Cómo escuchar al Espíritu Santo
Introducción
Will Wisbey era un joven y exitoso agente de la propiedad. Era militantemente escéptico acerca del cristianismo. Un domingo, un amigo le invitó a HTB y durante el servicio, alguien tuvo una «palabra de conocimiento» diciendo lo siguiente: «Aquí hay un hombre que está esperando que le entreguen un vehículo deportivo descapotable en los próximos dos días. Ha trabajado toda su vida muy duro para lograr el éxito; el trabajo ha sido su vida. Tiene el automóvil, la casa y el nivel de vida, pero no es feliz. Y Dios quiere que él sepa que hay algo más importante a lo que él puede dedicarse».
Después, Will escribiría: «No lo podía creer. Mi nuevo automóvil era el mejor que había comprado jamás en toda mi vida. Literalmente, debía llegar en dos días y no se lo había contado a nadie. Ganaba 100 000 libras al año y mi trabajo era mi vida. Aquella noche, oré de verdad por primera vez en mi vida».
Will se encontró con Jesucristo y fue lleno del Espíritu Santo. Ahora dice que sabe «que Jesús existe, me ama y está conmigo».
Muchos de nosotros vivimos en un mundo ruidoso y lleno de ocupaciones. En medio de todo el ruido, las conversaciones y las distracciones, ¿cómo hacer para escuchar la voz del Espíritu Santo?
Proverbios 20:15-24
15 Oro hay, y abundan las piedras preciosas,
pero aún más valiosos son los labios del saber.
16 Toma la prenda del que salga fiador de un extraño;
reténla en garantía si la da en favor de desconocidos.
17 Tal vez sea agradable ganarse el pan con engaños,
pero uno acaba con la boca llena de arena.
18 Afirma tus planes con buenos consejos;
entabla el combate con buena estrategia.
19 El chismoso traiciona la confianza;
no te juntes con la gente que habla de más.
20 Al que maldiga a su padre y a su madre,
su lámpara se le apagará en la más densa oscuridad.
21 La herencia de fácil comienzo
no tendrá un final feliz.
22 Nunca digas: «¡Me vengaré de ese daño!»
Confía en el Señor, y él actuará por ti.
23 El Señor aborrece las pesas falsas
y reprueba el uso de medidas engañosas.
24 Los pasos del hombre los dirige el Señor.
¿Cómo puede el hombre entender su propio camino?
Comentario
1. Escucha la sabiduría y el conocimiento
Una de las maneras en la que puedes escuchar la voz del Espíritu Santo es mediante el sabio consejo de otras personas. La gente sabia y conocedora tiene un valor incalculable. «Vale más quien habla con sabiduría, que todo el oro y las joyas del mundo» (v.15, DHH) o como dice The Message: «Beber del hermoso cáliz del conocimiento es mejor que adornarse con oro y gemas preciosas» (v.15, MSG).
Busca ayuda a la hora de tomar decisiones importantes: «Afirma tus planes con buenos consejos» (v.18). Aunque seguirás siendo responsable de tus acciones: «Fórmate un propósito pidiendo consejo y después llévalo acabo usando toda la ayuda que puedas» (v.18, MSG).
El libro de Proverbios está lleno de sabios consejos. Te dice que te cuides de los cotilleos que traicionan la confianza y que evites a la gente que habla demasiado. «El chismoso traiciona la confianza; no te juntes con la gente que habla de más» (v.19, MSG). Una chismosa muy conocida tenía esta máxima bordada en su almohada: «Si no tienes nada bueno que decir de alguien, ¡ven y siéntate conmigo!».
Otro consejo es la advertencia contra la venganza: «Nunca digas: “¡Me vengaré de ese daño!” Confía en el Señor, y él actuará por ti» (v.22, MSG).
Escuchar al Espíritu Santo significa escuchar la palabra del Señor. «Los pasos del hombre los dirige el Señor. ¿Cómo puede el hombre entender su propio camino?» (v.24). Escucha al Espíritu Santo hablarte por medio de las Escrituras.
Oración
1 Corintios 14:1-19
El don de lenguas y el de profecía
14Empéñense en seguir el amor y ambicionen los dones espirituales, sobre todo el de profecía. 2 Porque el que habla en lenguas no habla a los demás sino a Dios. En realidad, nadie le entiende lo que dice, pues habla misterios por el Espíritu. 3 En cambio, el que profetiza habla a los demás para edificarlos, animarlos y consolarlos. 4 El que habla en lenguas se edifica a sí mismo; en cambio, el que profetiza edifica a la iglesia. 5 Yo quisiera que todos ustedes hablaran en lenguas, pero mucho más que profetizaran. El que profetiza aventaja al que habla en lenguas, a menos que éste también interprete, para que la iglesia reciba edificación.
