El paquete de beneficios de Dios
Introducción
Recientemente descubrí uno de mis diarios de oración en el que registré algunas de mis primeras experiencias de oraciones respondidas.
El 26 de septiembre de 1976 escribí acerca de una oración pidiendo por mi madre: «Oré para que el Señor la curara de su insomnio». No le conté que estaba orando por ella y, exactamente tres meses más tarde —el 26 de diciembre de 1976— escribí que mi madre «dice que ha dormido mejor en las últimas semanas que en los cuatro años anteriores, así que el insomnio ya no es un problema para ella».
Por supuesto, no es posible demostrar el cristianismo basándose en la respuesta a las oraciones porque los escépticos siempre pueden explicar esta respuesta como coincidencia. Pero el antiguo arzobispo de Canterbury, William Temple, declaró: «Cuando oro, suceden coincidencias; cuando no oro, no suceden». El efecto acumulativo de la oración respondida es reforzar nuestra fe en Dios.
Durante los últimos veinte años he escrito al lado del pasaje del Nuevo Testamento que leemos hoy mis oraciones para el año siguiente. Es alucinante echar la vista atrás y recordar las maneras en las que Dios ha respondido a muchas de esas oraciones. Me resulta muy fácil olvidar todas las respuestas recibidas a las oraciones. Es muy fácil olvidar las bendiciones.
David se recuerda a sí mismo en el salmo de hoy no ha de olvidar «todos sus beneficios» (Salmo 103:2). Muchos son conscientes de los «beneficios» que pueden recibir por su trabajo o como renta de sus bienes. Pero, ¿y qué acerca de los «beneficios» que recibimos de nuestro amoroso Padre celestial?
Salmos 103:1-12
Salmo 103
Salmo de David.
1 Alaba, alma mía, al Señor;
alabe todo mi ser su santo nombre.
2 Alaba, alma mía, al Señor,
y no olvides ninguno de sus beneficios.
3 Él perdona todos tus pecados
y sana todas tus dolencias;
4 él rescata tu vida del sepulcro
y te cubre de amor y compasión;
5 él colma de bienes tu vida
y te rejuvenece como a las águilas.
6 El Señor hace justicia
y defiende a todos los oprimidos.
7 Dio a conocer sus caminos a Moisés;
reveló sus obras al pueblo de Israel.
8 El Señor es clemente y compasivo,
lento para la ira y grande en amor.
9 No sostiene para siempre su querella
ni guarda rencor eternamente.
10 No nos trata conforme a nuestros pecados
ni nos paga según nuestras maldades.
11 Tan grande es su amor por los que le temen
como alto es el cielo sobre la tierra.
12 Tan lejos de nosotros echó nuestras transgresiones
como lejos del oriente está el occidente.
Comentario
1. Recuerda y agradece a Dios por todos Sus beneficios
Hay muchas razones por las cuales alabar a Dios. Casi parece que David está hablando consigo mismo y exhortándose así: «Alaba, alma mía, al Señor; alabe todo mi ser su santo nombre. Alaba, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios!» (vv.1–2).
Claramente, David había tenido que enfrentarse a muchos problemas en su vida: pecado, enfermedad y «el hoyo» (vv.3–4, NTV). Pero, al igual que el apóstol Pablo (2 Corintios 1:3), él comienza por alabar a Dios por algunos de sus beneficios:
- Perdón
Dios perdona todos tus pecados (Salmo 103:3): «No nos trata conforme a nuestros pecados ni nos paga según nuestras maldades» (v.10); «Tan lejos de nosotros echó nuestras transgresiones como lejos del oriente está el occidente» (v.12).
- Sanación
Dios «sana todas tus dolencias» (v.3). Un día seremos sanados completamente. Ahora vemos signos de esto, cuando Dios nos sana directa y sobrenaturalmente. Además Dios ha puesto en nuestros cuerpos el sistema inmune, los anticuerpos y los procesos de reconstitución.
