Día 240

Simplemente amor

Sabiduría Proverbios 21:5-16
Nuevo Testamento 2 Corintios 1:23-2:11
Antiguo Testamento 2 Crónicas 31:2-33:20

Introducción

La gobernadora de la prisión era una joven afroamericana que impresionaba mucho, dinámica y elocuente, conocida como la «jefa Jennifer».

Nuestro equipo se reunió al principio de la visita con la gente que llevaba la prisión. La jefa Jennifer nos dio la bienvenida con estas palabras: «Saludos en el nombre de nuestro Señor y Salvador Jesucristo».

Nos contó que había 2.5 millones de personas encarceladas en los EE.UU. y cada uno de ellos costaba al contribuyente americano 24 000 dólares al año. Solo el 3% de ellos permanecerían en prisión por el resto de su vida, mientras que el 97% de ellos serían reinsertados en algún momento en la sociedad. Por esa razón —continuó diciendo— había una buena motivación «civil» para querer ver cambios en sus vidas, además del propio deseo de ella como cristiana, de que los reclusos experimentaran la redención.

La prisión no era dirigida solamente con justicia, sino también con amor. Todas las malas actitudes y acciones eran confrontadas con amor. No se hablaba con palabrotas, ni se hacían grafitis y tenían un comportamiento respetuoso que habían aprendido. Pasamos algo de tiempo con un grupo de hombres que habían terminado de hacer Alpha hacía poco allí, y escuchamos sus testimonios de vidas cambiadas.

Dios es amor y también es justo. En su libro Justice in Love (Justicia con amor), Nicholas Wolterstorff señala que la justicia es una parte constitutiva necesaria de toda concepción del amor que se haya formado adecuadamente.

Sabiduría

Proverbios 21:5-16

5 Los planes bien pensados: ¡pura ganancia!
Los planes apresurados: ¡puro fracaso!

6 La fortuna amasada por la lengua embustera
se esfuma como la niebla y es mortal como una trampa.

7 La violencia de los malvados los destruirá,
porque se niegan a practicar la justicia.

8 Torcido es el camino del culpable,
pero recta la conducta del hombre honrado.

9 Más vale habitar en un rincón de la azotea
que compartir el techo con mujer pendenciera.

10 El malvado sólo piensa en el mal;
jamás se compadece de su prójimo.

11 Cuando se castiga al insolente,
aprende el inexperto;
cuando se instruye al sabio,
el inexperto adquiere conocimiento.

12 El justo se fija en la casa del malvado,
y ve cuando éste acaba en la ruina.

13 Quien cierra sus oídos al clamor del pobre,
llorará también sin que nadie le responda.

14 El regalo secreto apacigua el enojo;
el obsequio discreto calma la ira violenta.

15 Cuando se hace justicia,
se alegra el justo y tiembla el malhechor.

16 Quien se aparta de la senda del discernimiento
irá a parar entre los muertos.

Comentario

1. La justicia y los pobres

Una sociedad sin justicia y sin imperio de la ley es un lugar aterrador donde vivir. El mal no tiene restricciones y en particular, los pobres sufren. En muchas sociedades por todo el mundo, vemos los terribles resultados de la falta de justicia.

Allá donde hay un estado de derecho bajo el imperio de la ley, se da un doble beneficio. Cuando se hace justicia «se alegra el justo» (v.15a), se desalienta y «tiembla el malhechor» (v.15b). Como dice The Message: «La buena gente celebra el triunfo de la justicia, pero para los trabajadores del mal, es un mal día» (v.15, MSG).

La justicia lleva a una sociedad donde la gente se siente protegida y segura, especialmente los pobres. Una de las razones por las que puede que nuestras oraciones no sean respondidas es que no hemos oído el clamor de los pobres: «Quien cierra sus oídos al clamor del pobre llorará también sin que nadie le responda» (v.13).