6 Hermanos, si ahora fuera a visitarlos y les hablara en lenguas, ¿de qué les serviría, a menos que les presentara alguna revelación, conocimiento, profecía o enseñanza? 7 Aun en el caso de los instrumentos musicales, tales como la flauta o el arpa, ¿cómo se reconocerá lo que tocan si no dan distintamente sus sonidos? 8 Y si la trompeta no da un toque claro, ¿quién se va a preparar para la batalla? 9 Así sucede con ustedes. A menos que su lengua pronuncie palabras comprensibles, ¿cómo se sabrá lo que dicen? Será como si hablaran al aire. 10 ¡Quién sabe cuántos idiomas hay en el mundo, y ninguno carece de sentido! 11 Pero si no capto el sentido de lo que alguien dice, seré como un extranjero para el que me habla, y él lo será para mí. 12 Por eso ustedes, ya que tanto ambicionan dones espirituales, procuren que éstos abunden para la edificación de la iglesia.
13 Por esta razón, el que habla en lenguas pida en oración el don de interpretar lo que diga. 14 Porque si yo oro en lenguas, mi espíritu ora, pero mi entendimiento no se beneficia en nada. 15 ¿Qué debo hacer entonces? Pues orar con el espíritu, pero también con el entendimiento; cantar con el espíritu, pero también con el entendimiento. 16 De otra manera, si alabas a Dios con el espíritu, ¿cómo puede quien no es instruido decir «amén» a tu acción de gracias, puesto que no entiende lo que dices? 17 En ese caso tu acción de gracias es admirable, pero no edifica al otro.
18 Doy gracias a Dios porque hablo en lenguas más que todos ustedes. 19 Sin embargo, en la iglesia prefiero emplear cinco palabras comprensibles y que me sirvan para instruir a los demás, que diez mil palabras en lenguas.
Comentario
2. Escucha mediante los dones el Espíritu Santo
Exalta el amor, pero no subestimes de ninguna manera la importancia de los dones del Espíritu Santo. Pablo enfatiza ambos: «Empéñense en seguir el amor y ambicionen los dones espirituales, sobre todo el de profecía» (v.1). Alguna gente dice que deberíamos «desear al Dador y no los dones»; pero el Dador nos dice que ambicionemos los dones.
La profecía es uno de los dones del Espíritu Santo por medio de los cuales el Espíritu habla a la iglesia. Pablo enfatiza la importancia de este don para la iglesia. Es aún más importante que hablar en lenguas: «Yo quisiera que todos ustedes hablaran en lenguas, pero mucho más que profetizaran» (v.5a).
Aunque Pablo estaba hablando en una situación en la que el don de lenguas corría el peligro de ser mal utilizado; aun así se muestra notablemente positivo hacia el mismo. Pablo dice que aquellos que oran en lenguas se edifican a sí mismos (v.4) y que es un buen don para todos (v.5). Las lenguas son una manera de orar en el Espíritu (v.14) y consisten primordialmente en acción de gracias y alabanza (vv.16–17). Pablo da testimonio de su propio uso de este don: «Doy gracias a Dios porque hablo en lenguas más que todos ustedes» (v.18).
Pablo distingue entre el uso del don en privado (a lo cual anima en general) y el uso del don públicamente en la iglesia. Si uno habla en lenguas, hace falta que se interprete (vv.5,18–19). Cuando se usa junto con el don de interpretación, se convierte en equivalente a la profecía (v.5b).
El don de interpretación permite que la iglesia sea edificada después de que una lengua haya sido dada públicamente (v.5). Todos los que tienen el don de lenguas deberían orar también para que la iglesia pueda ser edificada.
La profecía es la capacidad de escuchar lo que Dios está diciendo y transmitírselo a los demás. Es un don espiritual de gran importancia en la iglesia y debería ser deseado ardientemente (v.1). No consiste necesariamente en predecir el futuro. Más bien suele consistir en transmitir lo que Dios está diciendo en la situación actual.
Los primeros cristianos llegaron a ver en esencia al Antiguo Testamento como una profecía (ver, por ejemplo, 2 Pedro 1:20). El Antiguo Testamento es un testimonio profético de Jesús. El Nuevo Testamento es el testimonio apostólico de Jesús. No hay nada equivalente hoy en día en términos de autoridad.
