece ir mal. Quizá incluso puede que ahora estés afrontando una situación dura; puede ser tu salud, o un duelo, o el fin de una relación; problemas del trabajo, dificultades en la familia, apuros financieros o una combinación de todas estas circunstancias. Incluso en los momentos de desesperación, puedes encontrar las tres grandes virtudes: la fe, la esperanza y el amor.
Salmos 60:1-4
Salmo 60
Al director musical. Sígase la tonada de «El lirio del pacto». Mictam didáctico de David, cuando luchó contra los arameos del noroeste de Mesopotamia y de Siria central, y cuando Joab volvió y abatió a doce mil edomitas en el valle de la Sal.
1 Oh Dios, tú nos has rechazado
y has abierto brecha en nuestras filas;
te has enojado con nosotros:
¡restáuranos ahora!
2 Has sacudido la tierra,
la has resquebrajado;
repara sus grietas,
porque se desmorona.
3 Has sometido a tu pueblo a duras pruebas;
nos diste a beber un vino embriagador.
4 Da a tus fieles la señal de retirada,
para que puedan escapar de los arqueros.
Comentario
Esperanza a pesar de la aparente derrota
A veces parece que el pueblo de Dios está siendo derrotado. Si bien hay un gran avivamiento en muchas partes del mundo como en Asia; en Europa Occidental la asistencia a la iglesia está en declive y las iglesias se cierran, y allí la moral cristiana ya no se considera importante.
Hay momentos duros en la historia del pueblo de Dios. Este salmo es un lamento nacional después de ser conquistados por sus enemigos. El pueblo de Dios se sintió rechazado. David exclama: «Has sometido a tu pueblo a duras pruebas» (v.3a).
Utiliza la imagen de un terremoto para describir la desesperación y la incertidumbre que enfrentaron: «Has sacudido la tierra, la has resquebrajado; repara sus grietas, porque se desmorona» (v.2). Esta misma imagen se utiliza hoy para describir la agitación en todas las esferas de la vida. Realidades como la inestabilidad de la economía, las instituciones corporativas, el matrimonio y la comunidad son a menudo caracterizadas como realidades tambaleantes y quebradas.
Sin embargo, hay esperanza. David escribe: «Diste a los que te honran la señal para que escaparan de las flechas» (v.4, DHH). El Señor ha designado un lugar donde su pueblo puede encontrar refugio bajo su protección y confiar en Él, incluso en las situaciones más desesperadas.
Oración
Juan 7:45-8:11
Incredulidad de los dirigentes judíos
45 Los guardias del templo volvieron a los jefes de los sacerdotes y a los fariseos, quienes los interrogaron:
—¿Se puede saber por qué no lo han traído?
46 —¡Nunca nadie ha hablado como ese hombre! —declararon los guardias.
47 —¿Así que también ustedes se han dejado engañar? —replicaron los fariseos—. 48 ¿Acaso ha creído en él alguno de los gobernantes o de los fariseos? 49 ¡No! Pero esta gente, que no sabe nada de la ley, está bajo maldición.
50 Nicodemo, que era uno de ellos y que antes había ido a ver a Jesús, les interpeló:
51 —¿Acaso nuestra ley condena a un hombre sin antes escucharlo y averiguar lo que hace?
52 —¿No eres tú también de Galilea? —protestaron—. Investiga y verás que de Galilea no ha salido ningún profeta.
53 Entonces todos se fueron a casa.
8Pero Jesús se fue al monte de los Olivos. 2 Al amanecer se presentó de nuevo en el templo. Toda la gente se le acercó, y él se sentó a enseñarles. 3 Los maestros de la ley y los fariseos llevaron entonces a una mujer sorprendida en adulterio, y poniéndola en medio del grupo 4 le dijeron a Jesús:
—Maestro, a esta mujer se le ha sorprendido en el acto mismo de adulterio. 5 En la ley Moisés nos ordenó apedrear a tales mujeres. ¿Tú qué dices?
6 Con esta pregunta le estaban tendiendo una trampa, para tener de qué acusarlo. Pero Jesús se inclinó y con el dedo comenzó a escribir en el suelo. 7 Y como ellos lo acosaban a preguntas, Jesús se incorporó y les dijo:
—Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra.
