Aleluya
Introducción
Casi 50 millones de personas han visto hasta ahora el video de YouTube de unos desprevenidos compradores que reciben una sorpresa mientras están comiendo. Una joven mujer, que aparenta estar disfrutando su almuerzo en la zona de restaurantes se levanta; mientras parece estar hablando por su teléfono, comienza a cantar el estribillo de «Aleluya». Todas las personas alrededor de ella (que están confabuladas) resultan ser cantantes de ópera que se levantan y se unen de uno en uno a la canción.
(http://www.youtube.com/watch?v=SXh7JR9oKVE&feature=youtube\_gdata\_player)
«El Mesías» es la obra más famosa de Frederick Händel y cuenta la historia de Jesús, el Mesías. La segunda parte trata de su muerte en la cruz y su ascensión a los cielos; termina con el estribillo de «Aleluya». En la primavera de 1742, el rey Jorge II se puso en pie al sonar las primeras notas del triunfante «Aleluya». El protocolo real siempre ha requerido que cada vez que el monarca se ponga en pie, igualmente lo haga todo aquel que esté en su presencia. Así que todo el público y la orquesta se levantaron. El rey Jorge II había aceptado que también él estaba sujeto al Señor de señores y al Rey de reyes.
La palabra «Aleluya» es una invitación a la alabanza, pues significa literalmente «Alaba (Hallal) al Señor» (Yahveh). Aparece en 25 ocasiones en el Antiguo Testamento (principalmente en los Salmos), y cuatro veces en el Nuevo Testamento, todas ellas en nuestro pasaje de hoy.
Salmos 148:1-6
Salmo 148
1 ¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!
Alaben al Señor desde los cielos,
alábenlo desde las alturas.
2 Alábenlo, todos sus ángeles,
alábenlo, todos sus ejércitos.
3 Alábenlo, sol y luna,
alábenlo, estrellas luminosas.
4 Alábenlo ustedes, altísimos cielos,
y ustedes, las aguas que están sobre los cielos.
5 Sea alabado el nombre del Señor,
porque él dio una orden y todo fue creado.
6 Todo quedó afirmado para siempre;
emitió un decreto que no será abolido.
Comentario
1. Los salmos aleluya
En los conciertos de rock, los partidos de fútbol y otros grandes eventos deportivos, vemos escenas de entusiasmo desbordado. Pero todos estos eventos tendrían que palidecer por su insignificancia comparada con nuestra desbordante alabanza a Dios.
Las palabras de apertura de este salmo son «¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!» (v.1). Los últimos cinco salmos (Salmos 146–150) empiezan y terminan cada uno de ellos con «aleluya». Los salmos, igual que el Nuevo Testamento y la Biblia entera, terminan con una alabanza desbordada, bendiciones y deleites.
«¡Aleluya! \[…\] Alaben al Señor desde los cielos, alábenlo desde las alturas. Alábenlo, todos sus ángeles» (vv.1b-2a).
Hasta los ángeles alaban a Dios. Como veremos en nuestro pasaje del Nuevo Testamento de hoy, cuando Juan vio uno de los ángeles, se postró para adorarlo (al ángel). Pero el ángel le dijo: «¡No, cuidado! Soy un siervo como tú y como tus hermanos que se mantienen fieles al testimonio de Jesús. ¡Adora solo a Dios!» (Apocalipsis 19:10).
Igual que todos los salmos, es algo que se puede convertir en tu propia oración y alabanza:
Oración
Apocalipsis 18:17-19:10
17 porque en una sola hora ha quedado destruida toda tu riqueza!»
Todos los capitanes de barco, los pasajeros, los marineros y todos los que viven del mar se detendrán a lo lejos. 18 Al ver el humo del fuego que la consume, exclamarán: «¿Hubo jamás alguna ciudad como esta gran ciudad?» 19 Harán duelo, llorando y lamentándose a gritos:
«¡Ay! ¡Ay de la gran ciudad,
con cuya opulencia se enriquecieron
todos los dueños de flotas navieras!
¡En una sola hora ha quedado destruida!
20 ¡Alégrate, oh cielo, por lo que le ha sucedido!
¡Alégrense también ustedes,
santos, apóstoles y profetas!,
porque Dios, al juzgarla,
les ha hecho justicia a ustedes.»
21 Entonces un ángel poderoso levantó una piedra del tamaño de una gran rueda de molino, y la arrojó al mar diciendo:
«Así también tú, Babilonia, gran ciudad,
serás derribada con la misma violencia,
y desaparecerás de la faz de la tierra.
