El clamor de tu alma
Introducción
En la época de la esclavitud en Estados Unidos, los esclavos del sur vivían en condiciones brutales. En su dolor compusieron algunas canciones profundamente conmovedoras con melodías inolvidables y llenas de emotividad. Estos «spirituals» (espirituales) eran cantos de esperanza y anticipación. Reflejaban el clamor del alma de los esclavos en su anhelo ferviente de alcanzar la libertad.
Ellos abrazaron a Jesús como su Salvador y Señor y, en medio del sufrimiento casi insoportable, experimentaron su gracia, su paz y su esperanza para el futuro. Desde aquella relación con Jesús podían cantar:
¿Estuviste allí, cuando crucificaron a mi Señor?
En el pasaje del Nuevo Testamento de hoy vemos el trasfondo de esta extraordinaria afirmación neotestamentaria de que aquel a quien «ellos crucificaron» es efectivamente mi Señor. Dios es descrito en el Antiguo Testamento como «El Señor»
La palabra hebrea original para «Señor» (YHWH) no tenía vocales ni era verbalizada. Se la consideraba demasiado sagrada como para ser pronunciada. Por dicha razón, cuando se agregaron vocales a los textos hebreos originales no se añadieron «al nombre» (YHWH). Ha habido mucho debate en los tiempos modernos sobre qué vocales deberían usarse. Se llegó a cierta conclusión que debería ser «Jehová», pero la mayoría de los eruditos coincide en que el término «Yahveh» resulta más preciso.
En la traducción griega del Antiguo Testamento, la Septuaginta, este nombre sagrado (YHWH) se traduce como «Kyrios» (Señor). Es realmente extraordinario, por lo tanto, que los escritores del Nuevo Testamento (judíos monoteístas) hicieran esta afirmación cristiana fundamental de que «Jesús es el Señor» (Kyrios) (Romanos 10:9; 2 Corintios 4:5; Hechos 2:36) y que nuestro Señor haya sido crucificado por nosotros.
Salmos 31:19-24
19 Cuán grande es tu bondad,
que atesoras para los que te temen,
y que a la vista de la gente derramas
sobre los que en ti se refugian.
20 Al amparo de tu presencia los proteges
de las intrigas humanas;
en tu morada los resguardas
de las lenguas contenciosas.
21 Bendito sea el Señor,
pues mostró su gran amor por mí
cuando me hallaba en una ciudad sitiada.
22 En mi confusión llegué a decir:
«¡He sido arrojado de tu presencia!»
Pero tú oíste mi voz suplicante
cuando te pedí que me ayudaras.
23 Amen al Señor, todos sus fieles;
él protege a los dignos de confianza,
pero a los orgullosos les da su merecido.
24 Cobren ánimo y ármense de valor,
todos los que en el Señor esperan.
Comentario
Ama al Señor
David insta del siguiente modo: «Amen al Señor, todos sus fieles» (v.23a). Amar al Señor es el primer mandamiento. Es una relación de amor de doble vía. Lo amamos porque nos amó primero (1 Juan 4.19). Nuestro amor es una repuesta a su amor.
David escribe: «Bendito sea el Señor, pues mostró su gran amor por mí» (Salmo 31:21a). Este salmo te hace meditar sobre cuánto te ama Dios. «¡Qué grande es tu bondad para aquellos que te honran!» (v.19, DHH).
Te esconde «al amparo» de su presencia (v.20a), te protege en su «morada» (v.20b). Te guarda de «las lenguas contenciosas» (v.20b). Escucha tu «voz suplicante cuando te pedí que me ayudaras» (v.22b). «El Señor cuida de los sinceros» (v.23, DHH). Por lo tanto, puedes decir con David: «Cobren ánimo y ármense de valor» (v.24a), aun cuando las cosas parezcan difíciles. «Den ánimo y valor a sus corazones todos los que confían en el Señor» (v.24, DHH).
Oración
Marcos 15:1-32
Jesús ante Pilato
15Tan pronto como amaneció, los jefes de los sacerdotes, con los ancianos, los maestros de la ley y el Consejo en pleno, llegaron a una decisión. Ataron a Jesús, se lo llevaron y se lo entregaron a Pilato.
2 —¿Eres tú el rey de los judíos? —le preguntó Pilato.
—Tú mismo lo dices —respondió.
3 Los jefes de los sacerdotes se pusieron a acusarlo de muchas cosas.
4 —¿No vas a contestar? —le preguntó de nuevo Pilato—. Mira de cuántas cosas te están acusando.