Las palabras de los profetas hoy en día no tienen la misma autoridad que las de los profetas y los apóstoles cuyas palabras formaron las Escrituras. Las Escrituras son para todos los cristianos, de todos los lugares y épocas. Una palabra profética es una palabra particular, inspirada por Dios, dada a una persona o grupo en particular, en un momento concreto para un propósito específico. Es un informe humano, a veces parcialmente equivocado, de algo que el Espíritu Santo ha traído a la mente de alguien.
Con todo, Pablo asigna un valor muy alto al don de profecía (1 Corintios 14:1) porque es un don que edifica a la iglesia (v.4) y puede causar un impacto en aquellos que «no creen»: «Si uno que no cree o uno que no entiende entra cuando todos están profetizando, \[…\] los secretos de su corazón quedarán al descubierto. Así que se postrará ante Dios y lo adorará, exclamando: “¡Realmente Dios está entre ustedes!”» (vv.24–25). Esto es exactamente lo que le pasó a Will Wisbey.
La profecía ha de ser verificada: «En cuanto a los profetas, que hablen dos o tres, y que los demás examinen con cuidado lo dicho» (v.29).
¿Es algo que está en consonancia con la Biblia? Dios no va a contradecirse a sí mismo.
¿Es íntegro el profeta? ¿Es una persona de amor? (v.1).
¿Cuál es el efecto de la profecía? Pablo escribe: «El que profetiza habla a los demás para edificarlos, animarlos y consolarlos» (v.3). Las verdaderas palabras proféticas de Dios siempre serán positivas en el sentido de que edificarán, animarán y consolarán.
En conjunto, las palabras proféticas confirman lo que Dios ya ha puesto en nuestros corazones. Si no estás seguro de una palabra profética, no te precipites sino haz lo que María, la madre de Jesús, hizo: espera y medítala en tu corazón.
Oración
2 Crónicas 10:1-12:16
División del reino
10Roboán fue a Siquén porque todos los israelitas se habían reunido allí para proclamarlo rey. 2 De esto se enteró Jeroboán hijo de Nabat, así que volvió de Egipto, que es adonde había huido del rey Salomón. 3 Cuando lo mandaron a buscar, él y todo Israel fueron a ver a Roboán y le dijeron:
4 —Su padre nos impuso un yugo pesado. Alívienos usted ahora el duro trabajo y el pesado yugo que él nos echó encima; así serviremos a Su Majestad.
5 —Váyanse por ahora —respondió Roboán—, pero vuelvan a verme dentro de tres días.
Cuando el pueblo se fue, 6 el rey Roboán consultó con los ancianos que en vida de su padre Salomón habían estado a su servicio.
—¿Qué me aconsejan ustedes que le responda a este pueblo? —preguntó.
7 Ellos respondieron:
—Si Su Majestad trata con bondad a este pueblo, y condesciende con ellos y les responde con amabilidad, ellos le servirán para siempre.
8 Pero Roboán rechazó el consejo que le dieron los ancianos, y consultó más bien con los jóvenes que se habían criado con él y que estaban a su servicio.
9 —¿Ustedes qué me aconsejan? —les preguntó—. ¿Cómo debo responderle a este pueblo que me dice: “Alívienos el yugo que su padre nos echó encima”?
10 Aquellos jóvenes, que se habían criado con él, le contestaron:
—El pueblo le ha dicho a Su Majestad: “Su padre nos impuso un yugo pesado; hágalo usted más ligero.” Pues bien, respóndales de este modo: “Mi dedo meñique es más grueso que la cintura de mi padre. 11 Si él les impuso un yugo pesado, ¡yo les aumentaré la carga! Y si él los castigaba a ustedes con una vara, ¡yo lo haré con un látigo!”
12 Al tercer día, en la fecha que el rey Roboán había indicado, Jeroboán regresó con todo el pueblo para presentarse ante él. 13 Pero el rey Roboán les respondió con brusquedad: rechazó el consejo de los ancianos, 14 y siguió más bien el de los jóvenes. Les dijo: «Si mi padre les impuso un yugo pesado; ¡yo les aumentaré la carga! Si él los castigaba a ustedes con una vara, ¡yo lo haré con un látigo!»
15 Y como el rey no escuchó al pueblo, las cosas tomaron este rumbo por voluntad de Dios. Así se cumplió la palabra que el Señor le había comunicado a Jeroboán hijo de Nabat por medio de Ahías el silonita.