22 Jamás volverá a oírse en ti
la música de los cantantes
y de arpas, flautas y trompetas.
Jamás volverá a hallarse en ti
ningún tipo de artesano.
Jamás volverá a oírse en ti
el ruido de la rueda de molino.
23 Jamás volverá a brillar en ti
la luz de ninguna lámpara.
Jamás volverá a sentirse en ti
el regocijo de las nupcias.
Porque tus comerciantes
eran los magnates del mundo,
porque con tus hechicerías
engañaste a todas las naciones,
24 porque en ti se halló sangre de profetas y de santos,
y de todos los que han sido asesinados en la tierra.»
¡Aleluya!
19Después de esto oí en el cielo un tremendo bullicio, como el de una inmensa multitud que exclamaba:
«¡Aleluya!
La salvación, la gloria y el poder son de nuestro Dios,
2 pues sus juicios son verdaderos y justos:
ha condenado a la famosa prostituta
que con sus adulterios corrompía la tierra;
ha vindicado la sangre de los siervos de Dios derramada por ella.»
3 Y volvieron a exclamar:
«¡Aleluya!
El humo de ella sube por los siglos de los siglos.»
4 Entonces los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes se postraron y adoraron a Dios, que estaba sentado en el trono, y dijeron:
«¡Amén, Aleluya!»
5 Y del trono salió una voz que decía:
«¡Alaben ustedes a nuestro Dios,
todos sus siervos, grandes y pequeños,
que con reverente temor le sirven!»
6 Después oí voces como el rumor de una inmensa multitud, como el estruendo de una catarata y como el retumbar de potentes truenos, que exclamaban:
«¡Aleluya!
Ya ha comenzado a reinar el Señor,
nuestro Dios Todopoderoso.
7 ¡Alegrémonos y regocijémonos
y démosle gloria!
Ya ha llegado el día de las bodas del Cordero.
Su novia se ha preparado,
8 y se le ha concedido vestirse
de lino fino, limpio y resplandeciente.»
(El lino fino representa las acciones justas de los santos.)
9 El ángel me dijo: «Escribe: “¡Dichosos los que han sido convidados a la cena de las bodas del Cordero!” » Y añadió: «Estas son las palabras verdaderas de Dios.»
10 Me postré a sus pies para adorarlo. Pero él me dijo: «¡No, cuidado! Soy un siervo como tú y como tus hermanos que se mantienen fieles al testimonio de Jesús. ¡Adora sólo a Dios! El testimonio de Jesús es el espíritu que inspira la profecía.»
Comentario
2. La celebración de aleluya
Mi padre era un judío de origen alemán. Muchos miembros de su familia sufrieron y murieron en los campos de concentración bajo el maléfico imperio del Tercer Reich. Aquel imperio se acabó, y no poco después surgió otro imperio maligno. En la Rusia soviética de Stalin, al menos 20 millones de personas fueron asesinadas. El pueblo de Dios era encarcelado, torturado y asesinado. Hoy tenemos a Siria, el Daesh, Corea del Norte, Zimbabue y otros regímenes maléficos alrededor del mundo.
El pasaje del Nuevo Testamento de hoy comienza por la destrucción completa de la gran ciudad de «Babilonia». Hemos visto que se trata de una manera de describir no solo la destrucción del Imperio romano —la cual tenía en mente el autor— sino también la destrucción de todas las «Babilonias» que han florecido a lo largo de la historia.
«Babilonia» se refiere al Imperio romano, al Tercer Reich, a la Rusia de Stalin, al Daesh así como a otros imperios y sistemas filosóficos malignos y totalitarios. Naciones enteras fueron descarriadas (18:23) y el pueblo de Dios fue perseguido: «En ti se halló sangre de profetas y de santos» (v.24a).
Es por esto que hay tal alivio cuando su poder llega a su fin. Los grandes coros del cielo cantan «Aleluya»:
«Después de esto oí en el cielo un tremendo bullicio, como el de una inmensa multitud que exclamaba: “¡Aleluya!”» (19:1). Alaban a Dios porque se ha hecho justicia. Los juicios de Dios son verdaderos y justos: «¡Alégrate, oh cielo, por lo que le ha sucedido! \[...\] Dios, al juzgarla, les ha hecho justicia a ustedes» (v.20).
«¡Aleluya!» se repite (v.3). La iglesia entera y la creación se postran y alaban a Dios que está sentado en el trono (v.4). Y por tercera vez, claman: «Amén, ¡Aleluya!» (v.4).
Finalmente, por cuarta vez: «Después oí voces como el rumor de una inmensa multitud, como el estruendo de una catarata y como el retumbar de potentes truenos, que exclamaban: «“¡Aleluya!”» (v.6).
