Las promesas de Dios
Introducción
Billy Bray nacido en 1794, fue un minero de Cornwall, Inglaterra. Era alcohólico y siempre estaba metido en peleas y discusiones en su casa. A la edad de 29 años se encontró con Jesús, llegó a su casa y le dijo a su esposa: «Con la ayuda del Señor, nunca más me verás borracho». Y así fue.
Sus palabras, su tono de voz y sus miradas tenían un poder magnético; era como si estuviera cargado de electricidad divina. Multitudes de mineros venían a escucharlo predicar, muchos se convirtieron y hubo algunas sanaciones notables. Amaba la Biblia y decía: «Las promesas de Dios son tan efectivas como el dinero constante y sonante».
Dios es el Dios de la promesa. La fe implica confiar en las promesas de Dios. Él hace una promesa; la fe la cree, la esperanza la anticipa y la paciencia la espera silenciosamente.
Salmos 119:161-168
161 Gente poderosa me persigue sin motivo,
pero mi corazón se asombra ante tu palabra.
162 Yo me regocijo en tu promesa
como quien halla un gran botín.
163 Aborrezco y repudio la falsedad,
pero amo tu ley.
164 Siete veces al día te alabo
por tus rectos juicios.
165 Los que aman tu ley disfrutan de gran bienestar,
y nada los hace tropezar.
166 Yo, Señor, espero tu salvación
y practico tus mandamientos.
167 Con todo mi ser cumplo tus estatutos.
¡Cuánto los amo!
168 Obedezco tus preceptos y tus estatutos,
porque conoces todos mis caminos.
Comentario
1. Encuentra gozo, satisfacción y paz en las promesas de Dios
El salmista dice: «Los que aman tus enseñanzas tienen mucha paz y no tropiezan» (v.165). Recuerdo a una joven atea que vino a Alpha hablando del sentimiento de desolación y de vacío en su vida. Lo que había notado es que los cristianos tenían mucha paz, y reconoció que esa paz provenía de la fe.
Las palabras de la Biblia son el último lugar donde mucha gente esperaría encontrar paz, satisfacción y gozo. Sin embargo, el salmista dice: «Yo me regocijo en tu promesa como quien halla un gran botín» (v.162).
El salmista usa muchas palabras diferentes para describir las palabras de Dios. Habla acerca de «tu palabra» (v.161); «tu ley» (v.163,165); «tus mandamientos» (v.166); «tus estatutos» (v.167,168) y «tus preceptos» (v.168). Pero aquí describe la palabra de Dios como «tu promesa» (v.162).
Las palabras de Dios son Sus promesas para ti. Descubrirlas es como descubrir un gran tesoro. A medida que sigas cavando en ellas, encuentras más y más tesoros increíbles y hermosos. Aquello lleva al salmista a decir: «Siete veces al día te alabo» (v.164).
Oración
Hebreos 6:13-7:10
La certeza de la promesa de Dios
13 Cuando Dios hizo su promesa a Abraham, como no tenía a nadie superior por quien jurar, juró por sí mismo, 14 y dijo: «Te bendeciré en gran manera y multiplicaré tu descendencia.» 15 Y así, después de esperar con paciencia, Abraham recibió lo que se le había prometido.
16 Los seres humanos juran por alguien superior a ellos mismos, y el juramento, al confirmar lo que se ha dicho, pone punto final a toda discusión. 17 Por eso Dios, queriendo demostrar claramente a los herederos de la promesa que su propósito es inmutable, la confirmó con un juramento. 18 Lo hizo así para que, mediante la promesa y el juramento, que son dos realidades inmutables en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un estímulo poderoso los que, buscando refugio, nos aferramos a la esperanza que está delante de nosotros. 19 Tenemos como firme y segura ancla del alma una esperanza que penetra hasta detrás de la cortina del santuario, 20 hasta donde Jesús, el precursor, entró por nosotros, llegando a ser sumo sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec.