8 E inclinándose de nuevo, siguió escribiendo en el suelo. 9 Al oír esto, se fueron retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos, hasta dejar a Jesús solo con la mujer, que aún seguía allí. 10 Entonces él se incorporó y le preguntó:
—Mujer, ¿dónde están? ¿Ya nadie te condena?
11 —Nadie, Señor.
—Tampoco yo te condeno. Ahora vete, y no vuelvas a pecar.
Comentario
Amor en lugar de condenación
¿Es aceptable el sexo fuera del matrimonio?, ¿o es pecado? Si es así, ¿cuál debe ser nuestra actitud hacia aquellos que caen en la inmoralidad sexual?
El debate sobre la ética sexual continúa llenando hoy en día nuestros periódicos y otros medios. Las palabras de Jesús son tan relevantes hoy como lo fueron hace 2000 años.
Las palabras de Jesús fueron las palabras más grandiosas jamás pronunciadas, la clase de palabras que esperarías que Dios pronunciara. Los guardias del templo declararon: «¡Nunca nadie ha hablado como ese hombre» (7:46). (Es tan triste que algunos líderes religiosos no lo reconocieron y consideraron a aquellos que creían en él como una «multitud tonta», v.49, NTV).
Esta mujer, sorprendida en un acto de adulterio flagrante, debió sentirse absolutamente desesperada. La desesperación puede venir de la derrota y también puede venir del fracaso moral. Ella tenía que estar experimentando ambas realidades, sintiéndose llena de culpa, vergüenza y temerosa a la muerte.
Los condenadores trataron de «tenderle una trampa» a Jesús con una pregunta (8:6), pero él da una de las respuestas más brillantes, memorables y frecuentemente citadas en la historia del mundo: «Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra» (v.7).
Jesús no toleró su adulterio, pero tampoco lo consideró como un pecado imperdonable. Él demostró lo fácil que es condenar a otros mientras somos culpables de los mismos pecados en nuestros propios corazones (vv.7-9). Esto se puede aplicar a muchas áreas de nuestras vidas. Antes de criticar a otros, vale la pena preguntarnos si estamos «libres de pecado» en esa área que estamos a punto de criticar en el otro.
Cuando juzgamos, acusamos y condenamos a otros, proyectamos sobre ellos lo que nos negamos a ver en nosotros mismos.
Como se suele decir, «el que vive en una casa de cristal, no debe lanzar piedras». En el contexto del debate sobre la ética sexual, si miramos nuestros propios corazones, a menudo veremos muchos vidrios quebrados a su alrededor.
En el relato de la mujer sorprendida en adulterio, cada uno de los acusadores es condenado por las palabras de Jesús y se retiran «hasta dejar a Jesús solo» (vv.7-9). Entonces Jesús le pregunta: «¿Ya nadie te condena?» (v.10) y cuando ella responde: «Nadie, Señor», Jesús dice: «Tampoco yo te condeno. Ahora vete, y no vuelvas a pecar» (v.11).
La culpa es un sentimiento horrible, estar condenado es un estado terrible. Qué asombroso tuvo que ser oír las palabras de Jesús «tampoco yo te condeno» (v.11), proviniendo de quien estaba libre de pecado y era la única persona allí con autoridad para «tirar piedras», pero no lo hizo.
Hay un equilibrio extraordinario y una combinación casi única en las palabras de Jesús; están llenas de sabiduría y gracia, misericordia y compasión. Jesús no podía ser más claro al señalar que el adulterio es pecado. Sin embargo, no condena a la mujer de ninguna manera. Este es el mensaje del Nuevo Testamento, no hay condenación para los que están en Cristo Jesús (Romanos 8:1). Como resultado de la muerte de Jesús en la cruz por nosotros, tú y yo somos totalmente perdonados, no importa lo bajo que hayamos caído.
Sin embargo, esta no es una razón para seguir pecando. Jesús no perdona su pecado. Él la exhorta: «no vuelvas a pecar» (v.11). Jesús no nos condena pero te pide, como lo hizo con la mujer, que «no vuelvas a pecar».
Las palabras de Jesús, como siempre, están motivadas por su amor y su compasión. Estamos llamados a seguir su ejemplo.