- Redención
Dios «rescata tu vida del sepulcro» (v.4a). No hay un abismo tan profundo que la redención de Dios no pueda alcanzar.
- Amor
Él «te cubre de amor y compasión» (v.4b): «Tan grande es su amor por los que le temen como alto es el cielo sobre la tierra» (v.11).
- Satisfacción
«Él colma de bienes tu vida» (v.5a).
Oración
2 Corintios 1:1-11
1Pablo, apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios, y Timoteo nuestro hermano,
a la iglesia de Dios que está en Corinto y a todos los santos en toda la región de Acaya:
2 Que Dios nuestro padre y el Señor Jesucristo les concedan gracia y paz.
El Dios de toda consolación
3 Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda consolación, 4 quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que sufren. 5 Pues así como participamos abundantemente en los sufrimientos de Cristo, así también por medio de él tenemos abundante consuelo. 6 Si sufrimos, es para que ustedes tengan consuelo y salvación; y si somos consolados, es para que ustedes tengan el consuelo que los ayude a soportar con paciencia los mismos sufrimientos que nosotros padecemos. 7 Firme es la esperanza que tenemos en cuanto a ustedes, porque sabemos que así como participan de nuestros sufrimientos, así también participan de nuestro consuelo.
8 Hermanos, no queremos que desconozcan las aflicciones que sufrimos en la provincia de Asia. Estábamos tan agobiados bajo tanta presión, que hasta perdimos la esperanza de salir con vida: 9 nos sentíamos como sentenciados a muerte. Pero eso sucedió para que no confiáramos en nosotros mismos sino en Dios, que resucita a los muertos. 10 Él nos libró y nos librará de tal peligro de muerte. En él tenemos puesta nuestra esperanza, y él seguirá librándonos. 11 Mientras tanto, ustedes nos ayudan orando por nosotros. Así muchos darán gracias a Dios por nosotros a causa del don que se nos ha concedido en respuesta a tantas oraciones.
Comentario
2. Mira Sus beneficios incluso en medio del sufrimiento
¿Has sufrido la pérdida o el duelo? ¿Estás sufriendo algún problema de salud? ¿Estás bajo una gran presión en tus finanzas o alguna otra área de tu vida? ¿Estás recibiendo oposición o siendo criticado? ¿Atraviesas un periodo de dificultades, desilusiones o privaciones?
Pablo fue el pastor cofundador de la iglesia de Corinto. En esta, su carta más personal, él revela el corazón de un líder. Expone sus sentimientos como un hombre de carne y sangre que sabe lo que es atravesar problemas (v.4), sufrimientos (vv.5–8), estrés (v.6), privaciones (v.8) y presiones (v.8) (la palabra usada por Pablo significa estar bajo un gran peso).
Había sufrido la desesperación (v.8), sintiéndose «sentenciado a muerte» (v.9), y había experimentado un «peligro de muerte» (v.10). Además de la persecución física, tuvo que afrontar críticas, ridiculizaciones, enfermedades, depresión, duelo, injusticias, desencantos, tentaciones y relaciones personales difíciles.
Sir Winston Churchill dijo: «Un pesimista ve la dificultad en cada oportunidad; un optimista ve la oportunidad en cada dificultad». Según esta definición, ¡Pablo era todo un optimista!
Empieza su epístola alabando, no por los problemas sino por los beneficios positivos que le han traído estos. ¿Cuáles son estos beneficios? ¿Cómo podemos tú y yo ver los beneficios en toda dificultad?
- Serás confortado
El «Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones» (vv.3–4). La palabra confortar significa animar, dar ánimo y estar al lado. Dios es el «padre misericordioso» (v.3). No es insensible al sufrimiento, se pone a nuestro lado y sufre con nosotros. Su Espíritu Santo es el «consolador» (Juan 14:26).