Oración

Señor, oro porque haya justicia en nuestro mundo. Oro por aquellos que están intentando traer la justicia a lugares del mundo donde la injusticia reina.
Nuevo Testamento

2 Corintios 1:23-2:11

23 ¡Por mi vida! Pongo a Dios por testigo de que es sólo por consideración a ustedes por lo que todavía no he ido a Corinto. 24 No es que intentemos imponerles la fe, sino que deseamos contribuir a la alegría de ustedes, pues por la fe se mantienen firmes.

2En efecto, decidí no hacerles otra visita que les causara tristeza. 2 Porque si yo los entristezco, ¿quién me brindará alegría sino aquel a quien yo haya entristecido? 3 Les escribí como lo hice para que, al llegar yo, los que debían alegrarme no me causaran tristeza. Estaba confiado de que todos ustedes harían suya mi alegría. 4 Les escribí con gran tristeza y angustia de corazón, y con muchas lágrimas, no para entristecerlos sino para darles a conocer la profundidad del amor que les tengo.

Perdón para el pecador

5 Si alguno ha causado tristeza, no me la ha causado sólo a mí; hasta cierto punto —y lo digo para no exagerar— se la ha causado a todos ustedes. 6 Para él es suficiente el castigo que le impuso la mayoría. 7 Más bien debieran perdonarlo y consolarlo para que no sea consumido por la excesiva tristeza. 8 Por eso les ruego que reafirmen su amor hacia él. 9 Con este propósito les escribí: para ver si pasan la prueba de la completa obediencia. 10 A quien ustedes perdonen, yo también lo perdono. De hecho, si había algo que perdonar, lo he perdonado por consideración a ustedes en presencia de Cristo, 11 para que Satanás no se aproveche de nosotros, pues no ignoramos sus artimañas.

Comentario

2. La justicia y el perdón

Muchos de nosotros tendemos a evitar las confrontaciones. A mí me resultan difíciles; no es simplemente el miedo del rechazo o no ser popular, también es el miedo que tengo de hacer la situación peor echando leña al fuego de la ira y el resentimiento.

Otros parecen disfrutar la confrontación positivamente. Si estamos deseando la confrontación, si nos parece fácil enderezar a los demás, corregirlos y criticarlos, es posible que no estemos actuando desde el amor.

Pablo amaba a los corintios profundamente, y por eso no rehuyó la confrontación. Su amor lo llevó a confrontar, aunque le causara «gran tristeza», «angustia de corazón» y «muchas lágrimas» (2:4). «Les escribí con gran tristeza y angustia de corazón, y con muchas lágrimas, no para entristecerlos, sino para darles a conocer la profundidad del amor que les tengo» (v.4).

Confrontar a las personas con la verdad puede ser muy doloroso. La verdad, como la cirugía, puede doler, pero también sana. Las operaciones así deben practicarse con amor. No sabemos exactamente a quién o a qué se está refiriendo Pablo aquí. Puede que fuera el hombre que Pablo había denunciado en 1 Corintios 5:1–5 (que había estado viviendo con la esposa de su padre).

Pablo había insistido en que fuera expulsado de la iglesia. Pero ahora está diciendo que este hombre ha recibido suficiente castigo. Los urge a perdonarlo y reconfortarlo, reafirmando su amor por él (2 Corintios 2:7–8). Se ha hecho justicia y ahora es tiempo para la misericordia, la gracia y el perdón.

Pablo es muy pronto a perdonar: «A quien ustedes perdonen, yo también lo perdono. De hecho, si había algo que perdonar, lo he perdonado por consideración a ustedes en presencia de Cristo» (v.10). Cuando Pablo perdonó, olvidó (casi ni se acordaba ya de si había algo que perdonar).

Una vez un amigo le recordó a Clara Barton, fundadora de la Cruz Roja Americana, algo cruel que le había sucedido a ella hacía muchos años. Parecía que Clara no podía recordar el incidente.

El amigo le preguntaba insistentemente: «¿No recuerdas el mal que te hicieron?».