Entonces, comienza la celebración:
«¡Alegrémonos y regocijémonos
y démosle gloria!
Ya ha llegado el día de las bodas del Cordero.
Su novia se ha preparado,
y se le ha concedido vestirse
de lino fino, limpio y resplandeciente» (vv.7-8).
Las bodas del Cordero son el desposorio de Cristo con su iglesia (ver Efesios 5:32; Apocalipsis 21:2). En contraste con los llamativos vestidos de la adúltera y promiscua Babilonia (18:23b), la iglesia está vestida de un simple «lino fino, limpio y resplandeciente» (19:8). Estás revestido con la justicia de Cristo.
Esta es la gran y eterna celebración de la «cena de bodas del Cordero» (v.9). Ser «convidado» (v.9) es la mayor bendición de todas. El resto del Nuevo Testamento nos cuenta que estás convidado, pero tienes que elegir aceptar la invitación.
No es de sorprender que Juan quiera postrarse a los pies del
ángel y adorarlo. Pero no debes adorar al mensajero sino solamente a Aquel de quien trata el mensaje: «¡Adora solo a Dios!» (v.10). Y debes ir y contárselo a los demás: «El testimonio de Jesús es el espíritu que inspira la profecía» (v.10).
Oración
Nehemías 7:4-8:18
4 La ciudad ocupaba una gran extensión, pero tenía pocos habitantes porque no todas las casas se habían reconstruido.
Lista de los repatriados
5 Mi Dios puso en mi corazón el deseo de reunir a los nobles, a los oficiales y al pueblo, para registrarlos según su descendencia; y encontré el registro genealógico de los que habían regresado en la primera repatriación. Allí estaba escrito:
6 La siguiente es la lista de la gente de la provincia, es decir, de aquellos que Nabucodonosor, rey de Babilonia, se había llevado cautivos, y a quienes se les permitió regresar a Jerusalén y a Judá. Cada uno volvió a su propia ciudad, 7 bajo el mando de Zorobabel, Jesúa, Nehemías, Azarías, Raamías, Najamani, Mardoqueo, Bilsán, Mispéret, Bigvay, Nehúm y Baná.
Ésta es la lista de los israelitas que regresaron:
8 de Parós2.1729 de Sefatías37210 de Araj65211 de Pajat Moab, es decir, los de Jesúa y de Joab2.81812 de Elam1.25413 de Zatú84514 de Zacay76015 de Binuy64816 de Bebay62817 de Azgad2.32218 de Adonicán66719 de Bigvay2.06720 de Adín65521 de Ater, es decir, los de Ezequías9822 de Jasún32823 de Bezay32424 de Jarif11225 de Gabaón9526 de Belén y de Netofa18827 de Anatot12828 de Bet Azmávet4229 de Quiriat Yearín, Cafira y Berot74330 de Ramá y de Gueba72131 de Micmás12232 de Betel y de Hai12333 del otro Nebo5234 del otro Elam1.25435 de Jarín32036 de Jericó34537 de Lod, Jadid y Ono72138 de Sená3.93039 De los sacerdotes descendientes de Jedaías, de la familia de Jesúa97340 de Imer1.05241 de Pasur1.24742 de Jarín1.01743 De los levitas descendientes de Jesúa y de Cadmiel, que pertenecían a la familia de Hodavías7444 De los cantores descendientes de Asaf14845 De los porteros descendientes de Salún, Ater, Talmón, Acub, Jatitá y Sobay13846 Los servidores del templo eran descendientes de Zijá, Jasufá, Tabaot, 47 Querós, Sigajá, Padón, 48 Lebaná, Jagabá, Salmay, 49 Janán, Guidel, Gajar, 50 Reaías, Rezín, Necoda, 51 Gazán, Uza, Paseaj, 52 Besay, Meunín, Nefisesín, 53 Bacbuc, Jacufá, Jarjur, 54 Baslut, Mejidá, Jarsa, 55 Barcós, Sísara, Temá, 56 Neziaj y Jatifá.
57 Los descendientes de los servidores de Salomón eran de las familias de Sotay, Soféret, Peruda, 58 Jalá, Darcón, Guidel, 59 Sefatías, Jatil, Poquéret Hasebayin y Amón.
