Pon primero lo primero
Introducción
Muy poco después de casarnos, Pippa y yo asistimos a un fin de semana de formación matrimonial. Durante aquellos días dieron una sesión sobre las prioridades. Para ello nos repartieron cinco tarjetas, cada una con una palabra escrita: «trabajo», «Dios», «ministerio», «esposo/esposa» e «hijos». Se nos pidió que las clasificáramos por orden de prioridad. Viéndolo en retrospectiva, ahora me doy cuenta de que había clasificado todas en un orden completamente equivocado.
Puse «Dios» primero (al menos acerté en esa, ¡era muy obvia!), y después ministerio, esposa, trabajo y finalmente hijos (en aquel momento aún no teníamos hijos ¡por lo que no parecían muy importantes).
Al examinar las prioridades con las personas que facilitaban el fin de semana, me quedó muy claro que el orden correcto tendría que ser: primero de todo Dios, seguido de mi esposa (mi llamado primordial), nuestros hijos, mi trabajo (mi ministerio primordial) y finalmente mi ministerio (al que aunque obviamente sea muy importante, no se le debe permitir desplazar las responsabilidades primordiales de mi vida). Como lo expresó el filósofo Goethe: «Las cosas que de verdad importan nunca deben estar supeditadas a las cosas que importan menos».
Pon primero lo primero. Las cosas que importan más a Dios deben ocupar el primer lugar en nuestras vidas.
Salmos 22:12-21
12 Muchos toros me rodean;
fuertes toros de Basán me cercan.
13 Contra mí abren sus fauces
leones que rugen y desgarran a su presa.
14 Como agua he sido derramado;
dislocados están todos mis huesos.
Mi corazón se ha vuelto como cera,
y se derrite en mis entrañas.
15 Se ha secado mi vigor como una teja;
la lengua se me pega al paladar.
¡Me has hundido en el polvo de la muerte!
16 Como perros de presa, me han rodeado;
me ha cercado una banda de malvados;
me han traspasado las manos y los pies.
17 Puedo contar todos mis huesos;
con satisfacción perversa
la gente se detiene a mirarme.
18 Se reparten entre ellos mis vestidos
y sobre mi ropa echan suertes.
19 Pero tú, Señor, no te alejes;
fuerza mía, ven pronto en mi auxilio.
20 Libra mi vida de la espada,
mi preciosa vida del poder de esos perros.
21 Rescátame de la boca de los leones;
sálvame de los cuernos de los toros.
Comentario
Prioridad de relaciones
Tu relación con Dios ha de ser tu prioridad número uno. En este salmo, vemos que la prioridad número uno del salmista (y proféticamente la prioridad número uno de Jesús) era su relación con Dios.
La puerta a través de la que accedemos a una relación restaurada con Dios es la cruz. Igual que en la primera parte del salmo, también aquí vemos una continuación de las profecías acerca de la muerte de Jesús que se cumplen en el Nuevo Testamento.
Es como si este salmo estuviera escrito en primera persona del singular por alguien que cuelga de la cruz, cientos de años antes de que los romanos inventaran la crucifixión. Es una profecía extraordinariamente exacta acerca del sufrimiento de Jesús, en la que se describe la crueldad de la crucifixión.
- «Dislocados están todos mis huesos \[…\] la lengua se me pega al paladar» (vv.14a,15b; Juan 19:28).
- «Me han traspasado las manos y los pies» (Salmo 22:16c; Juan 19:37).
- «Me ha cercado una banda de malvados \[...\] puedo contar todos mis huesos; con satisfacción perversa la gente se detiene a mirarme» (Salmo 22:16b–17b; Lucas 23:17,35).
- «Se reparten entre ellos mis vestidos y sobre mi ropa echan suertes» (Salmo 22:18; Juan 19:23–24).
Como vimos ayer, el sufrimiento de Jesús en la cruz fue muchísimo mayor que el horror mismo de la crucifixión. Cargó nuestras culpas y fue abandonado por Dios por nuestra causa (Salmo 22:1). Jesús murió para que pudieras ser restaurado a una relación con Dios.
Oración
Marcos 1:29-2:17
Jesús sana a muchos enfermos
29 Tan pronto como salieron de la sinagoga, Jesús fue con Jacobo y Juan a casa de Simón y Andrés. 30 La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y en seguida se lo dijeron a Jesús. 31 Él se le acercó, la tomó de la mano y la ayudó a levantarse. Entonces se le quitó la fiebre y se puso a servirles.