«No» —respondió Clara calmadamente— «lo que recuerdo perfectamente es haber olvidado eso».

El perdón es absolutamente vital para la iglesia cristiana. La falta del mismo es una de las maneras en las que el diablo puede entrar, pues abre la puerta a sus maquinaciones. El perdón le cierra la puerta: «para que Satanás no se aproveche de nosotros, pues no ignoramos sus artimañas» (v.11).

Oración

Señor, ayúdanos a identificar las artimañas del enemigo. Ayúdanos a ser prontos en perdonar y amarnos los unos a los otros, bloqueando a Satanás fuera de la iglesia.
Antiguo Testamento

2 Crónicas 31:2-33:20

Reorganización del culto

2 Ezequías les asignó turnos a los sacerdotes y levitas, para que cada uno sirviera según su oficio, y así ofreciera los holocaustos y los sacrificios de comunión, oficiara en el culto, cantara las alabanzas al Señor, o sirviera en las puertas del templo del Señor. 3 El rey destinó parte de sus bienes para los holocaustos matutinos y vespertinos, y para los holocaustos de los sábados, de luna nueva y de las fiestas solemnes, como está escrito en la ley del Señor. 4 También ordenó que los habitantes de Jerusalén entregaran a los sacerdotes y a los levitas la parte que les correspondía, para que pudieran dedicarse a la ley del Señor. 5 Tan pronto como se dio la orden, los israelitas entregaron en abundancia las primicias del trigo, del vino, del aceite, de la miel y de todos los productos del campo. También dieron en abundancia el diezmo de todo. 6 De igual manera, los habitantes de Israel y los que vivían en las ciudades de Judá entregaron el diezmo de bueyes y ovejas, y de todas aquellas cosas que eran consagradas al Señor su Dios, y todo lo colocaron en montones. 7 Comenzaron a formar los montones en el mes tercero, y terminaron en el séptimo. 8 Cuando Ezequías y sus oficiales fueron y vieron los montones, bendijeron al Señor y a su pueblo Israel.

9 Entonces Ezequías pidió a los sacerdotes y a los levitas que le informaran acerca de esos montones, 10 y el sumo sacerdote Azarías, descendiente de Sadoc, le contestó: «Desde que el pueblo comenzó a traer sus ofrendas al templo del Señor, hemos tenido suficiente comida y nos ha sobrado mucho, porque el Señor ha bendecido a su pueblo. En esos montones está lo que ha sobrado.»

11 Ezequías ordenó entonces que prepararan unos depósitos en el templo del Señor, y así lo hicieron. 12 Y todos llevaron fielmente las ofrendas, los diezmos y los dones consagrados. El encargado de administrar todo esto era el levita Conanías, y su hermano Simí le ayudaba. 13 El rey Ezequías y Azarías, que administraba el templo de Dios, nombraron como inspectores a Jehiel, Azazías, Najat, Asael, Jerimot, Jozabad, Eliel, Ismaquías, Mahat y Benaías, y los pusieron bajo las órdenes de Conanías y su hermano Simí. 14 El levita Coré hijo de Imná, guardián de la puerta oriental, estaba encargado de las ofrendas voluntarias que se hacían a Dios, y de distribuir las ofrendas del Señor y los dones consagrados. 15 Bajo sus órdenes estaban Edén, Minjamín, Jesúa, Semaías, Amarías y Secanías. Éstos se hallaban en las ciudades de los sacerdotes y, según sus turnos, distribuían fielmente las ofrendas entre sus compañeros, grandes y pequeños. 16 Se distribuían entre los varones de tres años para arriba que estuvieran inscritos en el registro genealógico y que prestaran diariamente sus servicios en el templo del Señor, según sus respectivos turnos y oficios. 17 A los sacerdotes se les registraba de acuerdo con sus familias patriarcales, y a los levitas mayores de veinte años, de acuerdo con sus oficios y turnos. 18 En el registro se incluían los niños pequeños, las mujeres, los hijos y las hijas, es decir, todo el grupo, ya que se mantenían fielmente consagrados. 19 Además, en todas las ciudades había personas encargadas de repartir las porciones entre los sacerdotes descendientes de Aarón, y entre los levitas que estaban inscritos en el registro y que vivían en las aldeas de sus ciudades.

