Día 197

La asombrosa respuesta de Dios

Sabiduría Salmos 85:8-13
Nuevo Testamento Romanos 3:9-31
Antiguo Testamento Amós 3:1-4:13

Introducción

«A veces caemos en la trampa de pensar que somos las peores personas en la faz de la tierra y que nadie comete tantos errores como nosotros. Pero Romanos 3:23 nos dice que todos hemos pecado y estamos privados de la gloria (excelencia) de Dios. Todo hombre, mujer o niño que haya nacido, o incluso que vaya a nacer, tiene un problema con el pecado. Pero —escribe Joyce Meyer—, la buena noticia es que Dios nos ha dado una respuesta a nuestro dilema».

Cuando san Agustín encontró la respuesta en el año 386, «una fortísima luz inundó \[su\] corazón». Lutero encontró la respuesta y unos años más tarde comenzó la Reforma de 1517. Cuando Wesley entendió la respuesta en 1738, su corazón estaba «extrañamente ardiente» y las semillas de un avivamiento dieron inicio.

En cada uno de estos caso, sus vidas fueron radicalmente cambiadas al entender «la justicia de Dios». En el momento en que alguien llega a entender esta expresión, su vida cambia. ¡La mía cambió sin duda!

Sabiduría

Salmos 85:8-13

8 Voy a escuchar lo que Dios el Señor dice:
 él promete paz a su pueblo y a sus fieles,
 siempre y cuando no se vuelvan a la necedad.
9 Muy cercano está para salvar a los que le temen,
 para establecer su gloria en nuestra tierra.

10 El amor y la verdad se encontrarán;
 se besarán la paz y la justicia.
11 De la tierra brotará la verdad,
 y desde el cielo se asomará la justicia.
12 El Señor mismo nos dará bienestar,
 y nuestra tierra rendirá su fruto.
13 La justicia será su heraldo
 y le preparará el camino.

Comentario

1. La respuesta de Dios nos da Su paz

«Crecí en un ambiente de conflictos» —escribe Joyce Meyer— «y eso fue todo lo que conocí. Tuve que aprender por completo una nueva forma de vivir. Ahora soy adicta a la paz. Tan pronto como mi paz desaparece, me pregunto cómo la perdí y comienzo a buscar la manera de recuperarla».

Dios ha prometido «paz» (v.8) a Su pueblo. Esto no necesariamente significa una paz externa. Las presiones, las dificultades, las pruebas, las batallas y las ocupaciones no pueden desaparecer. Pero en todo esto, Dios ha prometido darte Su paz. Esta paz viene de escuchar lo que «Dios el Señor dice» (v.8).

La paz está estrechamente relacionada con la justicia. El salmista dice: «Se besarán la paz y la justicia» (v.10b). De la misma manera que el amor y la verdad van juntos (v.10a), así también lo hacen la justicia y la paz. La paz viene de vivir en una relación correcta con Dios (Romanos 5:1).

Oración

Dios, te agradezco el haber hecho posible que camine en una relación correcta contigo y que disfrute de la paz que trae.
Nuevo Testamento

Romanos 3:9-31

No hay un solo justo

9 ¿A qué conclusión llegamos? ¿Acaso los judíos somos mejores? ¡De ninguna manera! Ya hemos demostrado que tanto los judíos como los gentiles están bajo el pecado. 10 Así está escrito:

«No hay un solo justo, ni siquiera uno;
 11 no hay nadie que entienda,
 nadie que busque a Dios.
12 Todos se han descarriado,
 a una se han corrompido.
No hay nadie que haga lo bueno;
 ¡no hay uno solo!»
13 «Su garganta es un sepulcro abierto;
 con su lengua profieren engaños.»
 «¡Veneno de víbora hay en sus labios!»
14 «Llena está su boca de maldiciones y de amargura.»
15 «Veloces son sus pies para ir a derramar sangre;
16 dejan ruina y miseria en sus caminos,
17 y no conocen la senda de la paz.»
18 «No hay temor de Dios delante de sus ojos.»

19 Ahora bien, sabemos que todo lo que dice la ley, lo dice a quienes están sujetos a ella, para que todo el mundo se calle la boca y quede convicto delante de Dios. 20 Por tanto, nadie será justificado en presencia de Dios por hacer las obras que exige la ley; más bien, mediante la ley cobramos conciencia del pecado.

La justicia mediante la fe

21 Pero ahora, sin la mediación de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, de la que dan testimonio la ley y los profetas. 22 Esta justicia de Dios llega, mediante la fe en Jesucristo, a todos los que creen. De hecho, no hay distinción, 23 pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, 24 pero por su gracia son justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó. 25 Dios lo ofreció como un sacrificio de expiación que se recibe por la fe en su sangre, para así demostrar su justicia. Anteriormente, en su paciencia, Dios había pasado por alto los pecados; 26 pero en el tiempo presente ha ofrecido a Jesucristo para manifestar su justicia. De este modo Dios es justo y, a la vez, el que justifica a los que tienen fe en Jesús.

