Transforma tu mundo
Introducción
Darrell Tunningley empezó «robando las placas de automóviles costosos como Mercedes y Porsche». Más adelante, hizo esta reflexión: «Es aterrador lo rápido que puedes pasar de robar barras de chocolate Mars a robar autos».
Se convirtió en drogadicto: «Cuando empecé a usar la heroína realmente creí que podía controlarlo y que la droga nunca me iba a controlar. ¡Qué equivocado estaba!». Pronto Darrell vendía drogas por su cuenta. Finalmente, fue condenado a cinco años y medio de prisión por robo a mano armada; se había convertido en un hombre extremadamente violento.
En prisión. accedió a asistir a Alpha principalmente por la oferta de «café y galletas gratis» y allí encontró a Jesucristo. Darrell cita 2 Corintios 5:17: «Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!». Estaba lleno del Espíritu Santo.
Lo describe así: «La vida nunca había sido tan buena, tenía barrotes en las ventanas pero nunca me había sentido tan libre». Comenzó a organizar Alpha en la cárcel y «más personas comenzaron a hacerse cristianas en la prisión y en el servicio del domingo el números de asistentes seguía subiendo; cada vez más personas elegían vivir una vida libre de drogas».
Darrell salió de prisión el 4 de agosto de 2000, ordenándose como ministro acreditado de las Asambleas de Dios. Conoció a una joven llamada Rebeca y desde entonces se convirtió en esposo y padre.
Darrell escribe en el libro sobre su vida «Unreachable» (Inalcanzable): «Si usted ha leído este libro porque siente que está tirando su vida por el desagüe del inodoro, simplemente pare y atrévase a soñar con lo que Dios puede tener reservado para usted. Recuerde a un adicto a la heroína que fue condenado por robo a mano armada, pero Dios entró en su vida y le dio un futuro como nunca podría haber soñado».
Salmos 79:1-13
Salmo de Asaf.
1 Oh Dios, los pueblos paganos han invadido tu herencia;
han profanado tu santo templo,
han dejado en ruinas a Jerusalén.
2 Han entregado los cadáveres de tus siervos
como alimento de las aves del cielo;
han destinado los cuerpos de tus fieles
para comida de los animales salvajes.
3 Por toda Jerusalén han derramado su sangre,
como si derramaran agua,
y no hay quien entierre a los muertos.
4 Nuestros vecinos hacen mofa de nosotros;
somos blanco de las burlas de quienes nos rodean.
5 ¿Hasta cuándo, Señor?
¿Vas a estar enojado para siempre?
¿Arderá tu celo como el fuego?
6 ¡Enójate con las naciones que no te reconocen,
con los reinos que no invocan tu nombre!
7 Porque a Jacob se lo han devorado,
y al país lo han dejado en ruinas.
8 No nos tomes en cuenta los pecados de ayer;
¡venga pronto tu misericordia a nuestro encuentro,
porque estamos totalmente abatidos!
9 Oh Dios y salvador nuestro,
por la gloria de tu nombre, ayúdanos;
por tu nombre, líbranos y perdona nuestros pecados.
10 ¿Por qué van a decir las naciones:
«¿Dónde está su Dios?»
Permítenos ver, y muéstrales a los pueblos paganos
cómo tomas venganza de la sangre de tus siervos.
11 Que lleguen a tu presencia
los gemidos de los cautivos,
y por la fuerza de tu brazo
salva a los condenados a muerte.
12 Señor, haz que sientan nuestros vecinos,
siete veces y en carne propia,
el oprobio que han lanzado contra ti.
13 Y nosotros, tu pueblo y ovejas de tu prado,
te alabaremos por siempre;
de generación en generación
cantaremos tus alabanzas.
Comentario
1. Ora por la transformación de tu nación
El cambio es posible; Dios puede transformar vidas individuales así como ciudades y naciones.
