Eres una persona amada
Introducción
Shane Taylor era considerado uno de los hombres más peligrosos dentro del sistema carcelario británico. Encarcelado originalmente por intento de homicidio, le habían extendido su sentencia por cuatro años luego de que atacara a un guardia cárcel con una botella rota, dando inicio a una revuelta.
Lo trasladaron a una unidad de aislamiento en una prisión de máxima seguridad. Le servían los alimentos a través de una pequeña ventana. Su puerta no se abría a menos que hubiera seis oficiales armados con escudos antidisturbios esperando afuera.
Al tiempo fue transferido a Long Lartin, una prisión de máxima seguridad donde recibió una invitación para experimentar Alpha. En el transcurso oró: «Jesucristo, sé que moriste en la cruz por mí. Odio como soy, en quién me he convertido. Por favor perdóname y ven a mi vida». En aquel momento fue lleno del Espíritu Santo. Todo cambió de la noche a la mañana. Dijo: «Sabía que Dios existía, sabía que Jesús me había tocado y que viviría para él por siempre».
Su conducta cambió de forma tan notoria que pasó de estar en total aislamiento a que le confiaran un trabajo en la capilla de la prisión. Aunque todavía seguía encarcelado, comenzó a enviar dinero a una obra de caridad en África. Oraba por los guardias y sus enemigos y, al salir de prisión, se sumó al servicio dentro de una iglesia local. Conoció a una muchacha llamada Sam, que también había tenido una vida dura y había estado involucrada con drogas y actividades delictivas. También acudió a la fe en Jesús. Al tiempo se casaron y tuvieron cuatro hijos.
Al hablar hoy en día con Shane es difícil imaginar que es la misma persona que en el pasado aterrorizaba a tantos. Ha experimentado «una muestra de tu gran amor \[de Dios\]» (Salmo 17.7). Él lo expresa de este modo: «Jesús me ha mostrado cómo amar y cómo perdonar. Me ha salvado. Me ha perdonado por lo que hice. Ha cambiado mi vida por completo».
Salmos 17:6-12
6 A ti clamo, oh Dios, porque tú me respondes;
inclina a mí tu oído, y escucha mi oración.
7 Tú, que salvas con tu diestra
a los que buscan escapar de sus adversarios,
dame una muestra de tu gran amor.
8 Cuídame como a la niña de tus ojos;
escóndeme, bajo la sombra de tus alas,
9 de los malvados que me atacan,
de los enemigos que me han cercado.
10 Han cerrado su insensible corazón,
y profieren insolencias con su boca.
11 Vigilan de cerca mis pasos,
prestos a derribarme.
12 Parecen leones ávidos de presa,
leones que yacen al acecho.
Comentario
Reconoce que eres amado y atesorado por Dios
El amor de Dios por ti es tan grande porque es muy íntimo. David clama a Dios y le pide: «dame una muestra de tu gran amor» (v.7). Dice en oración: «Cuídame como a la niña de tus ojos» (v.8a). La niña del ojo es la pupila (la apertura del iris en el ojo por la cual pasa la luz hasta alcanzar la retina) y por tanto significa la cosa más atesorada. Es una imagen destacable del maravilloso amor de Dios por ti.
Luego pide en oración: «… escóndeme, bajo la sombra de tus alas» (v.8b). De nuevo, esto habla del amor, la intimidad y la protección de Dios. Jesús escogió esta imagen al observar Jerusalén en los días previos a su crucifixión, anhelando que el pueblo acudiera a él y se refugiara bajo sus alas (Mateo 23:37).
David estaba rodeado de «enemigos» (Salmo 17:9); gente de «insensible corazón» que hablaba de forma arrogante en contra de él (v.10). Puede que haya momentos en tu vida cuando literalmente enfrentes «enemigos», pero sin importar las luchas o las dificultades que enfrentaras, puedes confiar en el amor íntimo de Dios por ti.
Oración
Mateo 20:1-19
Parábola de los viñadores
20»Así mismo el reino de los cielos se parece a un propietario que salió de madrugada a contratar obreros para su viñedo. 2 Acordó darles la paga de un día de trabajo y los envió a su viñedo. 3 Cerca de las nueve de la mañana, salió y vio a otros que estaban desocupados en la plaza. 4 Les dijo: “Vayan también ustedes a trabajar en mi viñedo, y les pagaré lo que sea justo.” 5 Así que fueron. Salió de nuevo a eso del mediodía y a la media tarde, e hizo lo mismo. 6 Alrededor de las cinco de la tarde, salió y encontró a otros más que estaban sin trabajo. Les preguntó: “¿Por qué han estado aquí desocupados todo el día?” 7 “Porque nadie nos ha contratado”, contestaron. Él les dijo: “Vayan también ustedes a trabajar en mi viñedo.”