32 Al atardecer, cuando ya se ponía el sol, la gente le llevó a Jesús todos los enfermos y endemoniados, 33 de manera que la población entera se estaba congregando a la puerta. 34 Jesús sanó a muchos que padecían de diversas enfermedades. También expulsó a muchos demonios, pero no los dejaba hablar porque sabían quién era él.
Jesús ora en un lugar solitario
35 Muy de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, Jesús se levantó, salió de la casa y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar. 36 Simón y sus compañeros salieron a buscarlo.
37 Por fin lo encontraron y le dijeron:
—Todo el mundo te busca.
38 Jesús respondió:
—Vámonos de aquí a otras aldeas cercanas donde también pueda predicar; para esto he venido.
39 Así que recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando demonios.
Jesús sana a un leproso
40 Un hombre que tenía lepra se le acercó, y de rodillas le suplicó:
—Si quieres, puedes limpiarme.
41 Movido a compasión, Jesús extendió la mano y tocó al hombre, diciéndole:
—Sí quiero. ¡Queda limpio!
42 Al instante se le quitó la lepra y quedó sano. 43 Jesús lo despidió en seguida con una fuerte advertencia:
44 —Mira, no se lo digas a nadie; sólo ve, preséntate al sacerdote y lleva por tu purificación lo que ordenó Moisés, para que sirva de testimonio.
45 Pero él salió y comenzó a hablar sin reserva, divulgando lo sucedido. Como resultado, Jesús ya no podía entrar en ningún pueblo abiertamente, sino que se quedaba afuera, en lugares solitarios. Aun así, gente de todas partes seguía acudiendo a él.
Jesús sana a un paralítico
2Unos días después, cuando Jesús entró de nuevo en Capernaúm, corrió la voz de que estaba en casa. 2 Se aglomeraron tantos que ya no quedaba sitio ni siquiera frente a la puerta mientras él les predicaba la palabra. 3 Entonces llegaron cuatro hombres que le llevaban un paralítico. 4 Como no podían acercarlo a Jesús por causa de la multitud, quitaron parte del techo encima de donde estaba Jesús y, luego de hacer una abertura, bajaron la camilla en la que estaba acostado el paralítico. 5 Al ver Jesús la fe de ellos, le dijo al paralítico:
—Hijo, tus pecados quedan perdonados.
6 Estaban sentados allí algunos maestros de la ley, que pensaban: 7 «¿Por qué habla éste así? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?»
8 En ese mismo instante supo Jesús en su espíritu que esto era lo que estaban pensando.
—¿Por qué razonan así? —les dijo—. 9 ¿Qué es más fácil, decirle al paralítico: “Tus pecados son perdonados”, o decirle: “Levántate, toma tu camilla y anda”? 10 Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados —se dirigió entonces al paralítico—: 11 A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.
12 Él se levantó, tomó su camilla en seguida y salió caminando a la vista de todos. Ellos se quedaron asombrados y comenzaron a alabar a Dios.
—Jamás habíamos visto cosa igual —decían.
Llamamiento de Leví
13 De nuevo salió Jesús a la orilla del lago. Toda la gente acudía a él, y él les enseñaba. 14 Al pasar vio a Leví hijo de Alfeo, donde éste cobraba impuestos.
—Sígueme —le dijo Jesús.
Y Leví se levantó y lo siguió.
15 Sucedió que, estando Jesús a la mesa en casa de Leví, muchos recaudadores de impuestos y pecadores se sentaron con él y sus discípulos, pues ya eran muchos los que lo seguían. 16 Cuando los maestros de la ley, que eran fariseos, vieron con quién comía, les preguntaron a sus discípulos:
—¿Y éste come con recaudadores de impuestos y con pecadores?
17 Al oírlos, Jesús les contestó:
—No son los sanos los que necesitan médico sino los enfermos. Y yo no he venido a llamar a justos sino a pecadores.
Comentario
Prioridades de Jesús
Amo a Jesús ¡Es tan absolutamente maravilloso y sorprendentemente atractivo! Amaba a la gente: estaba lleno de «compasión» por ellos (1:41). La gente lo amaba: «la gente \[...\] de todas partes acudían a verlo» (v.45). Todos querían ver a Jesús: «¡Todos te están buscando!» (v.37).