60 Los servidores del templo y de los descendientes de los servidores de Salomón39261 Los siguientes regresaron de Tel Melaj, Tel Jarsá, Querub, Adón e Imer, pero no pudieron demostrar ascendencia israelita:
62 De los descendientes de Delaías, Tobías y Necoda64263 De entre los sacerdotes, tampoco pudieron demostrar su ascendencia israelita los siguientes: los descendientes de Jabaías, Cos y Barzilay (este último se casó con una de las hijas de un galaadita llamado Barzilay, del cual tomó su nombre). 64 Éstos buscaron sus registros genealógicos, pero como no los encontraron, fueron excluidos del sacerdocio. 65 A ellos el gobernador les prohibió comer de los alimentos sagrados hasta que un sacerdote decidiera su suerte por medio del urim y el tumim.
66 El número total de los miembros de la asamblea ascendía a cuarenta y dos mil trescientas sesenta personas, 67 sin contar a esclavos y esclavas, que sumaban siete mil trescientos treinta y siete; y tenían doscientos cuarenta y cinco cantores y cantoras. 68 Tenían además setecientos treinta y seis caballos, doscientas cuarenta y cinco mulas, 69 cuatrocientos treinta y cinco camellos y seis mil setecientos veinte burros.
70 Algunos jefes de familia entregaron al tesoro donativos para la obra: el gobernador entregó al tesoro ocho kilos de oro, cincuenta tazones y quinientas treinta túnicas sacerdotales; 71 los jefes de familia entregaron ciento sesenta kilos de oro y mil doscientos diez kilos de plata, 72 y el resto del pueblo entregó ciento sesenta kilos de oro, mil cien kilos de plata y sesenta y siete túnicas sacerdotales.
73 Los sacerdotes, los levitas, los porteros, los cantores, la gente del pueblo, los servidores del templo y los demás israelitas se establecieron en sus propias ciudades.
Al llegar el mes séptimo, los israelitas ya estaban establecidos en sus ciudades.
Esdras lee la ley
8Entonces todo el pueblo, como un solo hombre, se reunió en la plaza que está frente a la puerta del Agua y le pidió al maestro Esdras traer el libro de la ley que el Señor le había dado a Israel por medio de Moisés. 2 Así que el día primero del mes séptimo, el sacerdote Esdras llevó la ley ante la asamblea, que estaba compuesta de hombres y mujeres y de todos los que podían comprender la lectura, 3 y la leyó en presencia de ellos en la plaza que está frente a la puerta del Agua. Todo el pueblo estaba muy atento a la lectura del libro de la ley.
4 El maestro Esdras se puso de pie sobre una plataforma de madera construida para la ocasión. A su derecha estaban Matatías, Semá, Anías, Urías, Jilquías y Maseías; a su izquierda, Pedaías, Misael, Malquías, Jasún, Jasbadana, Zacarías y Mesulán. 5 Esdras, a quien la gente podía ver porque él estaba en un lugar más alto, abrió el libro y todo el pueblo se puso de pie. 6 Entonces Esdras bendijo al Señor, el gran Dios. Y todo el pueblo, levantando las manos, respondió: «¡Amén y amén!». Luego adoraron al Señor, inclinándose hasta tocar el suelo con la frente.
7 Los levitas Jesúa, Baní, Serebías, Jamín, Acub, Sabetay, Hodías, Maseías, Quelitá, Azarías, Jozabed, Janán y Pelaías le explicaban la ley al pueblo, que no se movía de su sitio. 8 Ellos leían con claridad el libro de la ley de Dios y lo interpretaban de modo que se comprendiera su lectura.
9 Al oír las palabras de la ley, la gente comenzó a llorar. Por eso el gobernador Nehemías, el sacerdote y maestro Esdras, y los levitas que enseñaban al pueblo, les dijeron: «No lloren ni se pongan tristes, porque este día ha sido consagrado al Señor su Dios.»
10 Luego Nehemías añadió: «Ya pueden irse. Coman bien, tomen bebidas dulces y compartan su comida con quienes no tengan nada, porque este día ha sido consagrado a nuestro Señor. No estén tristes, pues el gozo del Señor es nuestra fortaleza.»
11 También los levitas tranquilizaban a todo el pueblo. Les decían: «¡Tranquilos! ¡No estén tristes, que éste es un día santo!»
12 Así que todo el pueblo se fue a comer y beber y compartir su comida, felices de haber comprendido lo que se les había enseñado.
La fiesta de las Enramadas
13 Al día siguiente, los jefes de familia, junto con los sacerdotes y los levitas, se reunieron con el maestro Esdras para estudiar los términos de la ley. 14 Y en ésta encontraron escrito que el Señor le había mandado a Moisés que durante la fiesta del mes séptimo los israelitas debían habitar en enramadas 15 y pregonar en todas sus ciudades y en Jerusalén esta orden: «Vayan a la montaña y traigan ramas de olivo, de olivo silvestre, de arrayán, de palmera y de todo árbol frondoso, para hacer enramadas, conforme a lo que está escrito.»