Es fácil caer en uno de los dos extremos opuestos, ya sea que condenemos a las personas o seamos indulgentes con el pecado. El amor no condena ni es condescendiente con el pecado, porque el pecado conduce a que las personas se lastimen. Si amamos como Jesús, ni condonaremos el pecado ni condenaremos a la gente, sino que desafiaremos amorosamente (incluyéndonos a nosotros mismos) para dejar atrás el pecado.
La palabra griega para «perdonar» también significa «liberar». Jesús vino a liberarnos por el poder de su Espíritu Santo. Somos liberados para amar como Dios nos ama. El perdón está en el núcleo de toda relación, es la esencia del amor.
Oración
Jueces 16:1-17:13
Sansón y Dalila
16Un día Sansón fue a Gaza, donde vio a una prostituta. Entonces entró para pasar la noche con ella. 2 Al pueblo de Gaza se le anunció: «¡Sansón ha venido aquí!» Así que rodearon el lugar y toda la noche estuvieron al acecho junto a la puerta de la ciudad. Se quedaron quietos durante toda la noche diciéndose: «Lo mataremos al amanecer.»
3 Pero Sansón estuvo acostado allí hasta la medianoche; luego se levantó y arrancó las puertas de la entrada de la ciudad, junto con sus dos postes, con cerrojo y todo. Se las echó al hombro y las llevó hasta la cima del monte que está frente a Hebrón.
4 Pasado algún tiempo, Sansón se enamoró de una mujer del valle de Sorec, que se llamaba Dalila. 5 Los jefes de los filisteos fueron a verla y le dijeron: «Sedúcelo, para que te revele el secreto de su tremenda fuerza y cómo podemos vencerlo, de modo que lo atemos y lo tengamos sometido. Cada uno de nosotros te dará mil cien monedas de plata.»
6 Dalila le dijo a Sansón:
—Dime el secreto de tu tremenda fuerza, y cómo se te puede atar y dominar.
7 Sansón le respondió:
—Si se me ata con siete cuerdas de arco que todavía no estén secas, me debilitaré y seré como cualquier otro hombre.
8 Los jefes de los filisteos le trajeron a ella siete cuerdas de arco que aún no se habían secado, y Dalila lo ató con ellas. 9 Estando unos hombres al acecho en el cuarto, ella le gritó:
—¡Sansón, los filisteos se lanzan sobre ti!
Pero él rompió las cuerdas como quien rompe un pedazo de cuerda chamuscada. De modo que no se descubrió el secreto de su fuerza.
10 Dalila le dijo a Sansón:
—¡Te burlaste de mí! ¡Me dijiste mentiras! Vamos, dime cómo se te puede atar.
11 —Si se me ata firmemente con sogas nuevas, sin usar —le dijo él—, me debilitaré y seré como cualquier otro hombre.
12 Mientras algunos filisteos estaban al acecho en el cuarto, Dalila tomó sogas nuevas y lo ató, y luego le gritó:
—¡Sansón, los filisteos se lanzan sobre ti!
Pero él rompió las sogas que ataban sus brazos, como quien rompe un hilo.
13 Entonces Dalila le dijo a Sansón:
—¡Hasta ahora te has burlado de mí, y me has dicho mentiras! Dime cómo se te puede atar.
—Si entretejes las siete trenzas de mi cabello con la tela del telar, y aseguras ésta con la clavija —respondió él—, me debilitaré y seré como cualquier otro hombre.
Entonces, mientras él dormía, Dalila tomó las siete trenzas de Sansón, las entretejió con la tela 14 y las aseguró con la clavija.
Una vez más ella le gritó: «¡Sansón, los filisteos se lanzan sobre ti!» Sansón despertó de su sueño y arrancó la clavija y el telar, junto con la tela.
15 Entonces ella le dijo: «¿Cómo puedes decir que me amas, si no confías en mí? Ya van tres veces que te burlas de mí, y aún no me has dicho el secreto de tu tremenda fuerza.»
16 Como todos los días lo presionaba con sus palabras, y lo acosaba hasta hacerlo sentirse harto de la vida, 17 al fin se lo dijo todo. «Nunca ha pasado navaja sobre mi cabeza —le explicó—, porque soy nazareo, consagrado a Dios desde antes de nacer. Si se me afeitara la cabeza, perdería mi fuerza, y llegaría a ser tan débil como cualquier otro hombre.»