El pueblo de Dios se exilió en el siglo VI a. C.: «Oh Dios, los pueblos paganos han invadido tu herencia; han profanado tu santo templo, han dejado en ruinas a Jerusalén. \[…\]. Nuestros vecinos hacen mofa de nosotros; somos blanco de las burlas de quienes nos rodean» (vv.1,4). El salmista ve que el nombre de Dios es deshonrado al considerar la destrucción del templo y el exilio.
En el Reino Unido, vemos hoy en día iglesias clausuradas y vemos como el nombre de Dios es deshonrado. El pueblo de Dios es una vez más objeto de burla y desprecio.
El salmista ora: «Oh Señor, ¿hasta cuándo estarás enojado? \[…\]; ¡que venga tu ternura pronto a nuestro encuentro, porque estamos abatidos! Oh Dios, Salvador nuestro, ¡ayúdanos, líbranos y perdónanos, por la gloria de tu nombre!» (vv.5,8-9).
Esta es una oración de desesperación pero también de fe, pues Dios tiene el poder de transformar la situación. Atrévete a soñar con el día en que Dios responda a tu oración por tu nación: «Y nosotros, tu pueblo \[…\], te alabaremos por siempre» (v.13).
Oración
Hechos 21:27-22:21
Arresto de Pablo
27 Cuando estaban a punto de cumplirse los siete días, unos judíos de la provincia de Asia vieron a Pablo en el templo. Alborotaron a toda la multitud y le echaron mano, 28 gritando: «¡Israelitas! ¡Ayúdennos! Éste es el individuo que anda por todas partes enseñando a toda la gente contra nuestro pueblo, nuestra ley y este lugar. Además, hasta ha metido a unos griegos en el templo, y ha profanado este lugar santo.»
29 Ya antes habían visto en la ciudad a Trófimo el efesio en compañía de Pablo, y suponían que Pablo lo había metido en el templo.
30 Toda la ciudad se alborotó. La gente se precipitó en masa, agarró a Pablo y lo sacó del templo a rastras, e inmediatamente se cerraron las puertas. 31 Estaban por matarlo, cuando se le informó al comandante del batallón romano que toda la ciudad de Jerusalén estaba amotinada. 32 En seguida tomó algunos centuriones con sus tropas, y bajó corriendo hacia la multitud. Al ver al comandante y a sus soldados, los amotinados dejaron de golpear a Pablo.
33 El comandante se abrió paso, lo arrestó y ordenó que lo sujetaran con dos cadenas. Luego preguntó quién era y qué había hecho. 34 Entre la multitud cada uno gritaba una cosa distinta. Como el comandante no pudo averiguar la verdad a causa del alboroto, mandó que condujeran a Pablo al cuartel. 35 Cuando Pablo llegó a las gradas, los soldados tuvieron que llevárselo en vilo debido a la violencia de la turba. 36 El pueblo en masa iba detrás gritando: «¡Que lo maten!»
Pablo se dirige a la multitud
37 Cuando los soldados estaban a punto de meterlo en el cuartel, Pablo le preguntó al comandante:
—¿Me permite decirle algo?
—¿Hablas griego? —replicó el comandante—. 38 ¿No eres el egipcio que hace algún tiempo provocó una rebelión y llevó al desierto a cuatro mil guerrilleros?
39 —No, yo soy judío, natural de Tarso, una ciudad muy importante de Cilicia —le respondió Pablo—. Por favor, permítame hablarle al pueblo.
40 Con el permiso del comandante, Pablo se puso de pie en las gradas e hizo una señal con la mano a la multitud. Cuando todos guardaron silencio, les dijo en arameo:
22«Padres y hermanos, escuchen ahora mi defensa.»