16 Cuando se dieron cuenta de que el rey no iba a hacerles caso, todos los israelitas exclamaron a una:
«¡Pueblo de Israel, todos a sus casas!
¡Y tú, David, ocúpate de los tuyos!
¿Qué parte tenemos con David?
¿Qué herencia tenemos con el hijo de Isaí?»
Así que se fueron, cada uno a su casa. 17 Sin embargo, Roboán siguió reinando sobre los israelitas que vivían en las ciudades de Judá. 18 Más tarde, el rey Roboán envió a Adonirán para que supervisara el trabajo forzado, pero los israelitas lo mataron a pedradas. ¡A duras penas logró el rey subir a su carro y escapar a Jerusalén! 19 Desde entonces Israel ha estado en rebelión contra la familia de David.
11Roboán llegó a Jerusalén y movilizó a las familias de Judá y de Benjamín, ciento ochenta mil guerreros selectos en total, para hacer la guerra contra Israel y así recuperar el reino. 2 Pero la palabra del Señor vino a Semaías, hombre de Dios, y le dio este mensaje: 3 «Diles a Roboán hijo de Salomón, rey de Judá, y a todos los israelitas que están en Judá y en Benjamín, 4 que así dice el Señor: “No vayan a luchar contra sus hermanos. Regrese cada uno a su casa, porque es mi voluntad que esto haya sucedido.” » Y ellos obedecieron las palabras del Señor y desistieron de marchar contra Jeroboán.
Roboán fortifica las ciudades de Judá
5 Roboán se estableció en Jerusalén y fortificó las siguientes ciudades de Judá: 6 Belén, Etam, Tecoa, 7 Betsur, Soco, Adulán, 8 Gat, Maresá, Zif, 9 Adorayin, Laquis, Azeca, 10 Zora, Ayalón y Hebrón. Estas ciudades fueron fortificadas en Judá y en Benjamín. 11 Roboán nombró gobernantes, reforzó las fortificaciones, almacenó en ellas víveres, aceite y vino, 12 y las armó a todas con escudos y lanzas. Así fortificó completamente todas las ciudades y quedó en posesión de Judá y de Benjamín.
Los sacerdotes y los levitas apoyan a Roboán
13 De todas las regiones de Israel llegaron sacerdotes y levitas para unirse a Roboán. 14 Los levitas abandonaron sus campos de pastoreo y demás posesiones para irse a Judá y a Jerusalén, ya que Jeroboán y sus hijos les habían impedido ejercer el sacerdocio del Señor. 15 En su lugar, Jeroboán había nombrado sacerdotes para los santuarios paganos y para el culto a los machos cabríos y a los becerros que había mandado hacer. 16 Tras los levitas se fue gente de todas las tribus de Israel que con todo el corazón buscaba al Señor, Dios de Israel. Llegaron a Jerusalén para ofrecer sacrificios al Señor, Dios de sus antepasados. 17 Así consolidaron el reino de Judá, y durante tres años apoyaron a Roboán hijo de Salomón y siguieron el buen ejemplo de David y Salomón.
Esposas e hijos de Roboán
18 Roboán se casó con Majalat hija de Jerimot, el hijo de David y de Abijaíl, hija de Eliab y nieta de Isaí. 19 Los hijos que ella le dio fueron Jeús, Semarías y Zaján. 20 Después se casó con Macá hija de Absalón. Los hijos que ella le dio fueron Abías, Atay, Ziza y Selomit. 21 Roboán amó a Macá hija de Absalón más que a sus otras esposas y concubinas. En total, tuvo dieciocho esposas y sesenta concubinas, y fue padre de veintiocho hijos y de sesenta hijas.
22 Roboán puso como jefe de sus hermanos a Abías hijo de Macá, pues tenía la intención de hacerlo rey. 23 Y actuó con astucia, pues a sus otros hijos les dio víveres en abundancia, les consiguió muchas esposas y los dispersó por todo el territorio de Judá y de Benjamín y por todas las ciudades fortificadas.
Sisac invade Jerusalén
12Después de que Roboán consolidó su reino y se afirmó en el trono, él y todo Israel abandonaron la ley del Señor 2 y le fueron infieles. Por eso en el quinto año del reinado de Roboán, Sisac, rey de Egipto, atacó a Jerusalén. 3 Con mil doscientos carros de combate, sesenta mil jinetes y una innumerable multitud de libios, suquíes y cusitas procedentes de Egipto, 4 Sisac conquistó las ciudades fortificadas de Judá y llegó hasta Jerusalén.
