¿Un final sin esperanza, o una esperanza sin final?
Introducción
Matthew, un joven de 21 años, llevaba tres años viviendo en la calle. Mark Russell —quien fue designado jefe de la organización Church Army (el ejército de la iglesia) cuando aún era veinteañero— se lo encontró en los alrededores de Charing Cross en Londres, le trajo algo de comida y le llevó a Cristo.
Cuando Mark se levantó para disponerse a marchar, le dijo: «Matthew, durante todo el mes que viene voy estar en diferentes foros hablando para miles de personas. ¿Qué consejo quieres que le dé a la iglesia Anglicana actual?
Matthew respondió: «El trabajo de la iglesia consiste en que dejen de discutir y traigan esperanza a la gente».
Mark Russell comentó lo siguiente: «No he oído jamás una definición mejor de aquello a lo que nos tenemos que dedicar. ¿Acaso no tenemos un evangelio que trae esperanza? Un evangelio de vida, un evangelio de transformación y, por encima de todo, la esperanza en la vida eterna, la esperanza de Jesús». Mucha gente solo ve un final sin esperanza, pero con Jesús, puedes disfrutar de una esperanza sin final.
La esperanza es una de las tres virtudes teologales (las otras son el amor y la fe). Como escribe
Raniero Cantalamessa: «Son como tres hermanas. Dos de ellas ya han crecido y la tercera es una niña pequeña. Avanzan juntas asidas de la mano con la niña esperanza en el medio. Al verlas, parecería que son las mayores las que llevan a la niña, pero es al revés: la pequeña es la que lleva a las grandes. La esperanza es la que lleva al amor y a la fe, sin ella, todo se detendría».
Salmos 89:46-52
46 ¿Hasta cuándo, Señor, te seguirás escondiendo?
¿Va a arder tu ira para siempre, como el fuego?
47 ¡Recuerda cuán efímera es mi vida!
Al fin y al cabo, ¿para qué creaste a los mortales?
48 ¿Quién hay que viva y no muera jamás,
o que pueda escapar del poder del sepulcro?
49 ¿Dónde está, Señor, tu amor de antaño,
que en tu fidelidad juraste a David?
50 Recuerda, Señor, que se burlan de tus siervos;
que llevo en mi pecho los insultos de muchos pueblos.
51 Tus enemigos, Señor, nos ultrajan;
a cada paso ofenden a tu ungido.
52 ¡Bendito sea el Señor por siempre!
Amén y amén.
Comentario
1. Conoce la esperanza de vida eterna por medio de Jesús
Fyodor Dostoevsky escribió: «Vivir sin esperanza es dejar de vivir» y Emil Brunner escribió que «la esperanza es al significado de la vida lo que el oxígeno a los pulmones».
Este salmo acaba con una nota de esperanza: «¡Bendito sea el Señor por siempre! Amén y amén» (v.52). El salmista se aferra a la esperanza a pesar del hecho de sus luchas acerca de su propia situación.
- Esperanza en el sufrimiento y la desesperación
«¿Hasta cuándo, Señor?» (v.46a) es una pregunta retórica, un grito de desesperación que se pregunta si este sufrimiento durará para siempre.
- Esperanza a pesar de la brevedad de la vida y la inevitabilidad de la muerte
La vida es muy corta: «¡Recuerda cuán efímera es mi vida!\[» (v.47a). Si la vida es el final, no hay ningún propósito o significado último: «Al fin y al cabo, ¿para qué creaste a los mortales?» (v.47b). Nadie puede resucitarse a sí mismo de la muerte: «¿Quién hay que viva y no muera jamás, o que pueda escapar del poder del sepulcro? » (v.48).
Pero el salmista no descarta la esperanza en la resurrección. Sabe que los seres humanos no se pueden salvar a sí mismos, por ello alza la mirada al Señor: «¿Dónde está, Señor, tu amor de antaño, que en tu fidelidad juraste a David? \[…\] tu ungido» (vv.49–51). Lo que el salmista vio solo como un borroso esbozo, se hizo patente en el Nuevo Testamento.
Oración
Romanos 14:19-15:13
19 Por lo tanto, esforcémonos por promover todo lo que conduzca a la paz y a la mutua edificación. 20 No destruyas la obra de Dios por causa de la comida. Todo alimento es puro; lo malo es hacer tropezar a otros por lo que uno come. 21 Más vale no comer carne ni beber vino, ni hacer nada que haga caer a tu hermano.