- Serás una ayuda para los demás
Si ahora mismo estás en un tiempo de sufrimiento, puede que no te parezca de mucho consuelo, pero un día traerás gran consuelo a otras personas: «Quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que, con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que sufren» (2 Corintios 1:4). Aquellos que han tenido que afrontar dificultades en la vida suelen ser los ministros más efectivos.
- Serás cambiado
Los sufrimientos producen en ti el «soportar con paciencia» (v.6). Como el oro acrisolado por el fuego, o una viña podada para dar más fruto, las dificultades producen paciencia, aguante, resolución y perseverancia, llevando a la transformación del carácter.
- No estarás solo
Pablo escribe: «Así como participan de nuestros sufrimientos, así también participan de nuestro consuelo» (v.7). La palabra que usa para «participar» viene de la palabra griega koinonia, que es la palabra usada para describir la relación más cercana posible con Dios. En épocas de dificultad debemos experimentar una extraordinaria cercanía en la relación al consolarnos y animarnos los unos a los otros. Como dice The Message: «Tus momentos malos son también nuestros momentos malos» (v.7, MSG).
- Aprenderás a confiar en Dios
Cuando las cosas van bien es fácil convertirse en alguien que depende de uno mismo. Pero cuanto todo va mal y tocamos fondo, estamos forzados a confiar en Dios. Como lo explica Pablo: «Para que no confiáramos en nosotros mismos, sino en Dios» (v.9).
- Serás rescatado
Pablo escribe: «Él nos libró y nos librará de tal peligro de muerte. En él tenemos puesta nuestra esperanza, y él seguirá librándonos» (v.10). Al echar la vista atrás y ver que Dios nos ha librado en el pasado, podemos estar confiados en que nos librará en el futuro.
- Tus oraciones ayudarán a otros
La oración es poderosa; Dios responde de verdad a las oraciones. Una de las mejores maneras en las que podemos ayudar a otras personas es orando por ellas: «Mientras tanto, ustedes nos ayudan orando por nosotros. Así muchos darán gracias a Dios por nosotros a causa del don que se nos ha concedido en respuesta a tantas oraciones» (v.11). Cuando tus oraciones sean respondidas, Dios será glorificado.
Oración
2 Crónicas 26:1-28:27
Uzías, rey de Judá
26Todo el pueblo de Judá tomó entonces a Uzías, que tenía dieciséis años, y lo proclamó rey en lugar de su padre Amasías. 2 Y fue Uzías quien, después de la muerte del rey Amasías, reconstruyó la ciudad de Elat y la reintegró a Judá.
3 Uzías tenía dieciséis años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén cincuenta y dos años. Su madre era Jecolías, oriunda de Jerusalén. 4 Uzías hizo lo que agrada al Señor, pues en todo siguió el buen ejemplo de su padre Amasías 5 y, mientras vivió Zacarías, quien lo instruyó en el temor de Dios, se empeñó en buscar al Señor. Mientras Uzías buscó a Dios, Dios le dio prosperidad.
6 Uzías marchó contra los filisteos, y destruyó los muros de Gat, Jabnia y Asdod. Además, construyó ciudades en la región de Asdod, entre los filisteos. 7 Dios lo ayudó en su guerra contra los filisteos, contra los árabes que vivían en Gur Baal, y contra los meunitas. 8 Los amonitas fueron tributarios de Uzías, y éste llegó a tener tanto poder que su fama se difundió hasta la frontera de Egipto.
9 Uzías también construyó y fortificó torres en Jerusalén, sobre las puertas de la Esquina y del Valle, y en el ángulo del muro. 10 Así mismo, construyó torres en el desierto y cavó un gran número de pozos, pues tenía mucho ganado en la llanura y en la meseta. Tenía también labradores y viñadores que trabajaban en las montañas y en los valles, pues era un amante de la agricultura.