2 Al oír que les hablaba en arameo, guardaron más silencio.
Pablo continuó: 3 «Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero criado en esta ciudad. Bajo la tutela de Gamaliel recibí instrucción cabal en la ley de nuestros antepasados, y fui tan celoso de Dios como cualquiera de ustedes lo es hoy día. 4 Perseguí a muerte a los seguidores de este Camino, arrestando y echando en la cárcel a hombres y mujeres por igual, 5 y así lo pueden atestiguar el sumo sacerdote y todo el Consejo de ancianos. Incluso obtuve de parte de ellos cartas de extradición para nuestros hermanos judíos en Damasco, y fui allá con el fin de traer presos a Jerusalén a los que encontrara, para que fueran castigados.
6 »Sucedió que a eso del mediodía, cuando me acercaba a Damasco, una intensa luz del cielo relampagueó de repente a mi alrededor. 7 Caí al suelo y oí una voz que me decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” 8 “¿Quién eres, Señor?”, pregunté. “Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues”, me contestó él. 9 Los que me acompañaban vieron la luz, pero no percibieron la voz del que me hablaba. 10 “¿Qué debo hacer, Señor?”, le pregunté. “Levántate —dijo el Señor—, y entra en Damasco. Allí se te dirá todo lo que se ha dispuesto que hagas.” 11 Mis compañeros me llevaron de la mano hasta Damasco porque el resplandor de aquella luz me había dejado ciego.
12 »Vino a verme un tal Ananías, hombre devoto que observaba la ley y a quien respetaban mucho los judíos que allí vivían. 13 Se puso a mi lado y me dijo: “Hermano Saulo, ¡recibe la vista!” Y en aquel mismo instante recobré la vista y pude verlo. 14 Luego dijo: “El Dios de nuestros antepasados te ha escogido para que conozcas su voluntad, y para que veas al Justo y oigas las palabras de su boca. 15 Tú le serás testigo ante toda persona de lo que has visto y oído. 16 Y ahora, ¿qué esperas? Levántate, bautízate y lávate de tus pecados, invocando su nombre.”
17 »Cuando volví a Jerusalén, mientras oraba en el templo tuve una visión 18 y vi al Señor que me hablaba: “¡Date prisa! Sal inmediatamente de Jerusalén, porque no aceptarán tu testimonio acerca de mí.” 19 “Señor —le respondí—, ellos saben que yo andaba de sinagoga en sinagoga encarcelando y azotando a los que creen en ti; 20 y cuando se derramaba la sangre de tu testigo Esteban, ahí estaba yo, dando mi aprobación y cuidando la ropa de quienes lo mataban.” 21 gentiles”
Comentario
2. Testifica sobre la transformación en tu vida
Tienes un testimonio de la transformación que Jesús ha traído a tu vida. Puede que no sea algo tan drástico como la historia de Darrell Tunningley o la del apóstol Pablo; sin embargo, la historia de tu relación con Jesús es poderosa.
Una vez más, Pablo estaba metido en problemas: la multitud estaba alborotada (Hechos 21:27). La gente había hecho falsas suposiciones acerca de él (v.29), estaban tratando de «matarlo» (v.31). Lo golpearon (v.32) y lo arrestaron (v.33), lo sujetaron con dos cadenas (v.33); se enfrentó a la violencia de la multitud (v.35). ¿Cómo respondió Pablo?
Les habló de Jesús. Contó su testimonio —como otras veces—, compartiendo lo que Jesús había hecho en su vida. Este es un buen modelo de cómo debes dar tu testimonio siempre que tengas oportunidad. El Espíritu Santo está viviendo dentro de ti y siempre trae cambios a nuestra vida al transformarnos a la semejanza de Jesús (2 Corintios 3:18). Cuando tengas la oportunidad de contar tu historia, ¿qué debes decir?
- Identifícate con tu audiencia
Diles cómo eras antes: Pablo se identifica con su audiencia al hablar en arameo (Hechos 21:40); resalta las partes de su vida con las que se identificaría el pueblo de Jerusalén; como le está hablando a los judíos, solamente habla de sus títulos judíos: «Yo soy judío, \[…\], y fui tan celoso de Dios como cualquiera de ustedes lo es hoy día» (22:3).