5 Pero Jesús ni aun con eso contestó nada, de modo que Pilato se quedó asombrado.
6 Ahora bien, durante la fiesta él acostumbraba soltarles un preso, el que la gente pidiera. 7 Y resulta que un hombre llamado Barrabás estaba encarcelado con los rebeldes condenados por haber cometido homicidio en una insurrección. 8 Subió la multitud y le pidió a Pilato que le concediera lo que acostumbraba.
9 —¿Quieren que les suelte al rey de los judíos? —replicó Pilato, 10 porque se daba cuenta de que los jefes de los sacerdotes habían entregado a Jesús por envidia.
11 Pero los jefes de los sacerdotes incitaron a la multitud para que Pilato les soltara más bien a Barrabás.
12 —¿Y qué voy a hacer con el que ustedes llaman el rey de los judíos? —les preguntó Pilato.
13 —¡Crucifícalo! —gritaron.
14 —¿Por qué? ¿Qué crimen ha cometido?
Pero ellos gritaron aún más fuerte:
—¡Crucifícalo!
15 Como quería satisfacer a la multitud, Pilato les soltó a Barrabás; a Jesús lo mandó azotar, y lo entregó para que lo crucificaran.
Los soldados se burlan de Jesús
16 Los soldados llevaron a Jesús al interior del palacio (es decir, al pretorio) y reunieron a toda la tropa. 17 Le pusieron un manto de color púrpura; luego trenzaron una corona de espinas, y se la colocaron.
18 —¡Salve, rey de los judíos! —lo aclamaban.
19 Lo golpeaban en la cabeza con una caña y le escupían. Doblando la rodilla, le rendían homenaje. 20 Después de burlarse de él, le quitaron el manto y le pusieron su propia ropa. Por fin, lo sacaron para crucificarlo.
La crucifixión
21 A uno que pasaba por allí de vuelta del campo, un tal Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, lo obligaron a llevar la cruz. 22 Condujeron a Jesús al lugar llamado Gólgota (que significa: Lugar de la Calavera). 23 Le ofrecieron vino mezclado con mirra, pero no lo tomó. 24 Y lo crucificaron. Repartieron su ropa, echando suertes para ver qué le tocaría a cada uno.
25 Eran las nueve de la mañana cuando lo crucificaron. 26 Un letrero tenía escrita la causa de su condena: «El Rey de los judíos.» 27 Con él crucificaron a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. 29 Los que pasaban meneaban la cabeza y blasfemaban contra él.
—¡Eh! Tú que destruyes el templo y en tres días lo reconstruyes —decían—, 30 ¡baja de la cruz y sálvate a ti mismo!
31 De la misma manera se burlaban de él los jefes de los sacerdotes junto con los maestros de la ley.
—Salvó a otros —decían—, ¡pero no puede salvarse a sí mismo! 32 Que baje ahora de la cruz ese Cristo, el rey de Israel, para que veamos y creamos.
También lo insultaban los que estaban crucificados con él.
Comentario
Jesús es el Señor
«¿Estuviste allí, cuando crucificaron a mi Señor?». Me desgarra el corazón leer el relato del abuso, la tortura y la crucifixión de Jesús. Crucificaron a mi amigo y mi Señor. Jesús es:
- Mi Rey
Jesús acepta el título de «rey de los judíos» (Marcos 15:2). Los soldados lo usaron como un término de abuso (v.18) y es el nombre que apareció escrito sobre la cruz como el cargo judicial en su contra (v.26). No obstante, Jesús es el cumplimiento del gran anhelo de Israel y las muchas promesas de reinado davídico (ver Isaías capítulos 9 y 11). Es un rey distinto a los reyes humanos.
Los líderes religiosos lo llevaron ante Pilato por envidia (Marcos 15:10). Ten cuidado de no tener envidia, algo que suele describirse como el «pecado religioso»
Jesús es objeto de insultos y acusaciones falsas. Si eres calumniado o difamado, agradécele a Dios que permita que tú, en menor medida, participes de los sufrimientos de Jesús y a la vez, ora pidiendo que Dios te ayude a responder tal como él, con amor y perdón.
- Mi Mesías
Es irónico que los líderes religiosos se mofaran de él y lo describieran como «ese Cristo» (vv.31-32), porque eso era exactamente quién era y es. La palabra «Cristo» deriva del término griego «Christos», que traduce el hebreo «Mashiah» o «Messiah». Tanto en griego como en hebreo literalmente significa «ungido». Hemos visto a Jesús como el ungido Sumo Sacerdote de Dios. Aquí lo vemos con el Rey ungido.