El sacerdocio de Melquisedec
7Este Melquisedec, rey de Salén y sacerdote del Dios Altísimo, salió al encuentro de Abraham, que regresaba de derrotar a los reyes, y lo bendijo. 2 Abraham, a su vez, le dio la décima parte de todo. El nombre Melquisedec significa, en primer lugar, «rey de justicia» y, además, «rey de Salén», esto es, «rey de paz». 3 No tiene padre ni madre ni genealogía; no tiene comienzo ni fin, pero a semejanza del Hijo de Dios, permanece como sacerdote para siempre.
4 Consideren la grandeza de ese hombre, a quien nada menos que el patriarca Abraham dio la décima parte del botín. 5 Ahora bien, los descendientes de Leví que reciben el sacerdocio tienen, por ley, el mandato de cobrar los diezmos del pueblo, es decir, de sus hermanos, aunque éstos también son descendientes de Abraham. 6 En cambio, Melquisedec, que no era descendiente de Leví, recibió los diezmos de Abraham y bendijo al que tenía las promesas. 7 Es indiscutible que la persona que bendice es superior a la que recibe la bendición. 8 En el caso de los levitas, los diezmos los reciben hombres mortales; en el otro caso, los recibe Melquisedec, de quien se da testimonio de que vive. 9 Hasta podría decirse que Leví, quien ahora recibe los diezmos, los pagó por medio de Abraham, 10 ya que Leví estaba presente en su antepasado Abraham cuando Melquisedec le salió al encuentro.
Comentario
2. Confía en las promesas de Dios y espera pacientemente
Abraham esperó 25 años, José esperó 13 años, Moisés esperó 25 años y Jesús esperó 30 años. Si Dios te hace esperar, estás en buena compañía.
A menudo he encontrado que lo que media entre la promesa de Dios y su cumplimiento es mucho más largo de lo que había previsto. Estoy aprendiendo a ser más paciente. Las promesas de Dios para nosotros son el ancla de nuestras almas (6:19). Son sólidas y seguras. Él mantiene Su palabra, incluso cuando parece imposible, incluso cuando las circunstancias parecen señalar lo contrario. El retraso no contradice las promesas de Dios.
Abraham es descrito como «el que tenía las promesas» (7:6). Cuando Abraham y Sara fueron llamados por Dios, prometió que de ellos surgiría una gran nación. Les prometió hijos. Pero tuvieron que esperar muchos años antes de que se cumpliera la promesa. Esperaron y esperaron, y siguieron caminos equivocados para tratar de cumplir la promesa de Dios a través de medios humanos. Sin embargo, finalmente, El Señor «se ocupó de Sara y cumplió con la promesa que le había hecho» (Génesis 21:1). ¡Abraham tenía cien años! Finalmente, Dios cumplió Su promesa: «… después de esperar con paciencia, Abraham recibió lo que se le había prometido» (Hebreos 6:15).
Las promesas de Dios son absolutamente ciertas: «… cuando las personas hacen un juramento, invocan a alguien superior a ellas para obligarse a cumplirlo; \[…\]. Dios también se comprometió mediante un juramento, para que los que recibieran la promesa pudieran estar totalmente seguros de que él jamás cambiaría de parecer» (vv.16-17, NTV).
Nuestra esperanza no se basa en un vago optimismo o en un deseo ilusorio. Es la confianza en las inquebrantables promesas de Dios. Se centra en Jesús, quien es «sumo sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec» (v.20). Melquisedec surge inesperadamente en Génesis y no sabemos tampoco lo que le sucede después. En palabras de la versión en inglés de Amplified Bible, Melquisedec prefiguró a Cristo: «Semejante al Hijo de Dios, sigue siendo un sacerdote sin interrupción y sin sucesor» (7:3, AMP).
El escritor demuestra la superioridad de Jesús (sacerdocio de Melquisedec) a la de cualquier otro sacerdote (de Leví) (vv.1-10).
Jesús —un sacerdote del orden de Melquisedec— es un rey de justicia y de paz. El nombre de Melquisedec significa «rey de justicia» y también era «el rey de Salén», que significa «rey de paz» (v.2).
El sacerdocio de Jesús es permanente; de Melquisedec no está registrado «el fin de \[su\] vida» (vv.3,8, RVA-2015). Del mismo modo, Jesús es un sacerdote vivo para siempre. El Salmo 110 también declara que el Señor es un «sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec» (v.4).