22 Así que la convicción que tengas tú al respecto, manténla como algo entre Dios y tú. Dichoso aquel a quien su conciencia no lo acusa por lo que hace. 23 Pero el que tiene dudas en cuanto a lo que come, se condena; porque no lo hace por convicción. Y todo lo que no se hace por convicción es pecado.
15Los fuertes en la fe debemos apoyar a los débiles, en vez de hacer lo que nos agrada. 2 Cada uno debe agradar al prójimo para su bien, con el fin de edificarlo. 3 Porque ni siquiera Cristo se agradó a sí mismo sino que, como está escrito: «Sobre mí han recaído los insultos de tus detractores.» 4 De hecho, todo lo que se escribió en el pasado se escribió para enseñarnos, a fin de que, alentados por las Escrituras, perseveremos en mantener nuestra esperanza.
5 Que el Dios que infunde aliento y perseverancia les conceda vivir juntos en armonía, conforme al ejemplo de Cristo Jesús, 6 para que con un solo corazón y a una sola voz glorifiquen al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.
7 Por tanto, acéptense mutuamente, así como Cristo los aceptó a ustedes para gloria de Dios. 8 Les digo que Cristo se hizo servidor de los judíos para demostrar la fidelidad de Dios, a fin de confirmar las promesas hechas a los patriarcas, 9 y para que los gentiles glorifiquen a Dios por su compasión, como está escrito:
«Por eso te alabaré entre las naciones;
cantaré salmos a tu nombre.»
10 En otro pasaje dice:
«Alégrense, naciones, con el pueblo de Dios.»
11 Y en otra parte:
«¡Alaben al Señor, naciones todas!
¡Pueblos todos, cántenle alabanzas!»
12 A su vez, Isaías afirma:
«Brotará la raíz de Isaí,
el que se levantará para gobernar a las naciones;
en él los pueblos pondrán su esperanza.»
13 Que el Dios de la esperanza los llene de toda alegría y paz a ustedes que creen en él, para que rebosen de esperanza por el poder del Espíritu Santo.
Comentario
2. Rebosa de esperanza por el Espíritu Santo
La fe produce esperanza, alegría y paz en nuestra vida. La duda nos roba nuestra alegría y nuestra paz. La fe significa confiar en «el Dios de la esperanza». Pablo ora así: «Que el Dios de la esperanza los llene de toda alegría y paz a ustedes que creen en él, para que rebosen de esperanza por el poder del Espíritu Santo» (15:13).
El origen de la esperanza es «el Dios de la esperanza». La razón de la esperanza es Jesús y la fuente de la esperanza en ti es el Espíritu Santo. Esta esperanza no es una ilusión, sino que se asienta en lo que Dios ha hecho y está haciendo por nosotros.
Esta esperanza es la fuerza motriz de nuestro diario vivir. Como comenta Erwin McManus, la esperanza «nos levanta de las ruinas de nuestros fracasos, de nuestro dolor y de nuestro miedo a sobreponernos a aquello que una vez nos pareció insuperable. Nuestra capacidad de aguantar perseverando hasta vencer, se alimenta de ese ingrediente que parece insulso, llamado esperanza».
Jesús es la esperanza para el mundo, para Israel y también para el resto de nosotros. Pablo cita una serie de pasajes del Antiguo Testamento para probarlo, los cuales culminan con las palabras de Isaías profetizando acerca de Jesús: «… se levantará para gobernar a las naciones; en él los pueblos pondrán su esperanza» (v.12).
Pablo nos ayuda a ver los diferentes aspectos de la esperanza que Jesús trae al mundo de hoy, incluyendo:
- Esperanza de unidad
Pablo continua abogando porque se hagan todos los esfuerzos posibles para la unidad: «Esforcémonos por promover todo lo que conduzca a la paz y a la mutua edificación» (14:19). Guarda esta unidad siendo sensible con tus hermanos y hermanas en Cristo, sin ofenderlos innecesariamente (14:20–15:1). Cada uno de nosotros debe «agradar al prójimo para su bien, con el fin de edificarlo» (v.2).
Sigue el ejemplo de Jesús: «Ni siquiera Cristo se agradó a sí mismo» (v.3). Sé, como Jesús, alguien que agrada a Dios, no alguien que agrada a la gente. Los aduladores son aquellos que intentan agradar a la gente aún a precio de comprometer su propia conciencia para hacerlo. Pablo procuró agradar a la gente siempre y cuando el hacerlo no conllevara desagradar a Dios (Gálatas 1:10; 1 Corintios 10:33).