18 Cuando Dalila se dio cuenta de que esta vez le había confiado todo, mandó llamar a los jefes de los filisteos, y les dijo: «Vuelvan una vez más, que él me lo ha confiado todo.» Entonces los gobernantes de los filisteos regresaron a ella con la plata que le habían ofrecido. 19 Después de hacerlo dormir sobre sus rodillas, ella llamó a un hombre para que le cortara las siete trenzas de su cabello. Así comenzó a dominarlo. Y su fuerza lo abandonó.
20 Luego ella gritó: «¡Sansón, los filisteos se lanzan sobre ti!»
Sansón despertó de su sueño y pensó: «Me escaparé como las otras veces, y me los quitaré de encima.» Pero no sabía que el Señor lo había abandonado.
21 Entonces los filisteos lo capturaron, le arrancaron los ojos y lo llevaron a Gaza. Lo sujetaron con cadenas de bronce, y lo pusieron a moler en la cárcel. 22 Pero en cuanto le cortaron el cabello, le comenzó a crecer de nuevo.
Muerte de Sansón
23 Los jefes de los filisteos se reunieron para festejar y ofrecerle un gran sacrificio a Dagón, su dios, diciendo:
«Nuestro dios ha entregado en nuestras manos
a Sansón, nuestro enemigo.»
24 Cuando el pueblo lo vio, todos alabaron a su dios diciendo:
«Nuestro dios ha entregado en nuestras manos
a nuestro enemigo,
al que asolaba nuestra tierra
y multiplicaba nuestras víctimas.»
25 Cuando ya estaban muy alegres, gritaron: «¡Saquen a Sansón para que nos divierta!» Así que sacaron a Sansón de la cárcel, y él les sirvió de diversión.
Cuando lo pusieron de pie entre las columnas, 26 Sansón le dijo al muchacho que lo llevaba de la mano: «Ponme donde pueda tocar las columnas que sostienen el templo, para que me pueda apoyar en ellas.» 27 En ese momento el templo estaba lleno de hombres y mujeres; todos los jefes de los filisteos estaban allí, y en la parte alta había unos tres mil hombres y mujeres que se divertían a costa de Sansón. 28 Entonces Sansón oró al Señor: «Oh soberano Señor, acuérdate de mí. Oh Dios, te ruego que me fortalezcas sólo una vez más, y déjame de una vez por todas vengarme de los filisteos por haberme sacado los ojos.» 29 Luego Sansón palpó las dos columnas centrales que sostenían el templo y se apoyó contra ellas, la mano derecha sobre una y la izquierda sobre la otra. 30 Y gritó: «¡Muera yo junto con los filisteos!» Luego empujó con toda su fuerza, y el templo se vino abajo sobre los jefes y sobre toda la gente que estaba allí. Fueron muchos más los que Sansón mató al morir, que los que había matado mientras vivía.
31 Sus hermanos y toda la familia de su padre descendieron para recogerlo. Lo llevaron de regreso y lo sepultaron entre Zora y Estaol, en la tumba de su padre Manoa. Sansón había gobernado a Israel durante veinte años.
Los ídolos de Micaías
17En la región montañosa de Efraín había un hombre llamado Micaías, 2 quien le dijo a su madre:
—Con respecto a las mil cien monedas de plata que te robaron y sobre las cuales te oí pronunciar una maldición, yo tengo esa plata; yo te la robé.
Su madre le dijo:
—¡Que el Señor te bendiga, hijo mío!
3 Cuando Micaías le devolvió a su madre las mil cien monedas de plata, ella dijo:
—Solemnemente consagro mi plata al Señor para que mi hijo haga una imagen tallada y un ídolo de fundición. Ahora pues, te la devuelvo.
4 Cuando él le devolvió la plata a su madre, ella tomó doscientas monedas de plata y se las dio a un platero, quien hizo con ellas una imagen tallada y un ídolo de fundición, que fueron puestos en la casa de Micaías.
5 Este Micaías tenía un santuario. Hizo un efod y algunos ídolos domésticos, y consagró a uno de sus hijos como sacerdote. 6 En aquella época no había rey en Israel; cada uno hacía lo que le parecía mejor.