Harían cualquier cosa para que otra gente pudiera ver a Jesús (2:4). Las multitudes acudían a él (v.13). Cuando dijo a la gente «sígueme», lo siguieron (v.14). Trajeron a los enfermos delante de Jesús y él los sanó (1:32–34), incluso a la suegra de Simón (vv.30–31). Amaba a los recaudadores de impuestos y los pecadores, y le encantaba ir a cenar con ellos (v.15). Él vino por nosotros los «pecadores» (v.17).
Si ves cómo gasta la gente su tiempo, puedes deducir cuáles son sus prioridades. En este pasaje vemos cómo gastaba Jesús el suyo.
- Orando a Dios
La mayor parte de la gente no se levanta muy temprano a menos que tenga algo importante que hacer. La prioridad número uno de Jesús era su relación con Dios Padre: «Muy de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, Jesús se levantó, salió de la casa y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar» (v.35). Esto nos desafía a levantarnos muy temprano, encontrar «un lugar apartado» y orar.
Personalmente, he descubierto que la única manera de levantarse temprano con regularidad es ¡irse a la cama temprano con regularidad!
- Proclamar el reino
Jesús dijo: «Vámonos de aquí a otras aldeas cercanas donde también pueda predicar; para esto he venido» (v.38). El mensaje que predicó era la buena noticia acerca del reino de Dios y la necesidad de que la gente se arrepintiera y creyera «las buenas nuevas» (vv.14–15). El mensaje completo consistía en el perdón (2:5,10) y eran buenas noticias especialmente para los «pecadores» (v.17) que todos necesitaban oír. Para Jesús, el perdón tenía una prioridad más alta incluso que la sanación.
- Evangelización con poder
Jesús estaba lleno de «compasión» (1:41). Por amor a la gente quería traerles lo primero la buena noticia del perdón. Pero no eran solo palabras. También obró sanando a los enfermos (vv.40–42; 2:8–12) y expulsando demonios (1:39). Sanando al paralítico, Jesús demostró que él es quien tiene el poder y la autoridad para perdonar los pecados (2:9–11).
Las prioridades de Jesús estaban claras. Primero iba Dios y después la gente, y todo giraba en torno a poner en práctica aquellas dos prioridades principales.
Oración
Éxodo 19:1-20:26
Los israelitas en el Sinaí
19Los israelitas llegaron al desierto de Sinaí a los tres meses de haber salido de Egipto. 2 Después de partir de Refidín, se internaron en el desierto de Sinaí, y allí en el desierto acamparon, frente al monte, 3 al cual subió Moisés para encontrarse con Dios. Y desde allí lo llamó el Señor y le dijo:
«Anúnciale esto al pueblo de Jacob;
declárale esto al pueblo de Israel:
4 “Ustedes son testigos de lo que hice con Egipto,
y de que los he traído hacia mí
como sobre alas de águila.
5 Si ahora ustedes me son del todo obedientes,
y cumplen mi pacto,
serán mi propiedad exclusiva
entre todas las naciones.
Aunque toda la tierra me pertenece,
6 ustedes serán para mí un reino de sacerdotes
y una nación santa.”
»Comunícales todo esto a los israelitas.»
7 Moisés volvió y convocó a los ancianos del pueblo para exponerles todas estas palabras que el Señor le había ordenado comunicarles, 8 y todo el pueblo respondió a una sola voz: «Cumpliremos con todo lo que el Señor nos ha ordenado.»
Así que Moisés le llevó al Señor la respuesta del pueblo, 9 y el Señor le dijo:
—Voy a presentarme ante ti en medio de una densa nube, para que el pueblo me oiga hablar contigo y así tenga siempre confianza en ti.
Moisés refirió al Señor lo que el pueblo le había dicho, 10 y el Señor le dijo:
—Ve y consagra al pueblo hoy y mañana. Diles que laven sus ropas 11 y que se preparen para el tercer día, porque en ese mismo día yo descenderé sobre el monte Sinaí, a la vista de todo el pueblo. 12 Pon un cerco alrededor del monte para que el pueblo no pase. Diles que no suban al monte, y que ni siquiera pongan un pie en él, pues cualquiera que lo toque será condenado a muerte. 13 Sea hombre o animal, no quedará con vida. Quien se atreva a tocarlo, morirá a pedradas o a flechazos. Sólo podrán subir al monte cuando se oiga el toque largo de la trompeta.