16 De modo que la gente fue y trajo ramas, y con ellas hizo enramadas en las azoteas, en los patios, en el atrio del templo de Dios, en la plaza de la puerta del Agua y en la plaza de la puerta de Efraín. 17 Toda la asamblea de los que habían regresado del cautiverio hicieron enramadas y habitaron en ellas. Como los israelitas no habían hecho esto desde los días de Josué hijo de Nun, hicieron una gran fiesta.
18 Todos los días, desde el primero hasta el último, se leyó el libro de la ley de Dios. Celebraron la fiesta durante siete días, y en el día octavo hubo una asamblea solemne, según lo ordenado.
Comentario
3. El pueblo aleluya
Como hemos visto, igual que Dios llamó a Nehemías y a su pueblo a la reconstrucción de los muros de Jerusalén, Él nos llama a construir y reconstruir la iglesia. Una de las maneras en las que Dios te guía es poniendo ideas en tu corazón. Nehemías dijo: «Mi Dios puso en mi corazón el deseo de reunir a los nobles, a los oficiales y al pueblo, para registrarlos según su descendencia» (7:5). Nehemías registró a los exiliados que habían retornado (vv.6-73).
Cuando se completó la reconstrucción de Jerusalén, el pueblo se reunió para escuchar la exposición de las Escrituras hecha por Esdras. «Todo el pueblo estaba muy atento a la lectura del libro de la ley» (8:3). «Abrió el libro y todo el pueblo se puso de pie» (8:5). Se pusieron en pie por respeto a la palabra de Dios.
«Entonces Esdras bendijo al Señor, el gran Dios. Y todo el pueblo, levantando las manos, respondió: “¡Amén y amén!”. Luego adoraron al Señor, inclinándose hasta tocar el suelo con la frente» (v.6).
Nuestro cuerpo expresa lo que hay en nuestro corazón. Es por eso por lo que, cuando estoy solo, me gusta arrodillarme al leer la Biblia como signo de reverencia y respeto hacia Dios, pues he venido a escucharle y alabarlo a Él.
Alzar las manos en alabanza era práctica común tanto del pueblo judío como de los primeros cristianos («levantando las manos», v.6). El papa Benedicto XVI escribe: «El gesto de oración más antiguo de la cristiandad es la oración con los brazos extendidos». Este gesto es una «forma radical de alabanza». Expresa nuestra apertura a Dios a la vez que nuestra apertura en amor a los demás.
Todos nuestros encuentros para alabar y bendecir a Dios son un anticipo y una participación de la gran alabanza del cielo: el eterno coro de Aleluya. En este pasaje de Nehemías, vemos un ejemplo de esto. Resuena como un eco y anticipa la gran alabanza de Apocalipsis 19.
Nehemías es el gobernador, Esdras el sacerdote y escriba, y los levitas instruían al pueblo. Lloraron al escuchar las palabras de la Ley (v.9).
Pero Nehemías les dijo que era un tiempo para la alegría y la celebración: «Ya pueden irse. Coman bien, tomen bebidas dulces \[…\] No estén tristes, pues el gozo del Señor es nuestra fortaleza» (v.10). Hubo un tiempo de celebración y gran alegría (v.12).
Como escribe Joyce Meyer: «Cada día Dios nos da un regalo santo y precioso de Su parte. Deberíamos disfrutarlo completamente. El gozo es poderoso. Nada libera más el gozo sobrenatural en nuestras vidas que ser una bendición para las demás personas».
Oración
Añadidos de Pippa
Pippa añade
Nehemías 8:10–18
Es bueno «celebrar» y disfrutar comer «bien, \[y\] bebidas dulces», pero si solo es para nuestro propio consumo, entonces parece algo un poco egoísta y vacío. Ellos combinaron esto con enviar «algo a aquellos que no tenían nada preparado» y la lectura de la palabra de Dios. Aquello le dio una dimensión y una profundidad diferente.
Versículo del día
Nehemías 8:10
'... el gozo del Señor es nuestra fortaleza.'
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Referencias
Notas:
Escritura marcada (MSG) es tomada de la traducción bíblica The Message, no está traducida al español, se parafrasea.
Joyce Meyer, La Biblia de la vida diaria, (Casa creación, 2010)
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Scripture marked (MSG) taken from The Message. Copyright © 1993, 1994, 1995, 1996, 2000, 2001, 2002. Used by permission of NavPress Publishing Group.