11 Uzías contaba con un ejército que salía a la guerra por escuadrones, de acuerdo con el censo hecho por el cronista Jeyel y por el oficial Maseías, bajo la dirección de Jananías, funcionario del rey. 12 El total de los jefes de familia era de dos mil seiscientos, todos ellos guerreros valientes. 13 Bajo el mando de éstos había un ejército bien entrenado, compuesto por trescientos siete mil quinientos soldados, que combatían con mucho valor para apoyar al rey en su lucha contra los enemigos. 14 A ese ejército Uzías lo dotó de escudos, lanzas, cascos, corazas, arcos y hondas. 15 Construyó en Jerusalén unas máquinas diseñadas por hombres ingeniosos, y las colocó en las torres y en las esquinas de la ciudad para disparar flechas y piedras de gran tamaño. Con la poderosa ayuda de Dios, Uzías llegó a ser muy poderoso y su fama se extendió hasta muy lejos.
16 Sin embargo, cuando aumentó su poder, Uzías se volvió arrogante, lo cual lo llevó a la desgracia. Se rebeló contra el Señor, Dios de sus antepasados, y se atrevió a entrar en el templo del Señor para quemar incienso en el altar. 17 Detrás de él entró el sumo sacerdote Azarías, junto con ochenta sacerdotes del Señor, todos ellos hombres valientes, 18 quienes se le enfrentaron y le dijeron: «No corresponde a Su Majestad quemar el incienso al Señor. Ésta es función de los sacerdotes descendientes de Aarón, pues son ellos los que están consagrados para quemar el incienso. Salga usted ahora mismo del santuario, pues ha pecado, y así Dios el Señor no va a honrarlo.»
19 Esto enfureció a Uzías, quien tenía en la mano un incensario listo para ofrecer el incienso. Pero en ese mismo instante, allí en el templo del Señor, junto al altar del incienso y delante de los sacerdotes, la frente se le cubrió de lepra. 20 Al ver que Uzías estaba leproso, el sumo sacerdote Azarías y los demás sacerdotes lo expulsaron de allí a toda prisa. Es más, él mismo se apresuró a salir, pues el Señor lo había castigado.
21 El rey Uzías se quedó leproso hasta el día de su muerte. Tuvo que vivir aislado en su casa, y le prohibieron entrar en el templo del Señor. Su hijo Jotán quedó a cargo del palacio y del gobierno del país.
22 Los demás acontecimientos del reinado de Uzías, desde el primero hasta el último, los escribió el profeta Isaías hijo de Amoz. 23 Cuando Uzías murió, fue sepultado con sus antepasados en un campo cercano al panteón de los reyes, pues padecía de lepra. Y su hijo Jotán lo sucedió en el trono.
Jotán, rey de Judá
27Jotán tenía veinticinco años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén dieciséis años. Su madre era Jerusa hija de Sadoc. 2 Jotán hizo lo que agrada al Señor, pues en todo siguió el buen ejemplo de su padre Uzías, pero no iba al templo del Señor. El pueblo, por su parte, continuó con sus prácticas corruptas. 3 Jotán fue quien reconstruyó la puerta superior del templo del Señor. Hizo también muchas obras en el muro de Ofel, 4 construyó ciudades en las montañas de Judá, y fortalezas y torres en los bosques.
5 Jotán le declaró la guerra al rey de los amonitas y lo venció. Durante tres años consecutivos, los amonitas tuvieron que pagarle un tributo anual de cien barras de plata, diez mil cargas de trigo y diez mil cargas de cebada.
6 Jotán llegó a ser poderoso porque se propuso obedecer al Señor su Dios.
7 Los demás acontecimientos del reinado de Jotán, y sus guerras y su conducta, están escritos en el libro de los reyes de Israel y de Judá. 8 Tenía Jotán veinticinco años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén dieciséis años. 9 Cuando murió, fue sepultado en la Ciudad de David, y su hijo Acaz lo sucedió en el trono.