20 Eso mismo hizo Ezequías en todo Judá, actuando con bondad, rectitud y fidelidad ante el Señor su Dios. 21 Todo lo que emprendió para el servicio del templo de Dios, lo hizo de todo corazón, de acuerdo con la ley y el mandamiento de buscar a Dios, y tuvo éxito.

Senaquerib invade Judá

32Después de semejante muestra de fidelidad por parte de Ezequías, Senaquerib, rey de Asiria, marchó contra Judá y sitió las ciudades fortificadas, dispuesto a conquistarlas. 2 Cuando Ezequías se enteró de que Senaquerib se dirigía también hacia Jerusalén con el propósito de atacarla, 3 se reunió con sus jefes civiles y militares y les propuso cegar los manantiales que había fuera de la ciudad, y ellos lo apoyaron. 4 Entonces se juntó mucha gente, y entre todos cegaron los manantiales y el arroyo que atravesaba la región, pues no querían que al llegar los reyes de Asiria encontraran agua en abundancia.

5 Armándose de valor, Ezequías reconstruyó toda la muralla que había sido derribada y levantó torres sobre ella; también construyó un muro exterior, fortificó los terraplenes de la Ciudad de David, y mandó fabricar muchas lanzas y escudos. 6 Luego puso jefes militares al frente del ejército y, luego de reunirlos en la plaza frente a la puerta de la ciudad, los arengó con estas palabras: 7 «¡Cobren ánimo y ármense de valor! No se asusten ni se acobarden ante el rey de Asiria y su numeroso ejército, porque nosotros contamos con alguien que es más poderoso. 8 Él se apoya en la fuerza humana, mientras que nosotros contamos con el Señor nuestro Dios, quien nos brinda su ayuda y pelea nuestras batallas.» Al oír las palabras de Ezequías, rey de Judá, el pueblo se tranquilizó.

9 Senaquerib, que en ese momento se hallaba en Laquis con todo su ejército, envió a sus oficiales para que les dijeran a Ezequías, rey de Judá, y a todos los de Judá que estaban en Jerusalén:

10 «Así dice Senaquerib, rey de Asiria: “¿En qué basan su confianza para permanecer dentro de Jerusalén, que ya es una ciudad sitiada? 11 ¿No se dan cuenta de que Ezequías los va a hacer morir de hambre y de sed? Él los está engañando cuando les dice que el Señor su Dios los librará de mis manos. 12 ¿No fue acaso Ezequías mismo quien eliminó los santuarios y los altares paganos, y luego ordenó a Judá y Jerusalén adorar en un solo altar, y sólo en él quemar incienso? 13 ¿Es que no se han dado cuenta de lo que yo y mis antepasados les hemos hecho a todas las naciones de la tierra? ¿Acaso los dioses de esas naciones pudieron librarlas de mi mano? 14 Pues así como ninguno de los dioses de esas naciones que mis antepasados destruyeron por completo pudo librarlas de mi mano, tampoco este dios de ustedes podrá librarlos de mí. 15 ¡No se dejen engañar ni seducir por Ezequías! ¡No le crean! Si ningún dios de esas naciones y reinos pudo librarlos de mi poder y del poder de mis antepasados, ¡mucho menos el dios de ustedes podrá librarlos a ustedes de mi mano!” »

16 Los oficiales de Senaquerib siguieron hablando contra Dios el Señor y contra su siervo Ezequías. 17 Además, Senaquerib escribió una carta en la que insultaba al Señor, Dios de Israel, en estos términos: «Así como los dioses de otras naciones no han podido librarlas de mi mano, tampoco ese dios de Ezequías podrá librar de mi mano a su pueblo.»