27 ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál principio? ¿Por el de la observancia de la ley? No, sino por el de la fe. 28 Porque sostenemos que todos somos justificados por la fe, y no por las obras que la ley exige. 29 ¿Es acaso Dios sólo Dios de los judíos? ¿No lo es también de los gentiles? Sí, también es Dios de los gentiles, 30 pues no hay más que un solo Dios. Él justificará por la fe a los que están circuncidados y, mediante esa misma fe, a los que no lo están. 31 ¿Quiere decir que anulamos la ley con la fe? ¡De ninguna manera! Más bien, confirmamos la ley.

Comentario

2. La respuesta de Dios es un regalo que recibimos

Deseamos la paz, deseamos estar en una relación correcta con Dios y con otras personas; pero, ¿cómo recibimos esta «justicia de parte de Dios»?

Pablo continúa argumentando que nadie es justo por sí mismo. En palabras de The Message «No hay nadie que viva bien, ni siquiera uno» (v.10b, MSG). «Todos se han ido por mal camino; todos por igual se han pervertido» (v.12, DHH). La justicia es el camino hacia la paz, pero la realidad es que «no conocen la senda de la paz» (v.17).

Pablo concluye su argumentación: «Y es bastante claro, ¿cierto?, que somos pecadores, cada uno de nosotros estamos en el mismo bote que se hunde con todos los demás?» (v.20, MSG). Las dos pequeñas palabras que siguen son de gran importancia: «Pero ahora...» (v.21).

Habiendo planteado el problema, Pablo pasa ahora a describir la asombrosa respuesta de Dios: «la justicia de Dios» (v.21). Esta justicia de parte de Dios no puede lograrse a través de la ley porque nadie —aparte de Jesús— ha guardado toda la ley. El Antiguo Testamento (la Ley y los Profetas) testifica acerca de esto y apunta hacia la respuesta de Dios (v.21).

«Esta justicia de Dios llega, mediante la fe en Jesucristo, a todos los que creen» (v.22). Esta justicia de Dios no se puede ganar. Es un don o regalo puro que recibimos «mediante la fe en Jesucristo». Es un don para «todos los que creen» (v.22).

Pablo entonces usa tres imágenes para describir lo que ha conseguido la muerte de Jesús en la cruz. Cada una es como la cara de un diamante y cada imagen está entrelazada con las otras:

  • Se ha pagado la pena del pecado

Justificación es una expresión usada en el tribunal de justicia. Somos «justificados gratuitamente por su gracia» (v.24, RVA-2015). Dios es un juez justo, no podía ignorar nuestra culpa.

Él vino en la persona de Su hijo Jesucristo para morir por ti y por mí: «Para así demostrar su justicia. Anteriormente, en su paciencia, Dios había pasado por alto los pecados; pero en el tiempo presente ha ofrecido a Jesucristo para manifestar su justicia. De este modo Dios es justo y, a la vez, el que justifica a los que tienen fe en Jesús» (vv.25-26). Él mismo pagó la pena.

Eres justificado «gratuitamente por su gracia» (v.24). Gracia significa amor inmerecido. ¡Es gratis! No hay ningún mérito de nuestra parte, no puedes ganártelo, es un regalo. Por lo tanto, no hay lugar para jactarse (vv.27-31).

Jesús pagó la pena por cada una de nuestras acciones, palabras y pensamientos erróneos a través de su muerte en la cruz. En el momento en que ponemos nuestra fe en Jesús, somos justificados. No tienes nada que temer, la pena ha sido pagada, recibes el don o regalo de la justicia de Dios.

  • Se ha roto el poder del pecado

La segunda imagen que Pablo usa proviene del mercado: «Mediante la redención que Cristo Jesús efectuó» (v.24).

La deuda también era un problema en el mundo antiguo. Si alguien tenía deudas serias, era obligado a venderse a sí mismo como esclavo con el fin de pagarlas.

Supongamos que una persona se ofrecía en el mercado como esclavo; alguien podría tener piedad de ella y pagar la cantidad que debía, y luego dejarla ir libremente. Al hacerlo, estaría tanto «redimiendo» como pagando un «precio de rescate».

De la misma manera para nosotros, «la redención \[vino por\] Cristo Jesús» (v.24). Tus pecados son como una deuda en tu contra. Jesús —por su muerte en la cruz— pagó el precio del rescate (Marcos 10:45). De esta manera, eres libre para tener una relación con Dios; tu relación se restaura y recibes la justicia de Dios.