8 »Al atardecer, el dueño del viñedo le ordenó a su capataz: “Llama a los obreros y págales su jornal, comenzando por los últimos contratados hasta llegar a los primeros.” 9 Se presentaron los obreros que habían sido contratados cerca de las cinco de la tarde, y cada uno recibió la paga de un día. 10 Por eso cuando llegaron los que fueron contratados primero, esperaban que recibirían más. Pero cada uno de ellos recibió también la paga de un día. 11 Al recibirla, comenzaron a murmurar contra el propietario. 12 “Estos que fueron los últimos en ser contratados trabajaron una sola hora —dijeron—, y usted los ha tratado como a nosotros que hemos soportado el peso del trabajo y el calor del día.” 13 Pero él le contestó a uno de ellos: “Amigo, no estoy cometiendo ninguna injusticia contigo. ¿Acaso no aceptaste trabajar por esa paga? 14 Tómala y vete. Quiero darle al último obrero contratado lo mismo que te di a ti. 15 ¿Es que no tengo derecho a hacer lo que quiera con mi dinero? ¿O te da envidia de que yo sea generoso?”
16 »Así que los últimos serán primeros, y los primeros, últimos.
Jesús predice de nuevo su muerte
17 Mientras subía Jesús rumbo a Jerusalén, tomó aparte a los doce discípulos y les dijo: 18 «Ahora vamos rumbo a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los jefes de los sacerdotes y a los maestros de la ley. Ellos lo condenarán a muerte 19 y lo entregarán a los gentiles para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen. Pero al tercer día resucitará.»
Comentario
Experimenta el amor, la generosidad y la gracia de Dios
Jesús narra una parábola que nuevamente demuestra la maravilla de su gran amor. La parábola de los trabajadores de la viña muestra la generosidad y la gracia extraordinarias de Dios, ofreciendo a quienes entran últimos al reino las mismas bendiciones que concede a todos los demás. En ocasiones esto puede llegar a darnos «envidia» (v.15b). Estamos felices con nuestra situación hasta que nos enteramos de que otra persona lo hace aun mejor. Entonces nos vemos tentados a envidiar...
En esta parábola el dueño del viñedo invierte todas las prácticas comerciales habituales. No lo hace para lograr una ganancia adicional para sí mismo sino por una razón totalmente opuesta. Quiere ser generoso y pagar más de lo exigido por la justicia. Dios es como el dueño del viñedo, y sus bendiciones y perdón son siempre más de lo que alguna vez podríamos llegar a merecer.
A veces oímos testimonios de gente como Shane Taylor, personas que han tenido una vida terrible. Entonces, «cerca de las cinco de la tarde» (v.9), se arrepienten y creen en Jesús. Son totalmente perdonados y reciben todos los beneficios de la muerte y la resurrección de Jesús (v.19). Algunos se quejan de que esto es algo injusto, o que a quienes son como Shane se les da un perfil demasiado alto. Pero Dios utiliza sus testimonios en gran manera, a menudo más que el de aquellos que han soportado «el calor del día» (v.12b).
Como vimos ayer, el reino de Dios es un reino del revés: «Así que los últimos serán primeros, y los primeros, últimos» (v.16). Jesús dice que esto no debería ser motivo de envidia. En cambio, es una razón para maravillarnos por la generosidad de Dios. En su gran amor es generoso para todos. Es pura gracia. Es algo totalmente inmerecido, resultado de lo que Jesús anticipó (vv.17-20).
La realidad es que no solo las personas como Shane son destinatarias de la generosidad de Dios. También es generoso conmigo y contigo. Si Dios nos diera solo lo que nos merecemos estaríamos en peores condiciones. Pero si aceptas la generosidad que Dios derrama sobre ti, el resultado es asombroso.
Por medio de su muerte y resurrección (vv.18-19), Jesús hace posible que tú y yo seamos perdonados y disfrutemos de su gran amor por toda la eternidad.
Oración
Job 11:1-14:22
Primer discurso de Zofar
11A esto respondió Zofar de Namat:
2 «¿Quedará sin respuesta toda esta perorata?
¿Resultará inocente este hablador?
3 ¿Toda esa palabrería nos dejará callados?
¿Te burlarás sin que nadie te reprenda?