- Esperanza de las Escrituras
El propósito de las Escrituras es dar esperanza, «todo lo que se escribió en el pasado se escribió para enseñarnos, a fin de que, alentados por las Escrituras, perseveremos en mantener nuestra esperanza» (Romanos 15:4). El conocimiento de Jesús y de la esperanza que hay en él, viene por medio de las Escrituras. La manera de mantener tu esperanza alta es estudiar las Escrituras con regularidad.
Esta esperanza lleva a «toda alegría y paz a ustedes que creen en él» (v.13). Me encanta la manera en la que Corrie ten Boom lo explica: «La alegría y la paz significan ir por la vida con una sonrisa de oreja a oreja y con la maleta vacía».
Oración
1 Crónicas 11:1-12:22
Proclamación de David como rey de Israel
11Todos los israelitas se reunieron con David en Hebrón y le dijeron: «Su Majestad y nosotros somos de la misma sangre. 2 Ya desde antes, cuando Saúl era rey, usted dirigía a Israel en sus campañas. Además, el Señor su Dios le dijo a Su Majestad: “Tú guiarás a mi pueblo Israel y lo gobernarás.” » 3 Así pues, todos los ancianos de Israel fueron a Hebrón para hablar con el rey, quien hizo allí un pacto con ellos en presencia del Señor. Después de eso, ungieron a David para que fuera rey sobre Israel, conforme a lo que el Señor había dicho por medio de Samuel.
David conquista Jerusalén
4 David y todos los israelitas marcharon contra Jebús (que es Jerusalén), la cual estaba habitada por los jebuseos. 5 Éstos le dijeron a David: «¡No entrarás aquí!» Pero David se apoderó de la fortaleza de Sión, que también se conoce como la Ciudad de David. 6 Y es que había prometido: «Al primero que mate a un jebuseo lo nombraré comandante en jefe.»
El primero en matar a un jebuseo fue Joab hijo de Sarvia, por lo cual fue nombrado jefe. 7 David se estableció en la fortaleza, y por eso la llamaron «Ciudad de David». 8 Luego edificó la ciudad, desde el terraplén hasta sus alrededores, y Joab reparó el resto de la ciudad. 9 Y David se fortaleció más y más, porque el SeñorTodopoderoso estaba con él.
Jefes del ejército de David
10 Éstos fueron los jefes del ejército de David, quienes lo apoyaron durante su reinado y se unieron a todos los israelitas para proclamarlo rey, conforme a lo que el Señor dijo acerca de Israel. 11 Ésta es la lista de los soldados más valientes de David:
Yasobeán hijo de Jacmoní, que era el principal de los tres más famosos, en una batalla mató con su lanza a trescientos hombres. 12 En segundo lugar estaba Eleazar hijo de Dodó el ajojita, que también era uno de los más famosos. 13 Estuvo con David en Pasdamín, donde los filisteos se habían reunido para la batalla. Allí había un campo sembrado de cebada y, cuando el ejército huía ante los filisteos, 14 los oficiales se plantaron en medio del campo y lo defendieron, matando a los filisteos. Así el Señor los salvó y les dio una gran victoria.
15 En otra ocasión, tres de los treinta más valientes fueron a la roca, hasta la cueva de Adulán, donde estaba David; y el ejército filisteo acampaba en el valle de Refayin. 16 David se encontraba en su fortaleza, y en ese tiempo había una guarnición filistea en Belén. 17 Como David tenía mucha sed, exclamó: «¡Ojalá pudiera yo beber agua del pozo que está a la entrada de Belén!» 18 Entonces los tres valientes se metieron en el campamento filisteo, sacaron agua del pozo de Belén, y se la llevaron a David. Pero David no quiso beberla, sino que derramó el agua en honor al Señor 19 y declaró solemnemente: «¡Que Dios me libre de beberla! ¿Cómo podría yo beber la sangre de quienes han puesto su vida en peligro? ¡Se jugaron la vida para traer el agua!» Y no quiso beberla.
Tales hazañas hicieron estos tres héroes.
20 Abisay, el hermano de Joab, estaba al mando de los tres y ganó fama entre ellos. En cierta ocasión, lanza en mano atacó y mató a trescientos hombres. 21 Se destacó mucho más que los tres valientes, y llegó a ser su jefe, pero no fue contado entre ellos.