Pablo resalta que solía perseguir a los cristianos, que los encadenaba, azotaba y echaba a la cárcel (vv.4-20), tal como ellos estaban tratando de hacerlo con él en aquel momento.
Cuando presentes tu testimonio, encuentra puntos en común con tu audiencia. Por ejemplo a menudo los testimonios de Alpha comienzan con aspectos de sus historias con los que otros pueden identificarse, o que probablemente resuenen en los invitados. Comienza diciendo cosas como, «Yo era ateo... Yo era alcohólico... Yo era un drogadicto... Yo me oponía a la iglesia» según sea tu caso.
- Cuéntales lo que pasó contigo
Luego, Pablo da una descripción detallada de lo que le pasó cuando se encontró con Jesús. Pablo oyó la voz de Jesús cuando se le apareció en el camino a Damasco; Jesús le hizo preguntas y le dio instrucciones y él escuchaba y hacía lo que Jesús le había ordenado.
Animemos a la gente a describir su conversión en términos muy concretos, como lo hace Pablo en este pasaje. Son esos detalles los que la hacen real y poderosa.
- Describe la diferencia que Jesús ha hecho o marcado en tu vida
Ananías predice sobre Pablo: «… serás testigo ante toda persona de lo que has visto y oído. Y ahora, ¿qué esperas? Levántate, bautízate y lávate de tus pecados, invocando su nombre» (vv.15-16). El que había estado persiguiendo a los cristianos fue llamado a predicar el evangelio a los gentiles (v.21).
De nuevo, animamos a las personas que dan su testimonio a describir la transformación que Jesús ha obrado en sus vidas de una manera concreta. ¡La historia de una vida cambiada es muy poderosa! Una forma en la que puedes participar en la transformación del mundo que te rodea es contando tu historia.
Oración
2 Reyes 4:38-6:23
El milagro de la comida
38 Eliseo regresó a Guilgal y se encontró con que en esos días había mucha hambre en el país. Por tanto, se reunió con la comunidad de profetas y le ordenó a su criado: «Pon esa olla grande en el fogón y prepara un guisado para los profetas.»
39 En eso, uno de ellos salió al campo para recoger hierbas; allí encontró una planta silvestre y arrancó varias frutas hasta llenar su manto. Al regresar, las cortó en pedazos y las echó en el guisado sin saber qué eran. 40 Sirvieron el guisado, pero cuando los hombres empezaron a comerlo, gritaron:
—¡Hombre de Dios, esto es veneno!
Así que no pudieron comer. 41 Entonces Eliseo ordenó:
—Tráiganme harina.
Y luego de echar la harina en la olla, dijo:
—Sírvanle a la gente para que coma.
Y ya no hubo nada en la olla que les hiciera daño.
Alimentación de cien hombres
42 De Baal Salisá llegó alguien que le llevaba al hombre de Dios pan de los primeros frutos: veinte panes de cebada y espigas de trigo fresco. Eliseo le dijo a su criado:
—Dale de comer a la gente.
43 —¿Cómo voy a alimentar a cien personas con esto? —replicó el criado.
Pero Eliseo insistió:
—Dale de comer a la gente, pues así dice el Señor: “Comerán y habrá de sobra.”
44 Entonces el criado les sirvió el pan y, conforme a la palabra del Señor, la gente comió y hubo de sobra.
Eliseo sana a Naamán
5Naamán, jefe del ejército del rey de Siria, era un hombre de mucho prestigio y gozaba del favor de su rey porque, por medio de él, el Señor le había dado victorias a su país. Era un soldado valiente, pero estaba enfermo de lepra.
2 En cierta ocasión los sirios, que salían a merodear, capturaron a una muchacha israelita y la hicieron criada de la esposa de Naamán. 3 Un día la muchacha le dijo a su ama: «Ojalá el amo fuera a ver al profeta que hay en Samaria, porque él lo sanaría de su lepra.»