14 En cuanto Moisés bajó del monte, consagró al pueblo; ellos, por su parte, lavaron sus ropas. 15 Luego Moisés les dijo: «Prepárense para el tercer día, y absténganse de relaciones sexuales.»
16 En la madrugada del tercer día hubo truenos y relámpagos, y una densa nube se posó sobre el monte. Un toque muy fuerte de trompeta puso a temblar a todos los que estaban en el campamento. 17 Entonces Moisés sacó del campamento al pueblo para que fuera a su encuentro con Dios, y ellos se detuvieron al pie del monte Sinaí. 18 El monte estaba cubierto de humo, porque el Señor había descendido sobre él en medio de fuego. Era tanto el humo que salía del monte, que parecía un horno; todo el monte se sacudía violentamente, 19 y el sonido de la trompeta era cada vez más fuerte. Entonces habló Moisés, y Dios le respondió en el trueno.
20 El Señor descendió a la cumbre del monte Sinaí, y desde allí llamó a Moisés para que subiera. Cuando Moisés llegó a la cumbre, 21 el Señor le dijo:
—Baja y advierte al pueblo que no intenten ir más allá del cerco para verme, no sea que muchos de ellos pierdan la vida. 22 Hasta los sacerdotes que se acercan a mí deben consagrarse; de lo contrario, yo arremeteré contra ellos.
23 Moisés le dijo al Señor:
—El pueblo no puede subir al monte Sinaí, pues tú mismo nos has advertido: “Pon un cerco alrededor del monte, y conságramelo.”
24 El Señor le respondió:
—Baja y dile a Aarón que suba contigo. Pero ni los sacerdotes ni el pueblo deben intentar subir adonde estoy, pues de lo contrario, yo arremeteré contra ellos.
25 Moisés bajó y repitió eso mismo al pueblo.
Los Diez Mandamientos
20Dios habló, y dio a conocer todos estos mandamientos:
2 «Yo soy el Señor tu Dios. Yo te saqué de Egipto, del país donde eras esclavo.
3 »No tengas otros dioses además de mí.
4 »No te hagas ningún ídolo, ni nada que guarde semejanza con lo que hay arriba en el cielo, ni con lo que hay abajo en la tierra, ni con lo que hay en las aguas debajo de la tierra. 5 No te inclines delante de ellos ni los adores. Yo, el Señor tu Dios, soy un Dios celoso. Cuando los padres son malvados y me odian, yo castigo a sus hijos hasta la tercera y cuarta generación. 6 Por el contrario, cuando me aman y cumplen mis mandamientos, les muestro mi amor por mil generaciones.
7 »No pronuncies el nombre del Señor tu Dios a la ligera. Yo, el Señor, no tendré por inocente a quien se atreva a pronunciar mi nombre a la ligera.
8 »Acuérdate del sábado, para consagrarlo. 9 Trabaja seis días, y haz en ellos todo lo que tengas que hacer, 10 pero el día séptimo será un día de reposo para honrar al Señor tu Dios. No hagas en ese día ningún trabajo, ni tampoco tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tus animales, ni tampoco los extranjeros que vivan en tus ciudades. 11 Acuérdate de que en seis días hizo el Señor los cielos y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, y que descansó el séptimo día. Por eso el Señor bendijo y consagró el día de reposo.
12 »Honra a tu padre y a tu madre, para que disfrutes de una larga vida en la tierra que te da el Señor tu Dios.
13 »No mates.
14 »No cometas adulterio.
15 »No robes.
16 »No des falso testimonio en contra de tu prójimo.
17 »No codicies la casa de tu prójimo: No codicies su esposa, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su burro, ni nada que le pertenezca.»
Reacción temerosa de los israelitas
18 Ante ese espectáculo de truenos y relámpagos, de sonidos de trompeta y de la montaña envuelta en humo, los israelitas temblaban de miedo y se mantenían a distancia. 19 Así que le suplicaron a Moisés:
—Háblanos tú, y te escucharemos. Si Dios nos habla, seguramente moriremos.
20 —No tengan miedo —les respondió Moisés—. Dios ha venido a ponerlos a prueba, para que sientan temor de él y no pequen.