Acaz, rey de Judá
28Acaz tenía veinte años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén dieciséis años. Pero a diferencia de su antepasado David, Acaz no hizo lo que agrada al Señor. 2 Al contrario, siguió el mal ejemplo de los reyes de Israel, y también hizo imágenes fundidas de los baales. 3 Así mismo, quemó incienso en el valle de Ben Hinón y sacrificó en el fuego a sus hijos, según las repugnantes ceremonias de las naciones que el Señor había expulsado al paso de los israelitas. 4 También ofrecía sacrificios y quemaba incienso en los santuarios paganos, en las colinas y bajo todo árbol frondoso.
5 Por eso el Señor su Dios lo entregó al poder del rey de Siria. Los sirios lo derrotaron, y capturaron una gran cantidad de prisioneros que se llevaron a Damasco.
Acaz también cayó en poder del rey de Israel, quien le infligió una gran derrota. 6 En un solo día, Pecaj hijo de Remalías mató en Judá a ciento veinte mil hombres, todos ellos soldados valientes, porque los habitantes de Judá habían abandonado al Señor, Dios de sus antepasados. 7 Zicrí, un guerrero de Efraín, mató a Maseías, hijo del rey, a Azricán, oficial encargado del palacio, y a Elcaná, que era el oficial más importante después del rey. 8 De entre sus hermanos de Judá, los israelitas capturaron a doscientas mil personas, incluyendo a mujeres, niños y niñas. Además, se apoderaron de un enorme botín, que se llevaron a Samaria.
9 Había allí un hombre llamado Oded, que era profeta del Señor. Cuando el ejército regresaba a Samaria, este profeta salió a su encuentro y les dijo:
—El Señor, Dios de sus antepasados, entregó a los de Judá en manos de ustedes, porque estaba enojado con ellos. Pero ustedes los mataron con tal furia, que repercutió en el cielo. 10 Y como si fuera poco, ¡ahora pretenden convertir a los habitantes de Judá y de Jerusalén en sus esclavos! ¿Acaso no son también ustedes culpables de haber pecado contra el Señor su Dios? 11 Por tanto, háganme caso: dejen libres a los prisioneros. ¿Acaso no son sus propios hermanos? ¡La ira del Señor se ha encendido contra ustedes!
12 Entonces Azarías hijo de Johanán, Berequías hijo de Mesilemot, Ezequías hijo de Salún, y Amasá hijo de Hadlay, que eran jefes de los efraimitas, se enfrentaron a los que regresaban de la guerra 13 y les dijeron:
—No traigan aquí a los prisioneros, porque eso nos haría culpables ante el Señor. ¿Acaso pretenden aumentar nuestros pecados y nuestras faltas? ¡Ya es muy grande nuestra culpa, y la ira del Señor se ha encendido contra Israel!
14 Así que los soldados dejaron libres a los prisioneros, y pusieron el botín a los pies de los jefes y de toda la asamblea. 15 Algunos fueron nombrados para que se hicieran cargo de los prisioneros, y con la ropa y el calzado del botín vistieron a todos los que estaban desnudos. Luego les dieron de comer y de beber, y les untaron aceite. Finalmente, a los que estaban débiles los montaron en burros y los llevaron a Jericó, la ciudad de las palmeras, para reunirlos con sus hermanos. Después, aquellos hombres volvieron a Samaria.
16 En aquel tiempo, el rey Acaz solicitó la ayuda de los reyes de Asiria, 17 porque los edomitas habían atacado nuevamente a Judá y se habían llevado algunos prisioneros. 18 Por su parte, los filisteos saquearon las ciudades de Judá que estaban en la llanura y en el Néguev, se apoderaron de Bet Semes, Ayalón, Guederot, Soco, Timná y Guimzó, junto con sus respectivas aldeas, y se establecieron en ellas. 19 Así fue como el Señor humilló a Judá, por culpa de Acaz su rey, quien permitió el desenfreno en Judá y se rebeló totalmente contra el Señor.