4 Tú afirmas: “Mi postura es la correcta;
soy puro a los ojos de Dios.”
5 ¡Cómo me gustaría que Dios interviniera
y abriera sus labios contra ti
6 para mostrarte los secretos de la sabiduría,
pues ésta es muy compleja!
Sabrías entonces que buena parte de tu pecado
Dios no lo ha tomado en cuenta.
7 »¿Puedes adentrarte en los misterios de Dios
o alcanzar la perfección del Todopoderoso?
8 Son más altos que los cielos;
¿qué puedes hacer?
Son más profundos que el sepulcro;
¿qué puedes saber?
9 Son más extensos que toda la tierra;
¡son más anchos que todo el mar!
10 »Si viene y te pone en un calabozo,
y luego te llama a cuentas,
¿quién lo hará desistir?
11 Bien conoce Dios a la gente sin escrúpulos;
cuando percibe el mal, no lo pasa por alto.
12 ¡El necio llegará a ser sabio
cuando de un asno salvaje nazca un hombre!
13 »Pero si le entregas tu corazón
y hacia él extiendes las manos,
14 si te apartas del pecado que has cometido
y en tu morada no das cabida al mal,
15 entonces podrás llevar la frente en alto
y mantenerte firme y libre de temor.
16 Ciertamente olvidarás tus pesares,
o los recordarás como el agua que pasó.
17 Tu vida será más radiante que el sol de mediodía,
y la oscuridad será como el amanecer.
18 Vivirás tranquilo, porque hay esperanza;
estarás protegido y dormirás confiado.
19 Descansarás sin temer a nadie,
y muchos querrán ganarse tu favor.
20 Pero los ojos de los malvados se apagarán;
no tendrán escapatoria.
¡Su esperanza es exhalar el último suspiro!»
Cuarto discurso de Job
12A esto respondió Job:
2 «¡No hay duda de que ustedes son el pueblo!
¡Muertos ustedes, morirá la sabiduría!
3 Pero yo tengo tanto cerebro como ustedes;
en nada siento que me aventajen.
¿Quién no sabe todas esas cosas?
4 »Yo, que llamaba a Dios y él me respondía,
me he vuelto el hazmerreír de mis amigos;
¡soy un hazmerreír, recto e intachable!
5 Dice la gente que vive tranquila:
“¡Al daño se añade la injuria!”,
“¡Al que está por caer, hay que empujarlo!”
6 Los salteadores viven tranquilos en sus carpas;
confiados viven esos que irritan a Dios
y piensan que pueden controlarlo.
7 »Pero interroga a los animales,
y ellos te darán una lección;
pregunta a las aves del cielo,
y ellas te lo contarán;
8 habla con la tierra, y ella te enseñará;
con los peces del mar, y te lo harán saber.
9 ¿Quién de todos ellos no sabe
que la mano del Señor ha hecho todo esto?
10 En sus manos está la vida de todo ser vivo,
y el hálito que anima a todo ser humano.
11 ¿Acaso no comprueba el oído las palabras
como la lengua prueba la comida?
12 Entre los ancianos se halla la sabiduría;
en los muchos años, el entendimiento.
13 »Con Dios están la sabiduría y el poder;
suyos son el consejo y el entendimiento.
14 Lo que él derriba, nadie lo levanta;
a quien él apresa, nadie puede liberarlo.
15 Si él retiene las lluvias, hay sequía;
si las deja caer, se inunda la tierra.
16 Suyos son el poder y el buen juicio;
suyos son los engañados y los que engañan.
17 Él pone en ridículo a los consejeros
y hace que los jueces pierdan la cabeza.
18 Despoja de su autoridad a los reyes,
y les ata a la cintura un simple taparrabo.
19 Él pone en ridículo a los sacerdotes,
y derroca a los que detentan el poder.
20 Acalla los labios de los consejeros
y deja sin discernimiento a los ancianos.
21 Derrama ignominia sobre los nobles
y deja en vergüenza a los poderosos.
22 Pone al descubierto los más oscuros abismos
y saca a la luz las sombras más profundas.
23 Engrandece o destruye a las naciones;
las hace prosperar o las dispersa.
24 Priva de sensatez a los poderosos,
y los hace vagar por desiertos sin senderos.
25 Andan a tientas en medio de la oscuridad,
y se tambalean como borrachos.
13»Todo esto lo han visto mis ojos;
lo han captado y entendido mis oídos.
2 Yo tengo tanto conocimiento como ustedes;
en nada siento que me aventajen.