Jesús (Melquisedec) recibió un diezmo de Abraham (Hebreos 7:4). Este diezmo espontáneo de Abraham demostró que él se dio cuenta de su propia inferioridad ante Melquisedec. Leví era el bisnieto de Abraham. Un ancestro es considerado en el pensamiento bíblico como quien contenía dentro de sí a todos sus descendientes (vv.9-10). Por lo tanto, el sacerdocio de Jesús (Melquisedec) goza de un estatus más alto que el del sacerdocio levítico.
Melquisedec bendijo a Abraham (vv.6-7). Dios había prometido que en Abraham todas las naciones del mundo serían bendecidas (Génesis 22:18). Por lo tanto, si Melquisedec pudo bendecir a Abraham, el estatus de Melquisedec debe ser superior al orden Levítico (Hebreos 7:7).
El sacerdocio de Jesús, «según el orden de Melquisedec», nos recuerda que podemos confiar en que las promesas de Dios son totalmente seguras. Jesús nos lo garantizó al ir a donde nosotros no pudimos, «en nuestro nombre». Él es nuestro «sumo sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec» (6:20).
Oración
Ezequiel 7:1-9:11
El fin ha llegado
7El Señor me dirigió la palabra: 2 «Hijo de hombre, así dice el Señor omnipotente al pueblo de Israel: ¡Te llegó la hora! Ha llegado el fin para todo el país. 3 ¡Te ha llegado el fin! Descargaré mi ira sobre ti; te juzgaré según tu conducta y te pediré cuentas de todas tus acciones detestables. 4 No voy a tratarte con piedad ni a tenerte compasión, sino que te haré pagar cara tu conducta y tus prácticas repugnantes. Así sabrás que yo soy el Señor.
5 »Así dice el Señor omnipotente: ¡Las desgracias se siguen unas a otras! 6 ¡Ya viene la hecatombe; tu fin es inminente! 7 Te ha llegado la hora, habitante del país. Ya viene la hora, ya se acerca el día. En las montañas hay pánico y no alegría. 8 Ya estoy por descargar sobre ti mi furor; desahogaré mi enojo contra ti. Te juzgaré según tu conducta; te pediré cuentas por todas tus acciones detestables. 9 No voy a tratarte con piedad ni a tenerte compasión, sino que te haré pagar cara tu conducta y tus prácticas repugnantes. Así sabrás que yo, el Señor, también puedo herir.
10 »¡Ya llegó el día! ¡Ya está aquí! ¡Tu suerte está echada! Florece la injusticia, germina el orgullo, 11 y la violencia produce frutos de maldad. Nada quedará de ustedes ni de su multitud; nada de su riqueza ni de su opulencia. 12 Llegó la hora; éste es el día. Que no se alegre el que compra ni llore el que vende, porque mi enojo caerá sobre toda la multitud. 13 Y aunque el vendedor siga con vida, no recuperará lo vendido. Porque no se revocará la visión referente a toda su multitud, y por su culpa nadie podrá conservar la vida. 14 Aunque toquen la trompeta y preparen todo, nadie saldrá a la batalla, porque mi enojo caerá sobre toda la multitud.
15 »Allá afuera hay guerra; y aquí adentro, peste y hambre. El que esté en el campo morirá a filo de espada, y el que esté en la ciudad se morirá de hambre y de peste. 16 Los que logren escapar se quedarán en las montañas como palomas del valle, cada uno llorando por su maldad. 17 Desfallecerá todo brazo y temblará toda rodilla. 18 Se vestirán de luto, y el terror los dominará. Se llenarán de vergüenza y se convertirán en objeto de burla. 19 La plata la arrojarán a las calles, y el oro lo verán como basura. En el día de la ira del Señor, ni su oro ni su plata podrán salvarlos, ni les servirán para saciar su hambre y llenarse el estómago, porque el oro fue el causante de su caída. 20 Se enorgullecían de sus joyas hermosas, y las usaron para fabricar sus imágenes detestables y sus ídolos despreciables. Por esta razón convertiré esas joyas en algo repugnante. 21 Haré que vengan los extranjeros y se las roben, y que los malvados de la tierra se las lleven y las profanen. 22 Alejaré de ellos mi presencia, y mi templo será profanado; entrarán los invasores y lo profanarán.