20 Tiglat Piléser, rey de Asiria, en vez de apoyar a Acaz, marchó contra él y empeoró su situación. 21 Entonces Acaz le entregó al rey de Asiria todo lo que había de valor en el templo del Señor, en el palacio real y en las casas de sus oficiales; pero eso de nada le sirvió. 22 Y a pesar de encontrarse tan presionado, el rey Acaz se empecinó en su rebelión contra el Señor. 23 Incluso ofreció sacrificios a los dioses de Damasco que lo habían derrotado, pues pensó: «Como los dioses de Siria ayudan a sus reyes, también me ayudarán a mí si les ofrezco sacrificios.» Pero esos dioses fueron su ruina y la de todo Israel. 24 Acaz también juntó y despedazó los utensilios del templo del Señor, cerró sus puertas e hizo construir altares en cada esquina de Jerusalén. 25 Y en todas las ciudades de Judá hizo construir santuarios paganos para quemar incienso a otros dioses, ofendiendo así al Señor, Dios de sus antepasados.
26 Los demás acontecimientos de su reinado, desde el primero hasta el último, lo mismo que su conducta, están escritos en el libro de los reyes de Judá y de Israel. 27 Acaz murió y fue sepultado en la ciudad de Jerusalén, pero no en el panteón de los reyes de Israel. Su hijo Ezequías lo sucedió en el trono.
Comentario
3. No dejes que los beneficios te envanezcan
Los momentos en lo cuales las cosas van bien pueden ser de tanta prueba para nuestra fe como las ocasiones en que no. Abraham Lincoln, quien como presidente de los Estados Unidos lo conocía todo acerca del poder, dijo: «Casi cualquier hombre puede resistir a la adversidad, pero si quieres probar el carácter de una persona, dale poder».
Uzías empezó muy bien. Se hizo rey a los dieciséis años (26:1). «Hizo lo que agrada al Señor»(v.4). Fue leal en su empeño «en buscar al Señor» (v.5a). «Mientras Uzías buscó a Dios, Dios le dio prosperidad» (v.5b). «Dios lo ayudó» (v.7); se hizo famoso y muy poderoso (v.8). Todo le iba muy bien.
Mientras buscó a Dios, el Señor respondía sus oraciones, ayudándole y dándole éxito.
Pero todo se torció de una manera terrible cuando «llegó a ser muy poderoso» (v.15c). La fama, el éxito y el poder son embriagadores y acarrean grandes peligros de orgullo y arrogancia.
«Cuando aumentó su poder, Uzías se volvió arrogante, lo cual lo llevó a la desgracia» (v.16). Hizo aquello que estaba específicamente prohibido por la Escritura (ver Números 16:40; 18:7) a pesar de que muchos líderes «se le enfrentaron» (2 Crónicas 26:18) previniéndole contra ser infiel (v.18). En vez de escucharlos, por su orgullo se «enfureció» (v.19). Esto es una advertencia. Si las cosas te van bien, no te vuelvas orgulloso, sigue confiando en Dios y obedeciéndole.
Oración
Añadidos de Pippa
2 Corintios 1:3–4
«Padre misericordioso y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones».
Lamentablemente, no estamos exentos de tener problemas en esta vida, pero tenemos un Padre compasivo que es el Dios de toda consolación (no únicamente de algo de consolación), que nos confortará en todos y cada uno de los problemas con los que nos encontremos.
Versículo del día
2 Corintios 1:3-4
'Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que sufren.'
App
Enjoy reading or listening to the Bible in one year on your iPhone or Android device.
Receive a daily email with a fresh devotion straight in your inbox.
Podcast
Subscribe and listen to Bible in One Year delivered to your favourte podcast app everyday.
Website
Far from your mobile device? You can read the daily devotion right here on this website.
Referencias
Nueva Versión Inernacional (NVI)
Copyright © 1999 by Biblica, Inc