18 Los oficiales de Senaquerib les gritaban a voz en cuello a los habitantes de Jerusalén que estaban en la muralla. Lo hacían en lengua hebrea, para infundirles miedo y así poder conquistar la ciudad. 19 Y se referían al Dios de Jerusalén como si fuera igual a los dioses de las otras naciones de la tierra, fabricados por manos humanas.

20 Por ese motivo, el rey Ezequías y el profeta Isaías hijo de Amoz clamaron al cielo en oración. 21 Entonces el Señor envió un ángel para que exterminara a todos los soldados y a los jefes y capitanes del campamento del rey de Asiria, y éste tuvo que volver avergonzado a su país. Al entrar en el templo de su dios, sus propios hijos lo asesinaron.

22 Así salvó el Señor a Ezequías y a los habitantes de Jerusalén de la mano de Senaquerib, rey de Asiria, y de todos sus enemigos, y les dio paz en todas sus fronteras. 23 Entonces muchos fueron a Jerusalén con ofrendas para el Señor y regalos para Ezequías, rey de Judá. De este modo aumentó el prestigio de Ezequías entre todas las naciones.

Enfermedad y curación de Ezequías

24 Por aquellos días Ezequías se enfermó gravemente y estuvo a punto de morir. Entonces oró al Señor, quien le respondió y le dio una señal extraordinaria. 25 Pero Ezequías no correspondió al favor recibido, sino que se llenó de orgullo. Eso hizo que el Señor se encendiera en ira contra él, y contra Judá y Jerusalén. 26 Luego Ezequías, junto con los habitantes de Jerusalén, se arrepintió de su orgullo, y mientras él vivió, el Señor no volvió a derramar su ira contra ellos.

Prosperidad y muerte de Ezequías

27 Ezequías llegó a tener muchas riquezas y a gozar de gran prestigio. Acumuló grandes cantidades de plata, oro, piedras preciosas, perfumes, escudos y toda clase de objetos valiosos. 28 Tenía depósitos para almacenar trigo, vino y aceite, establos para toda clase de ganado, y rediles para los rebaños. 29 También edificó ciudades, y era dueño de inmensos rebaños de ganado mayor y menor, pues Dios le concedió muchísimos bienes.

30 Ezequías fue también quien cegó la salida superior de las aguas de Guijón y las desvió por un canal subterráneo hacia la parte occidental de la Ciudad de David. En fin, Ezequías tuvo éxito en todas las obras que emprendió. 31 Sin embargo, cuando los príncipes de Babilonia enviaron una embajada para investigar acerca de la señal extraordinaria que había tenido lugar en el país, Dios se retiró de Ezequías para probarlo y descubrir todo lo que había en su corazón.

32 Los demás acontecimientos del reinado de Ezequías, incluyendo sus hazañas, están escritos en la visión del profeta Isaías hijo de Amoz y en el libro de los reyes de Judá e Israel. 33 Ezequías murió y fue sepultado con sus antepasados en la parte superior del panteón de los descendientes de David. Todos los habitantes de Judá y de Jerusalén le rindieron honores. Y su hijo Manasés lo sucedió en el trono.

Manasés, rey de Judá

33Manasés tenía doce años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén cincuenta y cinco años. 2 Pero hizo lo que ofende al Señor, pues practicó las repugnantes ceremonias de las naciones que el Señor había expulsado al paso de los israelitas. 3 Reconstruyó los santuarios paganos que su padre Ezequías había derribado; además, erigió altares en honor de los baales e hizo imágenes de la diosa Aserá. Se postró ante todos los astros del cielo y los adoró. 4 Construyó altares en el templo del Señor, lugar del cual el Señor había dicho: «En Jerusalén habitaré para siempre.» 5 En ambos atrios del templo del Señor construyó altares en honor de los astros del cielo. 6 Sacrificó en el fuego a sus hijos en el valle de Ben Hinón, practicó la magia, la hechicería y la adivinación, y consultó a nigromantes y a espiritistas. Hizo continuamente lo que ofende al Señor, provocando así su ira.