- Mi Salvador
De nuevo vemos la extraordinaria ironía de las palabras burlonas también de quienes pasaban por allí: «¡Baja de la cruz y sálvate a ti mismo!» (v.30) y los líderes religiosos: «Salvó a otros, ¡pero no puede salvarse a sí mismo!» (v.31). Esto era exactamente cierto. A fin de ser el Salvador del mundo no podía salvarse a sí mismo. Tenía que atravesar la agonía de la crucifixión para poder salvarnos a ti y a mí.
El incidente con Barrabás nos ofrece una imagen de lo que Jesús ha hecho como Salvador del mundo. Barrabás, como yo, era culpable y merecía el castigo: «…estaba encarcelado con los rebeldes condenados por haber cometido homicidio en una insurrección» (v.7). Jesús, por otra parte, era inocente. Como destacó Pilato: «¿Qué crimen ha cometido?» (v.14). Sin embargo «soltaron» a Barrabás, quien fue puesto en libertad; mientras que a Jesús lo mandaron a «azotar» y fue entregado «para que lo crucificaran» (v.15). El inocente enfrentó el castigo de muerte de modo que yo, el culpable, pudiera ser libre. Puede que no seamos homicidas como Barrabás, pero todos necesitamos que nos rescate el Salvador del mundo.
- Mi Señor
En el pasaje de ayer vimos cómo cuando el sumo sacerdote le preguntó a Jesús «¿Eres el Cristo, el Hijo del Bendito?», él le respondió: «Sí, yo soy» (14:61-62). La reacción del sumo sacerdote fue acusar a Jesús de blasfemia por afirmar ser Dios. ¿Cuál era el motivo? Cuando Dios reveló su nombre YHWH a Moisés (Éxodo 3:14-15), también explicó su significado. Viene de la frase hebrea «Yo soy el que soy» o simplemente «Yo soy». La reacción del sumo sacerdote ante la afirmación de Jesús en Marcos 14:62 sugiere que Jesús estaba declarando no ser otro más que YHWH (el Señor) (ver también Juan 8:58).
Esta maravillosa verdad es el trasfondo que se esconde tras el clamor extraordinario de San Pablo en Filipenses 2:5-11 (que forma la base de la oración que aparece a continuación).
Oración
Levítico 21:1-22:33
La santidad de los sacerdotes
21El Señor le ordenó a Moisés que les dijera a los sacerdotes, hijos de Aarón: «No se contaminen tocando el cadáver de alguien de su pueblo, 2 excepto en el caso de un pariente cercano, como su madre, su padre, su hijo, su hija, su hermano 3 o una hermana soltera que, por no tener marido, dependa de él. 4 Como jefes de su pueblo, no deben hacerse impuros ni contaminarse.
5 »Los sacerdotes no se raparán la cabeza, ni se despuntarán la barba ni se harán heridas en el cuerpo. 6 Deben ser santos para su Dios, y no profanar su nombre. Son ellos los que presentan al Señor las ofrendas por fuego, que son como el pan de su Dios. Por eso deben ser santos.
7 »Ningún sacerdote se casará con una prostituta, ni con una divorciada, ni con una mujer que no sea virgen, porque está consagrado a su Dios. 8 Considéralo santo, porque él ofrece el pan de tu Dios. Santo será para ti, porque santo soy yo, el Señor, que los santifico a ustedes.
9 »La hija de un sacerdote que se hace prostituta se profana a sí misma y profana a su padre. Deberá ser quemada viva.
Santidad del sumo sacerdote
10 »Aquel que sea elegido sumo sacerdote entre sus hermanos, y sobre cuya cabeza se haya derramado el aceite de la unción, y a quien se le haya conferido autoridad para llevar las vestiduras sacerdotales, no deberá andar despeinado ni rasgarse las vestiduras.
11 »No entrará en ningún lugar donde haya un cadáver.
»No deberá contaminarse, ni siquiera por su padre o por su madre.
12 »No saldrá del santuario, para no profanar el santuario de su Dios, porque ha sido consagrado mediante el aceite de la unción divina. Yo soy el Señor.
13 »La mujer que tome por esposa debe ser virgen. 14 No debe casarse con una viuda, ni con una divorciada ni con una prostituta. Debe casarse con una virgen de su mismo pueblo, 15 para que no profane su descendencia entre su pueblo. Yo soy el Señor, que lo santifica.»