  • Se ha eliminado la contaminación del pecado

La tercera imagen de Pablo en este pasaje viene del templo. «Dios lo ofreció como un sacrificio de expiación que se recibe por la fe en su sangre» (Romanos 3:25).

En el Antiguo Testamento, se establecieron leyes muy detalladas sobre cómo debía tratarse el pecado. Había un sistema de sacrificio completo que demostraba la seriedad del pecado y la necesidad de purificarse de él, ya que el pecado se traspasaba del pecador al animal, el cual era sacrificado.

Pero «es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados» (Hebreos 10:4). El viejo sistema sacrificial era solo una «sombra» (Hebreos 10:1) de lo que vendría. La expiación real vendría con el sacrificio de Jesús. Solo la sangre de Cristo, el sacrificio de expiación «ofrecido una vez y para siempre» (Hebreos 10:10), puede lavar tu pecado y eliminar su contaminación. Por eso Jesús fue el sacrificio perfecto, pues solamente él vivió una vida perfecta. A través de su sangre recibes la asombrosa respuesta de Dios: la justicia de Dios.

Oración

Señor, ¿cómo puedo darte las gracias por el don de «la justicia de Dios» por la fe en Jesús? Gracias porque por Tu justicia y a través de la sangre de Jesús, puedo recibir paz, perdón, libertad y purificación.
Antiguo Testamento

Amós 3:1-4:13

Vocación del profeta Amós

3Oigan, israelitas, esta palabra que el Señor pronuncia contra ustedes, contra toda la familia que saqué de Egipto:

2 «Sólo a ustedes los he escogido
 entre todas las familias de la tierra.
Por tanto, les haré pagar
 todas sus perversidades.»

3 ¿Pueden dos caminar juntos
 sin antes ponerse de acuerdo?
4 ¿Ruge el león en la espesura
 sin tener presa alguna?
¿Gruñe el leoncillo en su guarida
 sin haber atrapado nada?
5 ¿Cae el pájaro en la trampa
 sin que haya carnada?
¿Salta del suelo la trampa
 sin haber atrapado nada?
6 ¿Se toca la trompeta en la ciudad
 sin que el pueblo se alarme?
¿Ocurrirá en la ciudad alguna desgracia
 que el Señor no haya provocado?

7 En verdad, nada hace el Señor omnipotente
 sin antes revelar sus designios
 a sus siervos los profetas.

8 Ruge el león;
 ¿quién no temblará de miedo?
Habla el Señor omnipotente;
 ¿quién no profetizará?

El castigo a Israel

9 Proclamen en las fortalezas de Asdod
 y en los baluartes de Egipto:
«Reúnanse sobre los montes de Samaria
 y vean cuánto pánico hay en ella,
 ¡cuánta opresión hay en su medio!»

10 «Los que acumulan en sus fortalezas
 el fruto de la violencia y el saqueo
no saben actuar con rectitud»,
 afirma el Señor.

11 Por lo tanto, así dice el Señor omnipotente:

 «Un enemigo invadirá tu tierra;
 echará abajo tu poderío
 y saqueará tus fortalezas.»

12 Así dice el Señor:

«Como el pastor arrebata de las fauces del león
 si acaso dos patas o un pedazo de oreja,
así serán rescatados los israelitas,
 los que en Samaria se reclinan
 en el borde de la cama y en divanes de Damasco.

13 »Oigan esto y testifiquen contra el pueblo de Jacob —afirma el Señor omnipotente, el Dios Todopoderoso—:

14 »El día en que haga pagar a Israel sus delitos,
 destruiré los altares de Betel;
los cuernos del altar serán arrancados,
 y caerán por tierra.
15 Derribaré tanto la casa de invierno
 como la de verano;
serán destruidas las casas adornadas de marfil
 y serán demolidas muchas mansiones»,
 afirma el Señor.

4Oigan esta palabra ustedes, vacas de Basán,
 que viven en el monte de Samaria,
que oprimen a los desvalidos
 y maltratan a los necesitados,
que dicen a sus esposos:
 «¡Tráigannos de beber!»
2 El Señor omnipotente ha jurado por su santidad:
 «Vendrán días en que hasta la última de ustedes
 será arreada con garfios y arpones.
3 Una tras otra saldrán por las brechas del muro,
 y hacia Hermón serán expulsadas
 —afirma el Señor —.
4 »Vayan a Betel y pequen;
 vayan a Guilgal y sigan pecando.
Ofrezcan sus sacrificios por la mañana,
 y al tercer día sus diezmos.
5 Quemen pan leudado como ofrenda de gratitud
 y proclamen ofrendas voluntarias.
 Háganlo saber a todos, israelitas;
¡eso es lo que a ustedes les encanta!
 —afirma el Señor omnipotente—.