7 Tomó la imagen del ídolo que había hecho y lo puso en el templo de Dios, lugar del cual Dios había dicho a David y a su hijo Salomón: «En este templo en Jerusalén, la ciudad que he escogido de entre todas las tribus de Israel, habitaré para siempre. 8 Nunca más arrojaré a los israelitas de la tierra en que establecí a sus antepasados, siempre y cuando tengan cuidado de cumplir todo lo que les he ordenado, es decir, toda la ley, los estatutos y los mandamientos que les di por medio de Moisés.» 9 Manasés descarrió a los habitantes de Judá y de Jerusalén, de modo que se condujeron peor que las naciones que el Señor destruyó al paso de los israelitas.

10 El Señor les habló a Manasés y a su pueblo, pero no le hicieron caso. 11 Por eso el Señor envió contra ellos a los jefes del ejército del rey de Asiria, los cuales capturaron a Manasés y lo llevaron a Babilonia sujeto con garfios y cadenas de bronce. 12 Estando en tal aflicción, imploró al Señor, Dios de sus antepasados, y se humilló profundamente ante él. 13 Oró al Señor, y él escuchó sus súplicas y le permitió regresar a Jerusalén y volver a reinar. Así Manasés reconoció que sólo el Señor es Dios.

14 Después de esto, Manasés construyó una alta muralla exterior en la Ciudad de David, la cual iba desde el oeste de Guijón, en el valle, hasta la puerta del Pescado, y rodeaba Ofel. Además, colocó jefes militares en todas las ciudades fortificadas de Judá 15 y sacó del templo del Señor los dioses extranjeros y el ídolo, arrojando fuera de la ciudad todos los altares que había construido en el monte del templo del Señor y en Jerusalén. 16 Luego reconstruyó el altar del Señor, y en él ofreció sacrificios de comunión y de acción de gracias, y le ordenó a Judá que sirviera al Señor, Dios de Israel. 17 Sin embargo, el pueblo siguió ofreciendo sacrificios en los santuarios paganos, aunque se los ofrecían sólo al Señor su Dios.

18 Los demás acontecimientos del reinado de Manasés, incluso su oración a Dios y las palabras de los profetas que le hablaban en nombre del Señor, Dios de Israel, están escritos en las crónicas de los reyes de Israel. 19 Su oración y la respuesta que recibió, como también todos sus pecados y rebeldías, los sitios donde erigió santuarios paganos y colocó las imágenes de la diosa Aserá y de otros ídolos, lo cual hizo antes de su humillación, todo esto está escrito en las crónicas de Jozay. 20 Manasés murió y fue sepultado en su palacio, y su hijo Amón lo sucedió en el trono.

Comentario

3. La justicia y la confrontación

¡Dios mismo no teme la confrontación! En este pasaje vemos cómo, por Su amor, Dios confrontó a alguien que en esencia era un buen líder que se volvió orgulloso, y a un líder malvado quien pudo arrepentirse.

Es un alivio leer sobre un buen rey, Ezequías, que restauró el Templo. Lideró con su ejemplo, contribuyendo con sus propias posesiones (31:3). El pueblo respondió generosamente (v.5) y el Señor los bendijo dejándoles abundante comida de sobra (v.10).

«Eso mismo hizo Ezequías en todo Judá, actuando con bondad, rectitud y fidelidad ante el Señor su Dios. Todo lo que emprendió para el servicio del templo de Dios, lo hizo de todo corazón, de acuerdo con la ley y el mandamiento de buscar a Dios, y tuvo éxito» (vv.20–21). Dio toda una «muestra de fidelidad» (32:1).