Impedimentos para ejercer el sacerdocio
16 El Señor le ordenó a Moisés 17 que le dijera a Aarón: «Ninguno de tus descendientes que tenga defecto físico deberá acercarse jamás a su Dios para presentarle la ofrenda de pan. 18 En efecto, no deberá acercarse nadie que tenga algún defecto físico: ninguno que sea ciego, cojo, mutilado, deforme, 19 lisiado de pies o manos, 20 jorobado o enano; o que tenga sarna o tiña, o cataratas en los ojos, o que haya sido castrado. 21 Ningún descendiente del sacerdote Aarón que tenga algún defecto podrá acercarse a presentar al Señor las ofrendas por fuego. No podrá acercarse para presentarle a su Dios la ofrenda de pan por tener un defecto. 22 Podrá comer de la ofrenda de pan, tanto del alimento santo como del santísimo, 23 pero por causa de su defecto no pasará más allá de la cortina ni se acercará al altar, para no profanar mi santuario. Yo soy el Señor, que santifico a los sacerdotes.»
24 Y Moisés les comunicó todo esto a Aarón y a sus hijos, y a todos los israelitas.
Las ofrendas del
22El Señor le ordenó a Moisés 2 que les dijera a Aarón y a sus hijos: «Traten con mucho respeto las ofrendas sagradas que me consagran los israelitas, para no profanar mi santonombre. Yo soy el Señor.»
3 También le ordenó decirles: «Si alguno de los descendientes de Aarón está ritualmente impuro y se acerca a las ofrendas que los israelitas consagran al Señor, será eliminado de mi presencia. Yo soy el Señor.
4 »Si un descendiente de Aarón padece de alguna enfermedad infecciosa en la piel, o de derrame seminal, deberá abstenerse de comer de las ofrendas sagradas, hasta que se purifique. Cualquiera que toque un objeto contaminado por el contacto con un cadáver, o que tenga derrame de semen, 5 o que toque algún animal u hombre impuros, cualquiera que sea la impureza, 6 quedará impuro hasta el anochecer. Por tanto, se abstendrá de comer de las ofrendas sagradas. Lavará su cuerpo con agua, 7 y al ponerse el sol quedará puro. Después de esto podrá comer de las ofrendas sagradas, porque son su alimento. 8 No deberá comer nada que sea hallado muerto o despedazado por las fieras, pues de lo contrario quedará impuro. Yo soy el Señor.
9 »Los sacerdotes cumplirán con mis instrucciones, y así no pecarán ni sufrirán la muerte por haber profanado las ofrendas. Yo soy el Señor, que santifico a los sacerdotes.
10 »Nadie ajeno a la familia sacerdotal comerá de las ofrendas sagradas, ni tampoco comerá de ellas ningún huésped del sacerdote, ni su jornalero. 11 Pero sí podrá comer de ellas el esclavo comprado por un sacerdote, y el esclavo nacido en casa del mismo. 12 Si la hija de un sacerdote se casa con alguien que no sea sacerdote, no podrá comer de las ofrendas recibidas como contribución. 13 Pero si queda viuda o divorciada y, sin haber tenido hijos, regresa a la casa de su padre como cuando era soltera, entonces sí podrá comer del alimento de su padre. Pero nadie ajeno a la familia sacerdotal está autorizado para comerlo.
14 »Si inadvertidamente alguien come de una ofrenda sagrada, deberá restituir la ofrenda al sacerdote y añadirle una quinta parte de su valor.
15 »No deberán los sacerdotes profanar las ofrendas sagradas que los israelitas presentan al Señor, 16 porque al permitir que las coman harán recaer sobre sí mismos un pecado que requiere un sacrificio por la culpa. Yo soy el Señor, que los santifico.»
Sacrificios inaceptables
17 El Señor le ordenó a Moisés 18 que les dijera a Aarón y a sus hijos, y a todos los israelitas: «Si alguno de ustedes, sea israelita o extranjero residente en Israel, presenta un holocausto al Señor para cumplir un voto, o como ofrenda voluntaria, 19 para que le sea aceptado deberá presentar un macho sin defecto de entre el ganado vacuno, ovino o cabrío. 20 No presenten ningún animal que tenga algún defecto, porque no se les aceptará.