4 Naamán fue a contarle al rey lo que la muchacha israelita había dicho. 5 El rey de Siria le respondió:
—Bien, puedes ir; yo le mandaré una carta al rey de Israel.
Y así Naamán se fue, llevando treinta mil monedas de plata, seis mil monedas de oro y diez mudas de ropa. 6 La carta que le llevó al rey de Israel decía: «Cuando te llegue esta carta, verás que el portador es Naamán, uno de mis oficiales. Te lo envío para que lo sanes de su lepra.»
7 Al leer la carta, el rey de Israel se rasgó las vestiduras y exclamó: «¿Y acaso soy Dios, capaz de dar vida o muerte, para que ese tipo me pida sanar a un leproso? ¡Fíjense bien que me está buscando pleito!»
8 Cuando Eliseo, hombre de Dios, se enteró de que el rey de Israel se había rasgado las vestiduras, le envió este mensaje: «¿Por qué está Su Majestad tan molesto? ¡Mándeme usted a ese hombre, para que sepa que hay profeta en Israel!»
9 Así que Naamán, con sus caballos y sus carros, fue a la casa de Eliseo y se detuvo ante la puerta. 10 Entonces Eliseo envió un mensajero a que le dijera: «Ve y zambúllete siete veces en el río Jordán; así tu piel sanará, y quedarás limpio.»
11 Naamán se enfureció y se fue, quejándose: «¡Yo creí que el profeta saldría a recibirme personalmente para invocar el nombre del Señor su Dios, y que con un movimiento de la mano me sanaría de la lepra! 12 ¿Acaso los ríos de Damasco, el Abaná y el Farfar, no son mejores que toda el agua de Israel? ¿Acaso no podría zambullirme en ellos y quedar limpio?» Furioso, dio media vuelta y se marchó.
13 Entonces sus criados se le acercaron para aconsejarle: «Señor, si el profeta le hubiera mandado hacer algo complicado, ¿usted no le habría hecho caso? ¡Con más razón si lo único que le dice a usted es que se zambulla, y así quedará limpio!» 14 Así que Naamán bajó al Jordán y se sumergió siete veces, según se lo había ordenado el hombre de Dios. ¡Y su piel se volvió como la de un niño, y quedó limpio! 15 Luego Naamán volvió con todos sus acompañantes y, presentándose ante el hombre de Dios, le dijo:
—Ahora reconozco que no hay Dios en todo el mundo, sino sólo en Israel. Le ruego a usted aceptar un regalo de su servidor.
16 Pero Eliseo respondió:
—¡Tan cierto como que vive el Señor, a quien yo sirvo, que no voy a aceptar nada!
Y por más que insistió Naamán, Eliseo no accedió.
17 —En ese caso —persistió Naamán—, permítame usted llevarme dos cargas de esta tierra, ya que de aquí en adelante su servidor no va a ofrecerle holocaustos ni sacrificios a ningún otro dios, sino sólo al Señor. 18 Y cuando mi señor el rey vaya a adorar en el templo de Rimón y se apoye de mi brazo, y yo me vea obligado a inclinarme allí, desde ahora ruego al Señor que me perdone por inclinarme en ese templo.
19 —Puedes irte en paz —respondió Eliseo.
Naamán se fue, y ya había recorrido cierta distancia 20 cuando Guiezi, el criado de Eliseo, hombre de Dios, pensó: «Mi amo ha sido demasiado bondadoso con este sirio Naamán, pues no le aceptó nada de lo que había traído. Pero yo voy a correr tras él, a ver si me da algo. ¡Tan cierto como que el Señor vive!»