22 Benaías hijo de Joyadá era un guerrero de Cabsel que realizó muchas hazañas. Derrotó a dos de los mejores hombres de Moab, y en otra ocasión, cuando estaba nevando, se metió en una cisterna y mató un león. 23 También derrotó a un egipcio que medía como dos metros y medio, y que empuñaba una lanza del tamaño de un rodillo de telar. Benaías, que no llevaba más que un palo, le arrebató la lanza y lo mató con ella. 24 Tales hazañas hizo Benaías hijo de Joyadá, y también él ganó fama como los tres valientes, 25 pero no fue contado entre ellos, aunque se destacó más que los treinta valientes. Además, David lo puso al mando de su guardia personal.
26 Los soldados más distinguidos eran: Asael, hermano de Joab; Eljanán hijo de Dodó, de Belén; 27 Samot el harorita, Heles el pelonita, 28 Irá hijo de Iqués el tecoíta; Abiezer el anatotita; 29 Sibecay el jusatita, Ilay el ajojita, 30 Maray el netofatita, Jéled hijo de Baná el netofatita; 31 Itay hijo de Ribay, el de Guibeá de los benjaminitas; Benaías el piratonita; 32 Juray, del arroyo de Gaas; Abiel el arbatita; 33 Azmávet el bajurinita; Elijaba el salbonita; 34 los hijos de Jasén el guizonita; Jonatán hijo de Sague el ararita, 35 Ahían hijo de Sacar el ararita, Elifal hijo de Ur, 36 Héfer el mequeratita, Ahías el pelonita, 37 Jezró, de Carmel; Naray hijo de Ezbay, 38 Joel, hermano de Natán; Mibar hijo de Hagrí, 39 Sélec el amonita, Najaray el berotita, que fue escudero de Joab hijo de Sarvia; 40 Irá el itrita, Gareb el itrita, 41 Urías el hitita, Zabad hijo de Ajlay, 42 Adiná hijo de Sizá el rubenita, jefe de los rubenitas, y treinta hombres con él; 43 Janán hijo de Macá; Josafat el mitnita, 44 Uzías el astarotita, Sama y Jehiel, hijos de Jotán el aroerita; 45 Jediael hijo de Simri, y su hermano Yojá el tizita; 46 Eliel el majavita; Jerebay y Josavía, hijos de Elnán; Itmá el moabita, 47 Eliel, Obed y Jasiel, de Sobá.
Guerreros que se unieron a David
12Éstos fueron los guerreros que se unieron a David en Siclag cuando éste se encontraba desterrado por causa de Saúl hijo de Quis. Ellos lo ayudaron en tiempos de guerra. 2 Eran arqueros que podían lanzar piedras y disparar flechas con ambas manos.
De los benjaminitas parientes de Saúl: 3 el jefe Ajiezer y Joás, que eran hijos de Semá de Guibeá; Jeziel y Pélet hijos de Azmávet; Beracá y Jehú, oriundos de Anatot; 4 Ismaías el gabaonita, que era uno de los treinta guerreros y jefe de ellos; Jeremías, Jahaziel, Johanán, Jozabad de Guederá, 5 Eluzay, Jerimot, Bealías, Semarías, Sefatías el harufita; 6 los coreítas Elcaná, Isías, Azarel, Joezer y Yasobeán, 7 Joelá y Zebadías, hijos de Jeroán, oriundos de Guedor.
8 También algunos de los gaditas se unieron a David cuando se encontraba en la fortaleza del desierto. Eran guerreros valientes, preparados para la guerra, hábiles en el manejo del escudo y de la lanza, feroces como leones y veloces como gacelas monteses. 9 Se llamaban: Ezer, el primero; Abdías, el segundo; Eliab, el tercero; 10 Mismaná, el cuarto; Jeremías, el quinto; 11 Atay, el sexto; Eliel, el séptimo; 12 Johanán, el octavo; Elzabad, el noveno; 13 Jeremías, el décimo, y Macbanay, el undécimo. 14 Estos gaditas eran jefes del ejército; el menor de ellos valía por cien, y el mayor, por mil. 15 Fueron ellos quienes atravesaron el Jordán en el mes primero, cuando el río se desbordó por sus dos riberas, e hicieron huir a los habitantes de los valles hacia el este y el oeste.