3 Más bien quisiera hablar con el Todopoderoso;
me gustaría discutir mi caso con Dios.
4 Porque ustedes son unos incriminadores;
¡como médicos no valen nada!
5 ¡Si tan sólo se callaran la boca!
Eso, en ustedes, ¡ya sería sabiduría!
6 Ahora les toca escuchar mi defensa;
presten atención a mi alegato.
7 ¿Se atreverán a mentir en nombre de Dios?
¿Argumentarán en su favor con engaños?
8 ¿Le harán el favor de defenderlo?
¿Van a resultar sus abogados defensores?
9 ¿Qué pasaría si él los examinara?
¿Podrían engañarlo como se engaña a la gente?
10 Lo más seguro es que él los reprendería
si en secreto se mostraran parciales.
11 ¿Acaso no les infundiría miedo su esplendor?
¿Y no caería sobre ustedes su terror?
12 ¡Han memorizado proverbios sin sentido!
¡Se defienden con apologías endebles!
13 »¡Cállense la boca y déjenme hablar,
y que venga lo que venga!
14 ¿Por qué me pongo en peligro
y me juego el pellejo?
15 ¡Que me mate! ¡Ya no tengo esperanza!
Pero en su propia cara defenderé mi conducta.
16 En esto radica mi liberación:
en que ningún impío comparecería ante él.
17 »Presten atención a mis palabras;
presten oído a lo que digo:
18 Vean que ya he preparado mi caso,
y sé muy bien que seré declarado inocente.
19 ¿Hay quien pueda presentar cargos contra mí?
Si lo hay, me quedaré callado hasta que muera.
20 »Concédeme, oh Dios, sólo dos cosas,
y no tendré que esconderme de ti:
21 Quítame la mano de encima
y deja de infundirme temor.
22 Llámame a comparecer, y te responderé;
o déjame hablar, y contéstame tú.
23 Enumera mis iniquidades y pecados;
hazme ver mis transgresiones y ofensas.
24 ¿Por qué no me das la cara?
¿Por qué me tienes por enemigo?
25 ¿Acosarás a una hoja arrebatada por el viento?
¿Perseguirás a la paja seca?
26 Has dictado contra mí penas amargas;
me estás cobrando los pecados de mi juventud.
27 Me has puesto cadenas en los pies;
vigilas todos mis pasos;
¡examinas las huellas que dejo al caminar!
28 »El hombre es como un odre desgastado;
como ropa carcomida por la polilla.
14»Pocos son los días, y muchos los problemas,
que vive el hombre nacido de mujer.
2 Es como las flores, que brotan y se marchitan;
es como efímera sombra que se esfuma.
3 ¿Y en alguien así has puesto los ojos?
¿Con alguien como yo entrarás en juicio?
4 ¿Quién de la inmundicia puede sacar pureza?
¡No hay nadie que pueda hacerlo!
5 Los días del hombre ya están determinados;
tú has decretado los meses de su vida;
le has puesto límites que no puede rebasar.
6 Aparta de él la mirada; déjalo en paz,
hasta que haya gozado de su día de asalariado.
7 »Si a un árbol se le derriba,
queda al menos la esperanza de que retoñe
y de que no se marchiten sus renuevos.
8 Tal vez sus raíces envejezcan en la tierra
y su tronco muera en su terreno,
9 pero al sentir el agua, florecerá;
echará ramas como árbol recién plantado.
10 El hombre, en cambio, muere y pierde su fuerza;
exhala el último suspiro, y deja de existir.
11 Y así como del mar desaparece el agua,
y los ríos se agotan y se secan,
12 así los mortales, cuando se acuestan,
no se vuelven a levantar.
Mientras exista el cielo,
no se levantarán los mortales
ni se despertarán de su sueño.
13 »¡Si al menos me ocultaras en el sepulcro
y me escondieras hasta que pase tu enojo!
¡Si al menos me pusieras un plazo,
y luego me recordaras!
14 Si el hombre muere, ya no vuelve a la vida.
Cada día de mi servicio obligatorio
esperaré a que llegue mi relevo.
15 Tú me llamarás, y yo te responderé;
desearás ver la obra de tus manos.
16 Desearás también contar mis pasos,
pero no tomarás en cuenta mi pecado.
17 En saco sellado guardarás mis transgresiones,
y perdonarás del todo mi pecado.
18 »Pero así como un monte se erosiona y se derrumba,
y las piedras cambian de lugar;
19 así como las aguas desgastan las rocas
y los torrentes deslavan el suelo,
así tú pones fin a la esperanza del hombre.