5 Entonces el profeta Semaías se presentó ante Roboán y los jefes de Judá que por miedo a Sisac se habían reunido en Jerusalén, y les dijo:
—Así dice el Señor: “Como ustedes me abandonaron, ahora yo también los abandono, para que caigan en manos de Sisac.”
6 Los jefes israelitas y el rey confesaron con humildad:
—¡El Señor es justo!
7 Cuando el Señor vio que se habían humillado, le habló nuevamente a Semaías y le dijo: «Puesto que han mostrado humildad, ya no voy a destruirlos; dentro de poco tiempo los libraré. No voy a permitir que Sisac ejecute mi castigo sobre Jerusalén, 8 aunque sí dejaré que los someta a su dominio, para que aprendan la diferencia que hay entre servirme a mí y servir a los reyes de otros países.»
9 Sisac, rey de Egipto, atacó a Jerusalén y se llevó los tesoros del templo del Señor y del palacio real. Se lo llevó todo, aun los escudos de oro que Salomón había hecho. 10 Para reemplazarlos, el rey Roboán mandó hacer escudos de bronce y los puso al cuidado de los jefes de la guardia que custodiaba la entrada del palacio real. 11 Siempre que el rey iba al templo del Señor, los guardias lo acompañaban portando los escudos, pero luego los devolvían a la sala de los centinelas.
12 Por haberse humillado Roboán, y porque aún quedaba algo bueno en Judá, el Señor apartó su ira de él y no lo destruyó por completo, 13 así que el rey Roboán afirmó su trono y continuó reinando en Jerusalén. Su madre era una amonita llamada Noamá.
Roboán tenía cuarenta y un años cuando ascendió al trono, y reinó diecisiete años en Jerusalén, la ciudad donde, de entre todas las tribus de Israel, el Señor había decidido habitar. 14 Pero Roboán actuó mal, porque no tuvo el firme propósito de buscar al Señor.
15 Los acontecimientos del reinado de Roboán, desde el primero hasta el último, incluyendo las constantes guerras que hubo entre Jeroboán y él, están escritos en las crónicas del profeta Semaías y del vidente Idó.
16 Cuando Roboán murió, fue sepultado en la Ciudad de David. Y su hijo Abías lo sucedió en el trono.
Comentario
3. Escucha el buen consejo y las palabras proféticas
Roboán cometió un gran error. El Espíritu Santo le habló por medio de los ancianos que le dijeron: «Si Su Majestad trata con bondad a este pueblo, y condesciende con ellos y les responde con amabilidad, ellos le servirán para siempre» (10:7).
Roboán cometió el error de rechazar el consejo de los ancianos (v.8). En vez de eso escuchó un malísimo consejo proveniente de un joven con el que había crecido (vv.10-11).
«No escuchó al pueblo» (v.15). Cuando todo Israel vio que «el rey no iba a hacerles caso» (v.16), se rebelaron.
Pero Dios no dejó de hablar a Roboán. «La palabra del Señor vino a Semaías, hombre de Dios» y le fue dicho que fuera y le dijera a Roboán: «Así dice el Señor…» (11:2–4a).
Esta vez el rey y el pueblo se unieron en la escucha del Señor: «Obedecieron las palabras del Señor y desistieron de marchar contra Jeroboán» (v.4b).
Más tarde, Dios habló otra vez por medio del profeta Semaías: «Como ustedes me abandonaron, ahora yo también los abandono» (12:5). Una vez más, escucharon y «confesaron con humildad: ―¡El Señor es justo!» (v.6). Como consecuencia, «Cuando el Señor vio que se habían humillado, le habló nuevamente a Semaías y le dijo: “Puesto que han mostrado humildad, ya no voy a destruirlos; dentro de poco tiempo los libraré…”» (v.7).
Oración
Añadidos de Pippa
1 Corintios 14:4
«El que habla en lenguas se edifica a sí mismo».
Cuando hace algunos años a una amiga le preguntaron si querría el don de lenguas, respondió: «Si es de ayuda». Necesito recibir toda la ayuda posible. Estoy muy agradecida a Dios por este don, pues muchas veces, cuando no he podido expresar lo que estaba sintiendo, he usado este don para sacar lo que hay en mi corazón.
Versículo del día
Proverbios 20:19
'El chismoso traiciona la confianza; no te juntes con la gente que habla de más.'
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Nueva Versión Inernacional (NVI)
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