7 Un joven levita de Belén de Judá, que era forastero y de la tribu de Judá, 8 salió de aquella ciudad en busca de algún otro lugar donde vivir. En el curso de su viaje llegó a la casa de Micaías en la región montañosa de Efraín.
9 —¿De dónde vienes? —le preguntó Micaías.
—Soy levita, de Belén de Judá —contestó él—, y estoy buscando un lugar donde vivir.
10 —Vive conmigo —le propuso Micaías—, y sé mi padre y sacerdote; yo te daré diez monedas de plata al año, además de ropa y comida.
11 El joven levita aceptó quedarse a vivir con él, y fue para Micaías como uno de sus hijos. 12 Luego Micaías invistió al levita, y así el joven se convirtió en su sacerdote y vivió en su casa. 13 Y Micaías dijo: «Ahora sé que el Señor me hará prosperar, porque tengo a un levita como sacerdote.»
Comentario
Fe en medio del caos
Aquellos fueron momentos desesperados. Hay un estribillo que recorre el libro de Jueces: «En aquella época no había rey en Israel; cada uno hacía lo que le parecía mejor» (17:6). Aquel fue un tiempo de caos.
En aquellos tiempos desesperados Dios suscitó jueces como Sansón, quien gobernó Israel durante veinte años (16:31). Fue uno de los héroes de la fe (Hebreos 11:32).
Dios lo usó poderosamente al ser ungido por el Espíritu Santo. Sin embargo, también tenía una debilidad que lo condujo a la inmoralidad (dormir con una prostituta, Jueces 16:1-3) y el engaño (vv.4-10). Con el tiempo sobrepasó el límite de paciencia de Dios a causa de su desobediencia y «el Señor lo había abandonado» (v.20).
Sansón recibió una fuerza extraordinaria de Dios que estaba directamente relacionada con su obediencia. Dios le había dicho que no se cortara el cabello y que mientras le obedeciera tendría una fuerza sobrenatural.
Por muy grande que sea una persona de Dios, es vital recordar que la fuerza proviene únicamente de Él. Jesús señaló: «Separados de mí no pueden ustedes hacer nada» (Juan 15:5). Nunca confíes en victorias del pasado sino en Dios quien te las dio.
Después de la tentación persistente, Sansón cedió y le confió a Dalila el secreto de su fortaleza, por más que le fuera obvio que ella se aprovecharía. Dalila cortó su pelo y su fuerza desapareció.
No solo la sociedad era caótica, sino que también Sansón llegó a un punto de desesperación total en su propia vida. Estaba cautivo, ciego y sus captores estaban a punto de exhibirlo como diversión (Jueces 16:21-25).
En medio de su desesperación, Sansón oró al Señor: «Oh soberano Señor, acuérdate de mí. Oh Dios, te ruego que me fortalezcas solo una vez más» (v.28). Y Dios oyó su oración de fe. Incluso después de todos sus fracasos, Dios aún respondía al clamor de Sansón. No importa cuál sea la situación ni lo que hayas hecho, nunca es demasiado tarde para volver a Dios.
Oración
Añadidos de Pippa
Pippa añade
Jueces 16:1–17:13
Sansón fue un líder extraordinario. Era como Hulk, el hombre el increíble pero con un mal gusto por las mujeres.
Se enamoró de Dalila, que era una mujer sin corazón. Estaba dispuesta a traicionar al hombre que la amaba. ¿Por qué le contó su secreto después de que ella ya lo había traicionado tres veces? Seguramente tenía que saber que no podía confiar en ella. Era tan fuerte físicamente, pero tan débil cuando se trataba de mujeres. No ha sido el único gran líder que ha caído por causa de una mujer.
Versículo del día
Juan 8:7
'Y como ellos lo acosaban a preguntas, Jesús se incorporó y les dijo: —Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra.'
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Referencias
Notas:
Unless otherwise stated, Scripture quotations taken from the Holy Bible, New International Version Anglicised, Copyright © 1979, 1984, 2011 Biblica, formerly International Bible Society. Used by permission of Hodder & Stoughton Publishers, an Hachette UK company. All rights reserved. ‘NIV’ is a registered trademark of Biblica. UK trademark number 1448790.
Scripture quotations marked (NKJV) taken from the New King James Version®. Copyright © 1982 by Thomas Nelson. Used by permission. All rights reserved.