23 »Prepara las cadenas porque el país se ha llenado de sangre, y la ciudad está llena de violencia. 24 Haré que las naciones más violentas vengan y se apoderen de sus casas. Pondré fin a la soberbia de los poderosos, y sus santuarios serán profanados. 25 Cuando la desesperación los atrape, en vano buscarán la paz. 26 Una tras otra vendrán las desgracias, al igual que las malas noticias. Del profeta demandarán visiones; la instrucción se alejará del sacerdote, y a los jefes del pueblo no les quedarán consejos. 27 El rey hará duelo, el príncipe se cubrirá de tristeza, y temblarán las manos del pueblo. Yo los trataré según su conducta, y los juzgaré según sus acciones. Así sabrán que yo soy el Señor.»
Idolatría en el templo
8En el día quinto del mes sexto del año sexto, yo estaba sentado en mi casa, junto con los jefes de Judá. De pronto, el Señor puso su mano sobre mí.
2 Miré entonces, y vi una figura de aspecto humano: de la cintura para abajo, ardía como fuego; de la cintura para arriba, brillaba como el metal bruñido. 3 Aquella figura extendió lo que parecía ser una mano, y me tomó del cabello. Un viento me sostuvo entre la tierra y el cielo, y en visiones divinas me llevó a la parte norte de Jerusalén, hasta la entrada de la puerta interior, que es donde está el ídolo que provoca los celos de Dios. 4 Allí estaba la gloria del Dios de Israel, como la visión que yo había visto en el campo. 5 Y Dios me dijo: «Hijo de hombre, levanta la vista hacia el norte.» Yo miré en esa dirección, y en la entrada misma, al norte de la puerta del altar, vi el ídolo que provoca los celos de Dios. 6 También me dijo: «Hijo de hombre, ¿ves las grandes abominaciones que cometen los israelitas en este lugar, y que me hacen alejarme de mi santuario? Realmente no has visto nada todavía; peores abominaciones verás.»
7 Después me llevó a la entrada del atrio. En el muro había un agujero. 8 Entonces me dijo: «Hijo de hombre, agranda el agujero del muro.» Yo agrandé el agujero en el muro y me encontré con una puerta. 9 Dios me dijo: «Entra y observa las abominaciones que allí cometen.» 10 Yo entré y a lo largo del muro vi pinturas de todo tipo: figuras de reptiles y de otros animales repugnantes, y de todos los malolientes ídolos de Israel. 11 Setenta jefes israelitas estaban de pie frente a los ídolos, rindiéndoles culto. Entre ellos se encontraba Jazanías hijo de Safán. Cada uno tenía en la mano un incensario, del cual subía una fragante nube de incienso.
12 Y él me dijo: «Hijo de hombre, ¿ves lo que hacen los jefes israelitas en los oscuros nichos de sus ídolos? Andan diciendo: “No hay ningún Señor que nos vea. El Señor ha abandonado el país.” » 13 Y añadió: «Ya los verás cometer mayores atrocidades.»
14 Luego me llevó a la entrada del templo del Señor, a la puerta que da hacia el norte. Allí estaban unas mujeres sentadas, que lloraban por el dios Tamuz. 15 Entonces Dios me dijo: «Hijo de hombre, ¿ves esto? Pues aún las verás cometer mayores atrocidades.»
16 Y me llevó al atrio interior del templo. A la entrada del templo, entre el vestíbulo y el altar, había unos veinticinco hombres que estaban mirando hacia el oriente y adoraban al sol, de espaldas al templo del Señor. 17 Me dijo: «Hijo de hombre, ¿ves esto? ¿Tan poca cosa le parece a Judá cometer tales abominaciones, que también ha llenado la tierra de violencia y no deja de provocarme? ¡Mira cómo me enardecen, pasándome por la nariz sus pestilentes ramos! 18 Por eso, voy a actuar con furor. No les tendré piedad ni compasión. Por más que me imploren a gritos, ¡no los escucharé!»