21 Así que Guiezi se fue para alcanzar a Naamán. Cuando éste lo vio correr tras él, se bajó de su carro para recibirlo y lo saludó. 22 Respondiendo al saludo, Guiezi dijo:
—Mi amo me ha enviado con este mensaje: “Dos jóvenes de la comunidad de profetas acaban de llegar de la sierra de Efraín. Te pido que me des para ellos tres mil monedas de plata y dos mudas de ropa.”
23 —Por favor, llévate seis mil —respondió Naamán, e insistió en que las aceptara.
Echó entonces las monedas en dos sacos, junto con las dos mudas de ropa, y todo esto se lo entregó a dos criados para que lo llevaran delante de Guiezi. 24 Al llegar a la colina, Guiezi tomó los sacos y los guardó en la casa; después despidió a los hombres, y éstos se fueron. 25 Entonces Guiezi se presentó ante su amo.
—¿De dónde vienes, Guiezi? —le preguntó Eliseo.
—Su servidor no ha ido a ninguna parte —respondió Guiezi.
26 Eliseo replicó:
—¿No estaba yo presente en espíritu cuando aquel hombre se bajó de su carro para recibirte? ¿Acaso es éste el momento de recibir dinero y ropa, huertos y viñedos, ovejas y bueyes, criados y criadas? 27 Ahora la lepra de Naamán se les pegará ti y a tus descendientes para siempre.
No bien había salido Guiezi de la presencia de Eliseo cuando ya estaba blanco como la nieve por causa de la lepra.
El milagro del hacha
6Un día, los miembros de la comunidad de los profetas le dijeron a Eliseo:
—Como puede ver, el lugar donde ahora vivimos con usted nos resulta pequeño. 2 Es mejor que vayamos al Jordán. Allí podremos conseguir madera y construir un albergue.
—Bien, vayan —respondió Eliseo.
3 Pero uno de ellos le pidió:
—Acompañe usted, por favor, a sus servidores.
Eliseo consintió 4 en acompañarlos, y cuando llegaron al Jordán empezaron a cortar árboles. 5 De pronto, al cortar un tronco, a uno de los profetas se le zafó el hacha y se le cayó al río.
—¡Ay, maestro! —gritó—. ¡Esa hacha no era mía!
6 —¿Dónde cayó? —preguntó el hombre de Dios.
Cuando se le indicó el lugar, Eliseo cortó un palo y, echándolo allí, hizo que el hacha saliera a flote.
7 —Sácala —ordenó Eliseo.
Así que el hombre extendió el brazo y la sacó.
Eliseo captura una tropa siria
8 El rey de Siria, que estaba en guerra con Israel, deliberó con sus ministros y les dijo: «Vamos a acampar en tal lugar.» 9 Pero el hombre de Dios le envió este mensaje al rey de Israel: «Procura no pasar por este sitio, pues los sirios te han tendido allí una emboscada.» 10 Así que el rey de Israel envió a reconocer el lugar que el hombre de Dios le había indicado. Y en varias otras ocasiones Eliseo le avisó al rey, de modo que éste tomó precauciones. 11 El rey de Siria, enfurecido por lo que estaba pasando, llamó a sus ministros y les reclamó:
—¿Quieren decirme quién está informando al rey de Israel?
12 —Nadie, mi señor y rey —respondió uno de ellos—. El responsable es Eliseo, el profeta que está en Israel. Es él quien le comunica todo al rey de Israel, aun lo que Su Majestad dice en su alcoba.
13 —Pues entonces averigüen dónde está —ordenó el rey—, para que mande a capturarlo.
Cuando le informaron que Eliseo estaba en Dotán, 14 el rey envió allá un destacamento grande, con caballos y carros de combate. Llegaron de noche y cercaron la ciudad. 15 Por la mañana, cuando el criado del hombre de Dios se levantó para salir, vio que un ejército con caballos y carros de combate rodeaba la ciudad.
—¡Ay, mi señor! —exclamó el criado—. ¿Qué vamos a hacer?
16 —No tengas miedo —respondió Eliseo—. Los que están con nosotros son más que ellos.