20 Lo apabullas del todo, y él desaparece;
lo desfiguras, y entonces lo despides.
21 Si sus hijos reciben honores, él no lo sabe;
si se les humilla, él no se da cuenta.
22 Sólo siente el dolor de su propio cuerpo,
y sólo de sí mismo se conduele.»
Comentario
Aférrate a su maravilloso amor a través de los días difíciles
Job, en medio de un extenso período de intenso sufrimiento, se aferró al maravilloso amor de Dios. Dijo: « ¡Que me mate! ¡Ya no tengo esperanza! Pero en su propia cara defenderé mi conducta» (13:15).
Aunque había llevado una vida justa y sin tacha, temiendo a Dios y aborreciendo el mal (1:1), no era alguien perfecto. Aquí hablaba de «los pecados de mi juventud» (13:26) y expresaba: «En saco sellado guardarás mis transgresiones, y perdonarás del todo mi pecado» (14:17).
El error que los amigos de Job cometieron fue pensar que su sufrimiento estaba enlazado con su pecado. En este pasaje vemos la frustración creciente de Job con respecto a sus amigos. El discurso de ellos giraba en torno al «pecado» (11:6,14) y efectivamente amontonaban condenación sobre Job (v.5). Hablaban de trivialidades sin ofrecer ningún consuelo.
Oportunamente Job respondió ofuscado: «Pero yo tengo tanto cerebro como ustedes; en nada siento que me aventajen. ¿Quién no sabe todas esas cosas?» (12:3). «Yo tengo tanto conocimiento como ustedes» (13:2). Enfatiza que lo mejor que podrían hacer es callarse: «¡Si tan solo se callaran la boca! Eso, en ustedes, ¡ya sería sabiduría!» (v.15).
Necesitamos tal sabiduría cuando la gente sufre, no para hablar de trivialidades sino para asegurarnos de que demostramos el maravilloso amor de Dios con nuestras acciones y que somos muy cuidadosos con lo que decimos.
Job tiene una actitud mucho más saludable que sus amigos. En su intenso sufrimiento experimenta el sentimiento horrendo de soledad y clama a Dios: «¿Por qué no me das la cara?» (v.24). Luego de que la esposa de C. S. Lewis muriera, este autor escribió un libro titulado Una pena en observación. En el libro, enlaza esta clase de experiencia con «una puerta que te cierran en las narices».
En medio de su padecimiento, Job es capaz de decir a Dios: «Aunque él me mate, me mantendré firme» (v.15, DHH). Conoce a Dios y confía en él lo suficiente, aun en lo profundo de la desesperación.
En otras palabras, saber y confiar que la extensión de tu vida está en última instancia determinada por Dios y que «tú has decretado los meses de su vida; le has puesto límites que no puede rebasar» (14.5).
Al mismo tiempo, Job parece vislumbrar la vida más allá de la tumba; el hecho de que nada, ni siquiera la muerte, pueden separarnos del gran amor de Dios: « Si el hombre muere, ya no vuelve a la vida. Cada día de mi servicio obligatorio esperaré a que llegue mi relevo» (v.14; ver también 19:25 en adelante).
Tú y yo estamos en mejores condiciones que Job porque sabemos de la cruz y la resurrección de Jesús, y tenemos la segura esperanza de la eternidad en la presencia de Dios, maravillándonos de su gran amor por siempre.
Al desarrollarse la historia de Job, vemos que es correcto seguir confiando en Dios. Él nunca explica a Job por qué permitió que sufriera tanto, pero la confianza de Job en su amor es reivindicada. En medio del sufrimiento, de algún modo tenemos que aferrarnos a «una clara muestra de su amor» (Salmo 17:7).
Oración
Añadidos de Pippa
Pippa añade:
Mateo 20:16
«Así que los últimos serán primeros, y los primeros, últimos»
Muchas veces he tomado este versículo fuera de contexto. Cuando mis hijos eran pequeños y perdían en algún juego, o no recibían una buena calificación en un examen ni ganaban una competencia, yo recitaba: «Los primeros serán últimos y los últimos, primeros». Era una suerte de broma, pero también un recordatorio de que lo que valoramos en la vida (éxito, logros, llegar a la cima) no será valorado del mismo modo en el reino de los cielos.
Versículo del día
Salmo 17:8
'Cuídame como a la niña de tus ojos; escóndeme, bajo la sombra de tus alas.'
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Referencias
Notas:
C. S. Lewis, Una pena en observación, (Anagrama, 2006).