El castigo de los culpables
9Después oí que Dios clamaba con fuerte voz: «¡Acérquense, verdugos de la ciudad, cada uno con su arma destructora en la mano!» 2 Entonces vi que por el camino de la puerta superior que da hacia el norte venían seis hombres, cada uno con un arma mortal en la mano. Con ellos venía un hombre vestido de lino, que llevaba en la cintura un estuche de escriba. Todos ellos entraron y se pararon junto al altar de bronce. 3 La gloria del Dios de Israel, que estaba sobre los querubines, se elevó y se dirigió hacia el umbral del templo. Al hombre vestido de lino que llevaba en la cintura un estuche de escriba, el Señor lo llamó 4 y le dijo: «Recorre la ciudad de Jerusalén, y coloca una señal en la frente de quienes giman y hagan lamentación por todos los actos detestables que se cometen en la ciudad.» 5 Pero oí que a los otros les dijo: «Síganlo. Recorran la ciudad y maten sin piedad ni compasión. 6 Maten a viejos y a jóvenes, a muchachas, niños y mujeres; comiencen en el templo, y no dejen a nadie con vida. Pero no toquen a los que tengan la señal.» Y aquellos hombres comenzaron por matar a los viejos que estaban frente al templo.
7 Después les dijo: «Salgan y profanen el templo; llenen de cadáveres los atrios.»
Ellos salieron y comenzaron a matar gente en toda la ciudad. 8 Y mientras mataban, yo me quedé solo, caí rostro en tierra y grité: «¡Ay, Señor y Dios! ¿Descargarás tu furor sobre Jerusalén y destruirás a todo el resto de Israel?»
9 El Señor me respondió: «La iniquidad del pueblo de Israel y de Judá es extremadamente grande. El país está lleno de violencia; la ciudad, llena de injusticia. Ellos piensan: “El Señor ha abandonado el país. No hay ningún Señor que vea.” 10 Por eso no les tendré piedad ni compasión, sino que les pediré cuentas de su conducta.»
11 Entonces el hombre vestido de lino que llevaba en la cintura un estuche de escriba me informó: «Ya hice lo que me mandaste hacer.»
Comentario
3. Escucha las promesas de Dios y piensa en ellas
Espiritualmente hablando, aquellos que se alimentan de las promesas de Dios nunca padecerán de hambre. Pero mucha gente confía en las cosas equivocadas. Algunos ponen su confianza en el dinero por seguridad. Sin embargo, Dios dice que «ni su oro ni su plata podrán salvarlos» (7:19a). Sus riquezas «ni les servirán para saciar su hambre» (v.19b).
Aristóteles Onassis —una de las personas más ricas del mundo— dijo al final de su vida: «Los millones no siempre dan la medida de lo que un hombre necesita en la vida». Muchas personas tratan de llenar el vacío dentro de ellos en formas que en última instancia no satisfacen, están buscando alegría en los lugares equivocados.
La riqueza, lejos de traer satisfacción y alegría, a menudo nos puede conducir al orgullo, al pecado y a la idolatría (v.1-11). Además, la riqueza nunca proporcionará seguridad total. Un descenso en el mercado y una inflación desenfrenada pueden llevar incluso a un país entero a sumirse en la bancarrota (vv.12-20).
Por otro lado, las promesas de Dios son sólidas. Lo que Dios dice, lo promete. Ezequiel declaró las promesas de Dios diciendo: «El Señor me dirigió la palabra: “Hijo de hombre, así dice el Señor omnipotente...”» (vv.1-2). Como dice The Message, su mensaje es «el fin del “como siempre se hace”» (v.2, MSG).
Ezequiel promete el juicio de Dios. Será absolutamente justo: «Yo los trataré según su conducta, y los juzgaré según sus acciones» (v.27, ver también Romanos 2:1). Esto ocurrirá «en el día en que, conforme a mi evangelio, Dios juzgue los secretos de los hombres por medio de Cristo Jesús» (Romanos 2:16).