21 Entonces Moisés se acercó a la densa oscuridad en la que estaba Dios, pero los israelitas se mantuvieron a distancia.
El altar de piedra
22 El Señor le ordenó a Moisés:
«Diles lo siguiente a los israelitas: “Ustedes mismos han oído que les he hablado desde el cielo. 23 No me ofendan; no se hagan dioses de plata o de oro, ni los adoren. 24 Háganme un altar de tierra, y ofrézcanme sobre él sus holocaustos y sacrificios de comunión, sus ovejas y sus toros. Yo vendré al lugar donde les pida invocar mi nombre, y los bendeciré. 25 Si me hacen un altar de piedra, no lo construyan con piedras labradas, pues las herramientas profanan la piedra. 26 Y no le pongan escalones a mi altar, no sea que al subir se les vean los genitales.”
Comentario
Prioridad del amor
Aunque Dios te invita a entrar en intimidad con Él, no olvides nunca la maravilla de su santidad y su poder. Dios siente pasión por ti y por lo tanto, no te permitirá ser menos de lo que puedes ser. Quiere que aprendamos la santidad de Él.
Desde Éxodo 19 a Números 10:10 los israelitas se quedan en el mismo sitio, aprendiendo cómo ser el pueblo de Dios. Empiezan por aprender la santidad y el poder de Dios. Ni siquiera pueden tocar la montaña donde reside Su presencia. Después, Dios les manifiesta cuáles han de ser sus prioridades por medio de los Diez Mandamientos.
- Dios te ama
El contexto está en Éxodo 20:2 «Yo soy el Señor tu Dios. Yo te saqué de Egipto, del país donde eras esclavo». Dios es un Dios que muestra «amor por mil generaciones» (v.6). Anteriormente en el pasaje, ya vemos imágenes de su amor. Dios dice: «Los he traído hacia mí como sobre alas de águila*»* (19:4). Proclama: «Serán mi propiedad exclusiva \[…\] ustedes serán para mí» (vv.5–6). Nuestro amor es una respuesta al amor de Dios.
El contexto de los Diez Mandamientos es el amor de Dios por ti. Algunas personas se olvidan de este hecho y los ven meramente como un conjunto de reglas. Dios da los mandamientos como un acto de amor por nosotros y hemos de obedecerlos como un acto de amor por Dios.
- Ama a Dios
Los primeros cuatro mandamientos tratan de cómo respondemos al amor de Dios amándolo a Él: «Nosotros amamos a Dios porque él nos amó primero» (1 Juan 4:19). Nuestro amor tiene que ser exclusivo (Éxodo 20:3–4), respetuoso (v.7) y se demuestra al apartar tiempo para estar con Él (v.10).
- Ama a los demás
Los últimos seis mandamientos tratan de nuestro amor por los demás: nuestras familias (v.12), nuestro esposo/esposa (v.14) y nuestros prójimos: «No mates. No cometas adulterio. No robes. No des falso testimonio en contra de tu prójimo. No codicies la casa de tu prójimo: No codicies su esposa, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su burro, ni nada que le pertenezca» (vv.13–17). Jesús lo resumió así: «“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente”. Este es el primero y el más importante de los mandamientos. El segundo se parece a este: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas» (Mateo 22:37–40).
Los Diez Mandamientos no fueron dados como una escalera para que el pueblo subiera hasta la presencia de Dios. Más bien, eran una hoja de ruta dada por Dios para aquellos que ya habían conocido la gracia y la redención de Dios. No se te dan para restringir tu libertad sino para salvaguardarla. Te ayudan a disfrutar de la libertad de vivir en una relación con Dios, mostrándote cómo vivir una vida santa al igual que Dios es santo. Tu amor por Dios mana del amor de Dios y es una respuesta al amor de Dios por ti.
Oración
Añadidos de Pippa
Pipa Añade
Marcos 1:35
Las palabras «muy de madrugada» suponen todo un reto para mí. No se me dan bien las mañanas y menos aún cuando todavía «está oscuro». La tentación de quedarse un ratito más en el calor de la cama es muy difícil de resistir, pero me doy cuenta de que es el mejor momento para encontrar un rato de paz ininterrumpida. Si Jesús se levantaba temprano para orar, al menos debo intentar hacer lo mismo.
Versículo del día
Marcos 1:35
'Muy de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, Jesús se levantó, salió de la casa y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar.'
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Referencias
Notes:
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