Dureza de Israel

6 »Yo les hice pasar hambre en todas sus ciudades,
 y los privé de pan en todos sus poblados.
Con todo, ustedes no se volvieron a mí
 —afirma el Señor —.

7 »Yo les retuve la lluvia
 cuando aún faltaban tres meses para la cosecha.
 En una ciudad hacía llover,
pero en otra no;
 una parcela recibía lluvia,
 mientras que otra no, y se secó.
8 Vagando de ciudad en ciudad, iba la gente en busca de agua,
 pero no calmaba su sed.
Con todo, ustedes no se volvieron a mí
 —afirma el Señor —.

9 »Castigué sus campos con plagas y sequía;
 la langosta devoró sus huertos y viñedos,
 sus higueras y olivares.
Con todo, ustedes no se volvieron a mí
 —afirma el Señor —.

10 »Les mandé plagas
 como las de Egipto.
Pasé por la espada a sus mejores jóvenes,
 junto con los caballos capturados.
Hice que llegara hasta sus propias narices
 el hedor de los cadáveres.
Con todo, ustedes no se volvieron a mí
 —afirma el Señor —.

11 »Yo les envié destrucción
 como la de Sodoma y Gomorra;
 ¡quedaron como tizones arrebatados del fuego!
Con todo, ustedes no se volvieron a mí
 —afirma el Señor —.

12 »Por eso, Israel, voy a actuar contra ti;
 y como voy a hacerlo,
 ¡prepárate, Israel, para encontrarte con tu Dios!»

13 He aquí el que forma las montañas,
 el que crea el viento,
el que revela al hombre sus designios,
 el que convierte la aurora en tinieblas,
el que marcha sobre las alturas de la tierra:
 su nombre es el Señor Dios Todopoderoso.

Comentario

3. La respuesta de Dios nos desafía a vivir bien

Pablo nos dice que la asombrosa respuesta de Dios: «la justicia de Dios» es algo sobre lo cual «dan testimonio la ley y los profetas» (Romanos 3:21). Amós es uno de esos profetas.

Cuando Amós pasó a pronunciar la palabra del Señor contra Israel, vemos el deseo de justicia de Dios en el cual todos los pecados del pueblo son castigados. El Señor afirmó: «Solo a ustedes los he escogido entre todas las familias de la tierra. Por tanto, les haré pagar

todas sus perversidades» (Amós 3:2).

El pueblo está condenado en lo que sería casi un tribunal de derecho: «Oigan esto y testifiquen contra el pueblo de Jacob —afirma el Señor omnipotente, el Dios Todopoderoso —» (v.13).

Es como si Dios llamara testigos para prestar declaración contra Su propio pueblo: «Ustedes, mujeres, que oprimen al pobre y aplastan al necesitado y que les gritan siempre a sus esposos: “¡Tráigannos otra bebida!”». (4:1, NTV). Ellas son condenadas por su superficialidad, su indulgencia egocéntrica y su trato hacia los pobres y los necesitados.

Una y otra vez, Dios le habla a Su pueblo en un intento de traerlo de vuelta: «En verdad, nada hace el Señor omnipotente sin antes revelar sus designios a sus siervos los profetas» (3:7). «No obstante» —declara— «no se volvieron a mí» (4:6,8-11).

Al entender este antecedente del Antiguo Testamento, nos resulta más asombroso aquello que el apóstol Pablo escribe: «Esta justicia de Dios llega, mediante la fe en Jesucristo, a todos los que creen» (Romanos 3:22). Sorprendentemente, Jesús ha pagado la pena por ti; eres justo ante los ojos de Dios, hoy puedes acercarte a Él con confianza. Habla con Dios como a un Padre amoroso y recibe Su profunda paz en tu corazón.

Oración

Señor, te agradecemos porque Tu deseo es que siempre volvamos a Ti y andemos en una relación correcta contigo. Gracias por haber hecho esto posible a través de Jesús.

Añadidos de Pippa

Amós 4:9

«Castigué sus campos con plagas y sequía; la langosta devoró sus huertos y viñedos, sus higueras y olivares. Con todo, ustedes no se volvieron a mí —afirma el Señor—».

En el jardín de nuestra vicaría las rosas tienen moho, las ardillas han desenterrado los bulbos y la maleza se está apoderando de todo el jardín. ¡Necesito arrepentirme más o trabajar más duro en el jardín!

Versículo del día

Salmo 85:8

'Voy a escuchar lo que Dios el Señor dice: él promete paz a su pueblo y a sus fieles, siempre y cuando no se vuelvan a la necedad. '

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Referencias

Nueva Versión Inernacional (NVI)

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