Ezequiel vislumbró al que juzgará al mundo: «Miré entonces, y vi una figura de aspecto humano: de la cintura para abajo, ardía como fuego; de la cintura para arriba, brillaba como el metal bruñido» (Ezequiel 8:2). Esta descripción se aproxima a la descripción que se da de Jesús en Apocalipsis 1:10-16.
La única manera de escapar del juicio es tener una marca en la frente (Ezequiel 9:4). El Señor dijo: «“Recorre la ciudad de Jerusalén, y coloca una señal en la frente de quienes giman y hagan lamentación por todos los actos detestables que se cometen en la ciudad”. “\[…\]. Pero no toquen a los que tengan la señal”» (vv.4,6).
La persona con una marca en la frente tenía una marca de protección cuando el juicio inminente se acercaba. La palabra para «marca» es la letra hebrea «tav» que es la última letra del alfabeto hebreo. En aquella época, esa letra se escribía con la grafía X (una cruz). ¿Es una coincidencia? ¿O hay algún significado en el hecho de que aquellos que estaban protegidos eran los que tenían el signo de la cruz en la frente?
En Apocalipsis, leemos cómo el ángel clamó: «¡No hagan daño ni a la tierra, ni al mar ni a los árboles, hasta que hayamos puesto un sello en la frente de los siervos de nuestro Dios!» (ver Apocalipsis 7:3; 9:4; 14:1).
Oración
Añadidos de Pippa
Pippa añade
Hebreos 6:15
«Y así, después de esperar con paciencia, Abraham recibió lo que se le había prometido».
Esperar algo es difícil. El ejemplo de Abraham es un estímulo para seguir orando incluso cuando sentimos que nada está sucediendo.
Versículo del día
Hebreos 6:15
'Y así, después de esperar con paciencia, Abraham recibió lo que se le había prometido.'
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Referencias
Notas:
Escritura marcada (MSG) es tomada de la traducción bíblica The Message, no está traducida a español, se parafrasea.
Las citas bíblicas marcadas (AMP) son tomadas de la Biblia Amplificada® en inglés, no está traducida al español, se parafrasea.
John Blanchard, Gathered Gold, (Evangelical Press, 2000) p.251. No disponible en español.
Nicky Gumbel, Preguntas de la vida, (Alpha International, 2011).
Unless otherwise stated, Scripture quotations taken from the Holy Bible, New International Version Anglicised, Copyright © 1979, 1984, 2011 Biblica, formerly International Bible Society. Used by permission of Hodder & Stoughton Publishers, an Hachette UK company. All rights reserved. ‘NIV’ is a registered trademark of Biblica. UK trademark number 1448790.
Scripture quotations marked (AMP) taken from the Amplified® Bible, Copyright © 1954, 1958, 1962, 1964, 1965, 1987 by The Lockman Foundation. Used by permission. (www.Lockman.org)
Scripture marked (MSG) taken from The Message. Copyright © 1993, 1994, 1995, 1996, 2000, 2001, 2002. Used by permission of NavPress Publishing Group.
Notes for 2012
‘Billy Bray was a miner from Cornwall, born in 1794. He was an alcoholic and was always getting involved with fights and arguments at home. At the age of twenty-nine he became a Christian. He went home and told his wife, ‘You will never see me drunk again, by the help of the Lord.’ She never did. His words, his tone of voice, and his looks all had magnetic power. He was charged with divine electricity. Crowds of miners would come and hear him preach. Many were converted and there were some remarkable healings. He was always praising God and saying that he had abundant reason to rejoice. (Nicky Gumbel, Questions of Life, p.125)
‘The promises of God are just as good as ready money any day.’ (Billy Bray in John Blanchard, Gathered Gold, p.251)
‘God is the God of promise. He keeps his word, even when that seems impossible; even when the circumstances seem to point to the opposite.’ (Colin Urquhart in Draper’s Book of Quotations for the Christian World, 9321)
‘God makes a promise; faith believes it, hope anticipates it, patience quietly awaits it.’ (Draper’s Book of Quotations for the Christian World, 9322)