Nada de esto le evitó a Ezequías recibir ataques. Pero cuando el ataque vino de Senaquerib, Ezequías inspiró al pueblo: «¡Cobren ánimo y ármense de valor! No se asusten ni se acobarden \[…\] nosotros contamos con alguien que es más poderoso. Él se apoya en la fuerza humana, mientras que nosotros contamos con el Señor nuestro Dios, quien nos brinda su ayuda y pelea nuestras batallas. Al oír las palabras de Ezequías, rey de Judá, el pueblo se tranquilizó» (32:7–8).

A veces, experimentamos problemas en nuestra propia vida que parecen desbordarnos. Los cristianos en el Reino Unido, por ejemplo, parecen ser una pequeñísima minoría que tiene enfrente un vasto ejército de secularismo y hostilidad hacia Dios. Pero la buena noticia es que hay un poder mayor con nosotros, y que con ellos solo está «la fuerza humana»; con nosotros está el Señor, nuestro Dios «quien nos brinda su ayuda y pelea nuestras batallas» (v.8).

Siempre existe el peligro de que el éxito lleve al orgullo. La gente mira el ejemplo de los líderes; de hecho, se supone que debemos honrar a los líderes. Pero los líderes tienen que ser conscientes de que ese honor tiene la palabra «peligro» escrito sobre él. Si el orgullo se apodera de ti, arrepiéntete rápidamente y humíllate.

Tan pronto como Ezequías triunfó, la arrogancia entró en él. Menos mal que cuando Dios lo confrontó «se arrepintió de su orgullo» (v.26) y Dios lo bendijo de nuevo con riquezas y con honores (v.27). Tuvo éxito en todo lo que emprendió (v.30).

Entonces, misteriosamente «Dios se retiró de Ezequías para probarlo y descubrir todo lo que había en su corazón» (v.31). Era la noche oscura del alma.

No te desanimes si hay veces en las que no sientes la presencia de Dios. A veces, Dios calla y se hace imperceptible. Continúa siendo fiel cuando Dios pruebe tu corazón. Ezequías tenía un buen corazón, su vida estaba llena de actos de entrega (v.32) y cuando murió recibió honores (v.33).

La vida de su hijo parece ser lo totalmente opuestao a la suya. Manasés empezó hacienda maldades a los ojos del Señor (33:2). De hecho, es difícil pensar en alguien que haya hecho más mal que Manasés «Sacrificó en el fuego a sus hijos \[…\] practicó la magia, la hechicería y la adivinación, y consultó a nigromantes y a espiritistas. Hizo continuamente lo que ofende al Señor, provocando así su ira» (v.6).

Pero nadie está más allá de toda redención. No importa cuán bajo hayas caído; si como Manasés nos arrepentimos y volvemos a Dios, podemos recibir el perdón.

Dios confrontó a Manasés: «Estando en tal aflicción, imploró al Señor, Dios de sus antepasados, y se humilló profundamente ante él. Oró al Señor, y él escuchó sus súplicas y le permitió regresar a Jerusalén y volver a reinar» (v.12-13a).

Esta es una de las razones por las que me encanta visitar prisiones. Nadie está más allá de la redención. Jesús lo ha hecho posible por medio de su muerte en la cruz donde, en palabras de John Eddison, «El amor y la justicia se unen, la verdad y la misericordia se encuentran».

Oración

Señor, gracias porque en la cruz podemos ver Tu amor y Tu justicia juntos. Gracias porque tienes misericordia de mí. Ayúdame a mostrar Tu amor y traer Tu justicia al mundo, en el nombre de Jesús.

Añadidos de Pippa

Proverbios 21:9

«Más vale habitar en un rincón de la azotea que compartir el techo con mujer pendenciera»

… ¡o también un esposo pendenciero!

Versículo del día

2 Crónicas 32:8

'Él se apoya en la fuerza humana, mientras que nosotros contamos con el Señor nuestro Dios, quien nos brinda su ayuda y pelea nuestras batallas.» Al oír las palabras de Ezequías, rey de Judá, el pueblo se tranquilizó.'

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Nueva Versión Inernacional (NVI)

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