21 »Si alguien, para cumplir un voto especial o como ofrenda voluntaria, le presenta al Señor ganado vacuno u ovino como sacrificio de comunión, para que el animal le sea aceptado no deberá tener ningún defecto. 22 No deberán presentarle al Señor, como ofrenda por fuego, animales ciegos, cojos, mutilados, llagados, sarnosos ni tiñosos. No ofrecerán en el altar ningún animal así. 23 Podrán presentar como ofrenda voluntaria una res o una oveja deforme o enana, pero tal ofrenda no será aceptada en cumplimiento de un voto.
24 »No ofrecerán al Señor ningún animal con los testículos lastimados, magullados, cortados o arrancados. No harán esto en su tierra. 25 No recibirán de manos de un extranjero animales así, para ofrecerlos como alimento del Dios de ustedes. No se les aceptarán porque son deformes y tienen defectos.»
26 El Señor le dijo a Moisés: 27 «Cuando nazca un ternero, un cordero o un cabrito, se quedará con su madre durante siete días. Del octavo día en adelante será aceptable al Señor como ofrenda por fuego.
28 »No degollarán el mismo día una vaca o una oveja con su cría.
29 »Cuando sacrifiquen una ofrenda de acción de gracias al Señor, háganlo de tal modo que les sea aceptada. 30 Deberá comerse ese mismo día, sin dejar nada para el siguiente. Yo soy el Señor.
31 »Obedezcan mis mandamientos y pónganlos por obra. Yo soy el Señor.
32 »No profanen mi santonombre sino reconózcanme como santo en medio de los israelitas. Yo soy el Señor, que los santifica. 33 Yo los saqué de Egipto para ser su Dios. Yo soy el Señor.»
Comentario
Alaba al Señor
En este pasaje vemos un gran énfasis en el «santo nombre» (22:2) de Dios. En el capítulo 22 Dios le dice a su pueblo: «Yo soy el Señor» nueve veces (vv.2-3,8-9,16,30-33). ¿Por qué enfatiza su nombre en estos versículos?
Los nombres eran muy significativos en tiempos antiguos. Se creían que comunicaban algo importante sobre la persona en cuestión. Como hemos visto, el nombre de Dios no era la excepción. El nombre YHWH declaraba la singularidad y la grandeza de Dios.
El nombre de Dios también recordaba al pueblo sobre su relación única con ellos. Era su nombre el que había sido revelado a Moisés como una señal de la promesa de que Dios estaba con su pueblo (Éxodo 3).
Cada vez que Dios declara «Yo soy el Señor» le recuerda al pueblo tanto su grandeza como la relación de ellos con Él. Cada una de las leyes descritas en el capítulo se construye sobre estas verdades y están diseñadas para apuntar hacia ellas.
El tema de Levítico 21 es la santidad de Dios y la necesidad del sacerdocio a fin de que el pueblo sea capaz de acercarse a Dios. En el Nuevo Testamento vemos que Jesús es el Gran Sumo Sacerdote y es a través de Él que nos acercamos a Dios. Jesús es:
- Completamente santo
El sumo sacerdote tenía que ser ceremonialmente puro (21:11b). Jesús era moralmente perfecto. Jesús es «santo, irreprochable, puro, apartado de los pecadores» (Hebreos 7.26).
- Consagrado a Dios
El sumo sacerdote tenía que ser consagrado a Dios (Levítico 21:12), como era Jesús (Lucas 2:22).
- El ungido
El sumo sacerdote tenía que ser ungido con aceite (Levítico 21:12) como un símbolo del Espíritu Santo. Jesús fue ungido por el Espíritu Santo en su bautismo. Es el ungido: el Cristo.
En el capítulo 21 se nos recuerda la necesidad de un sacerdote perfecto. En el 22, además, se nos recuerda la necesidad de un sacrificio perfecto. El sacrificio tenía que ser sin defecto alguno (22:19,21). Jesús fue un sacerdote perfecto y un sacrificio perfecto.
Al considerar estos tres pasajes juntos podemos meditar en el extraordinario clamor del alma: «Jesucristo es el Señor» (Filipenses 2:11) y en su extraordinario amor por nosotros demostrado por su crucifixión en nuestro lugar, así como también nuestra respuesta adecuada: «…amar al Señor» (Salmo 31:23a).
Oración
Añadidos de Pippa
Pippa añade:
Salmo 31:24
«Cobren ánimo y ármense de valor, todos los que en el Señor esperan».
Hoy necesito que renueves mis fuerzas. En realidad, ¡lo necesito casi todos los días! Más fuerzas, por favor Señor.
Versículo del día
Salmo 31:23
'Amen al Señor, todos sus fieles; él protege a los dignos de confianza, pero a los orgullosos les da su merecido.'
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