17 Entonces Eliseo oró: « Señor, ábrele a Guiezi los ojos para que vea.» El Señor así lo hizo, y el criado vio que la colina estaba llena de caballos y de carros de fuego alrededor de Eliseo. 18 Como ya los sirios se acercaban a él, Eliseo volvió a orar: « Señor, castiga a esta gente con ceguera.» Y él hizo lo que le pidió Eliseo.
19 Luego Eliseo les dijo: «Ésta no es la ciudad adonde iban; han tomado un camino equivocado. Síganme, que yo los llevaré adonde está el hombre que buscan.» Pero los llevó a Samaria. 20 Después de entrar en la ciudad, Eliseo dijo: « Señor, ábreles los ojos, para que vean.» El Señor así lo hizo, y ellos se dieron cuenta de que estaban dentro de Samaria. 21 Cuando el rey de Israel los vio, le preguntó a Eliseo:
—¿Los mato, mi señor? ¿Los mato?
22 —No, no los mates —contestó Eliseo—. ¿Acaso los has capturado con tu espada y tu arco, para que los mates? Mejor sírveles comida y agua para que coman y beban, y que luego vuelvan a su rey.
23 Así que el rey de Israel les dio un tremendo banquete. Cuando terminaron de comer, los despidió, y ellos regresaron a su rey. Y las bandas de sirios no volvieron a invadir el territorio israelita.
Comentario
3. Reconoce que la transformación es un acto de gracia
Dios realizó varios milagros a través de Eliseo: milagros de alimentación (4:38-44), del hacha flotante (6:1-7) y la ceguera de los sirios (vv.8-23). No solo se hicieron milagros a través de él, sino que también tuvo un don profético notable: «Eliseo, el profeta que está en Israel. Es él quien le comunica todo al rey de Israel, aun lo que Su Majestad dice en su alcoba» (v.12). En medio de estos relatos, leemos acerca de una notable transformación en la vida de un general sirio.
Naamán fue el jefe del ejército del rey de Aram. Era «un hombre de mucho prestigio» (5:1), pero tenía un problema, «estaba enfermo de lepra» (v.1). Naamán escucha por medio de una joven sirvienta, acerca de la posibilidad de sanarse a través del poder de Dios (vv.2-4).
Acostumbrado a conseguir las cosas usando su poder y su dinero, llevó «treinta mil monedas de plata, seis mil monedas de oro y diez mudas de ropa» (v.5).
Cuando finalmente llega a encontrarse con el mensajero de Eliseo, se le comunica: «Ve y zambúllete siete veces en el río Jordán; así tu piel sanará, y quedarás limpio» (v.10). Inicialmente se enfurece y se marcha (vv.11-12). Esperaba recibir sanación de una manera más grandiosa y menos humillante. El orgullo puede evitar que recibas todo lo que Dios quiere darte.
Sin embargo, alentado por sus criados, se sumerge siete veces en el Jordán «¡Y su piel se volvió como la de un niño, y quedó limpio!» (v.14). Queda transformado completamente y afirma:«Ahora reconozco que no hay Dios en todo el mundo, sino solo en Israel» (v.15).
Ofrece pagar por su sanación pero Eliseo se niega a aceptar alguna cosa. Guiezi comete el lamentable error de intentar ganar dinero con la gracia de Dios (vv.19-27). La sanación y la transformación son dones de Dios por gracia y no pueden ser comprados.
Oración
Añadidos de Pippa
2 Reyes 6:16
«―No tengas miedo —respondió Eliseo—. Los que están con nosotros son más que ellos».
Si te sientes rodeado de dificultades y bajo ataque, recuerda que cuando todo parece en tu contra, Dios tiene un poderoso ejército que puede venir y liberarte.
Versículo del día
Salmo 79:9b
'Por tu nombre, líbranos y perdona nuestros pecados.'
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Referencias
Nueva Versión Inernacional (NVI)
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