16 También algunos guerreros de las tribus de Benjamín y de Judá se unieron a David en la fortaleza. 17 David salió a su encuentro y les dijo:
—Si vienen en son de paz y para ayudarme, los aceptaré; pero si vienen para entregarme a mis enemigos, ¡que el Dios de nuestros padres lo vea y lo castigue, pues yo no soy ningún criminal!
18 Y el Espíritu vino sobre Amasay, jefe de los treinta, y éste exclamó:
«¡Somos tuyos, David!
¡Estamos contigo, hijo de Isaí!
¡Tres veces deseamos la paz
a ti y a quien te brinde su ayuda!
¡Y quien te ayuda es tu Dios!»
David los recibió y los puso entre los jefes de la tropa.
19 También algunos guerreros de Manasés se unieron a David cuando éste iba con los filisteos a luchar contra Saúl. Pero los príncipes de los filisteos se reunieron y decidieron rechazarlo, así que los filisteos se negaron a ayudarlo, pues dijeron: «David se pondrá de parte de su señor Saúl, y eso nos costará la cabeza.» 20 Éstos fueron los manasesitas que se unieron a David cuando éste fue a Siclag: Adnás, Jozabad, Jediael, Micael, Jozabad, Eliú y Ziletay, jefes manasesitas de escuadrones de mil hombres. 21 Ayudaban a David a combatir a las bandas de invasores, pues cada uno de ellos era un guerrero valiente y jefe del ejército. 22 Y cada día se le unían más soldados a David, hasta que llegó a tener un ejército grande y poderoso.
Comentario
3. Pon tu esperanza en la venida de Jesús
Nuestra esperanza descansa en Jesús, el Rey, quien un día regresará para establecer su reino para siempre. Al leer acerca de los reyes del Antiguo Testamento, es importante, recordar que ellos aun con todo su esplendor, solo eran una vaga prefiguración de Jesús, quien sería el rey definitivo.
A ojos del cronista, David era el rey ideal: «Usted dirigía a Israel en sus campañas. Además, el Señor su Dios le dijo a Su Majestad: “Tú guiarás a mi pueblo Israel y lo gobernarás”» (11:2). «Ungieron a David para que fuera rey sobre Israel, conforme a lo que el Señor había dicho por medio de Samuel» (v.3). «Y David se fortaleció más y más, porque el Señor Todopoderoso estaba con él» (v.9).
David no hizo todo él solo, sino que necesitó de un equipo con él. Tenía un grupo de treinta «hombres alientes» entre los que estaban los tres más valientes. Estoy lleno de agradecimiento hacia los admirables hombres y mujeres que nos apoyan a Pippa y a mí en nuestro esfuerzo por liderar. No hubiéramos podido ni empezar a hacer lo que hacemos sin este maravilloso equipo que tenemos arropándonos.
Amasay, jefe de los treinta, movido por el Espíritu le dijo a David: «¡Somos tuyos! ¡Estamos contigo! \[…\] (contigo y con) quien te brinde su ayuda!» (12:18–22). Aquello tuvo que darle muchísimos ánimos a David.
En estos pasajes de las Escrituras vemos una correlación directa entre el reino de Israel y el reino de Dios (ver 1 Crónicas 28:5; 1 Crónicas 29:23; 2 Crónicas 13:8). La continuidad del reinado era incuestionable porque estaba protegido por Dios.
Pero cuando el cronista estaba escribiendo esto (cientos de años después), no había rey. Escribió sobre el pasado en la espera de que surgiera un rey como David en el futuro. Aquella era la esperanza de Israel, el rey que había de venir y Jesús era ese rey. Él era «el ungido», el «Mesías» (Salmo 89:51).
Ahora, nuestra esperanza está puesta en el regreso de Jesús. Como lo explicó el obispo Lesslie Newbigin: «Para el cristiano, el horizonte es que “Él volverá” y “aguardamos la venida del Señor”. Ya suceda mañana o en cualquier otro momento, ese es nuestro horizonte, el cual es fundamental para mí y es lo que me posibilita estar lleno de esperanza y encontrar sentido a la vida».
Oración
Añadidos de Pippa
1 Crónicas 11:10–25
En mi familia tengo hombres admirables (y mujeres). Se dedican a luchar contra los gigantes de la injusticia y ¡son muy útiles también para llevar mis maletas!
Versículo del día
Romanos 15:13
'Que el Dios de la esperanza los llene de toda alegría y paz a ustedes que creen en él, para que rebosen de esperanza por el poder del Espíritu Santo.'
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Referencias
Nueva Versión Inernacional (NVI)
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