Día 235

Confía en que Dios lo hará a Su manera

Sabiduría Salmos 102:12-17
Nuevo Testamento 1 Corintios 15:35-49
Antiguo Testamento 2 Crónicas 18:28-21:3

Introducción

A veces desearía haber mantenido un diario con constancia. Al menos, estoy contento de haber registrado algunas de mis oraciones. Junto con las palabras del pasaje de hoy ¡No sabemos qué hacer! ¡En ti hemos puesto nuestra esperanza!» (2 Crónicas 20:12) he anotado algunos de los que parecían problemas insuperables y también situaciones a las que me he tenido que enfrentar a lo largo de los años. Es sorprendente y maravilloso ver y tener un registro de cómo Dios nos ha librado de tantas de ellas, en Su propio tiempo y a Su manera.

Recordar la capacidad que tiene Dios de liberarnos, incrementa tu fe en que pueda hacerlo de nuevo. Dios es verdaderamente poderoso; en realidad, Dios es todopoderoso, omnipotente. Puedes confiar en Él.

Sabiduría

Salmos 102:12-17

12 Pero tú, Señor, reinas eternamente;
tu nombre perdura por todas las generaciones.
13 Te levantarás y tendrás piedad de Sión,
pues ya es tiempo de que la compadezcas.
¡Ha llegado el momento señalado!
14 Tus siervos sienten cariño por sus ruinas;
los mueven a compasión sus escombros.
15 Las naciones temerán el nombre del Señor;
todos los reyes de la tierra reconocerán su majestad.
16 Porque el Señor reconstruirá a Sión,
y se manifestará en su esplendor.
17 Atenderá a la oración de los desamparados,
y no desdeñará sus ruegos.

Comentario

1. Confía en que Dios responderá tus oraciones

Como dijo Charles Spurgeon en su conocida cita: «La oración es el delgado nervio que mueve el músculo de la omnipotencia».

Cuando vemos los problemas de nuestra sociedad y de la iglesia, ¿cuál es nuestra primera respuesta? Al contemplar el salmista el embrollo en el que se encuentra el pueblo de Dios y el hecho de que la ciudad está en ruinas, su primera respuesta es clamar a Dios.

El salmista le recuerda a Dios Su poder y Su amor, declarando Su grandeza —«Tú, Señor, reinas eternamente» (v.12a) — y su «compasión» (v.13) por Jerusalén: «Tus siervos sienten cariño por sus ruinas; los mueven a compasión sus escombros» (v.14).

Cuando miro nuestra nación hoy en día, veo que gran parte de la iglesia está en ruinas. Dios tiene el poder de reconstruir a Su pueblo en esta tierra.

Puedes estar seguro del poder de Dios a la hora de responder a tus oraciones. No es que puedas controlar el poder de Dios con tus oraciones, sino que Dios siempre está activo en la vida de Su pueblo y en Su mundo: «Atenderá a la oración de los desamparados, y no desdeñará sus ruegos» (v.17).

Oración

Señor, clamo a Ti para que reconstruyas la iglesia en esta nación. Te pido que envíes tu Espíritu Santo sobre nosotros de nuevo y sobre nuestra nación.
Nuevo Testamento

1 Corintios 15:35-49

El cuerpo resucitado

35 Tal vez alguien pregunte: «¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué clase de cuerpo vendrán?» 36 ¡Qué tontería! Lo que tú siembras no cobra vida a menos que muera. 37 No plantas el cuerpo que luego ha de nacer sino que siembras una simple semilla de trigo o de otro grano. 38 Pero Dios le da el cuerpo que quiso darle, y a cada clase de semilla le da un cuerpo propio. 39 No todos los cuerpos son iguales: hay cuerpos humanos; también los hay de animales terrestres, de aves y de peces. 40 Así mismo hay cuerpos celestes y cuerpos terrestres; pero el esplendor de los cuerpos celestes es uno, y el de los cuerpos terrestres es otro. 41 Uno es el esplendor del sol, otro el de la luna y otro el de las estrellas. Cada estrella tiene su propio brillo.

42 Así sucederá también con la resurrección de los muertos. Lo que se siembra en corrupción, resucita en incorrupción; 43 lo que se siembra en oprobio, resucita en gloria; lo que se siembra en debilidad, resucita en poder; 44 se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual.

Si hay un cuerpo natural, también hay un cuerpo espiritual. 45 Así está escrito: «El primer hombre, Adán, se convirtió en un ser viviente»; el último Adán, en el Espíritu que da vida. 46 No vino primero lo espiritual sino lo natural, y después lo espiritual. 47 El primer hombre era del polvo de la tierra; el segundo hombre, del cielo. 48 Como es aquel hombre terrenal, así son también los de la tierra; y como es el celestial, así son también los del cielo. 49 Y así como hemos llevado la imagen de aquel hombre terrenal, llevaremos también la imagen del celestial.

Comentario

2. Confía en que Dios resucitará

La pérdida de alguien querido es muy dolorosa y afrontar nuestra propia muerte puede parecer algo aterrador. Este pasaje nos da una nueva perspectiva para nuestros duelos y nuestros miedos. Cuando el Nuevo Testamento habla del amor de Dios, suele apuntar a la cruz de Jesús. Cuando habla del poder de Dios, suele apuntar a la resurrección de Jesús. Ese «poder es la fuerza grandiosa y eficaz» que resucitó a Jesús de entre los muertos (Efesios 1:19–20).

Aquí, el apóstol Pablo habla de cómo ese mismo poder también resucitará tu cuerpo. Usa la analogía de una semilla de trigo, la cual no alcanza su potencial completo a menos que primero muera y sea enterrada: «Lo que tú siembras no cobra vida a menos que muera» (1 Corintios 15:36). Aunque tienen un aspecto muy diferente, hay una continuidad entre la semilla y el trigo.

Por la resurrección de Jesús, puedes confiar en que Dios también te resucitará a ti —a Su manera— lo cual será infinitamente mejor que lo que podamos imaginar nosotros.

Al escéptico que se pregunta: «”¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué clase de cuerpo vendrán?”, Pablo le respondió: «¡Qué tontería! Lo que tú siembras no cobra vida a menos que muera. No plantas el cuerpo que luego ha de nacer, sino que siembras una simple semilla de trigo o de otro grano. Pero Dios le da el cuerpo que quiso darle, y a cada clase de semilla le da un cuerpo propio» (vv.35–38).

Señala la inmensa variedad que hay en la creación de Dios, lo que sugiere de paso que no deberíamos intentar ser como ninguna otra persona. Está bien ser diferente: la diversidad es buena.

Te darás cuenta de que la variedad de cuerpos es sorprendente (humanos, animales, pájaros, peces). Como dice The Message: «Puedes ver un reflejo de la diversidad de la gloria de la resurrección, viendo la diversidad de cuerpos que hay no solo en la tierra, sino también en los cielos: el sol, la luna, las estrellas… todas esas variedades de belleza y brillo. Y eso que solo estamos mirando las “semillas” anteriores a la resurrección; ¡quién puede imaginarse cómo serán las “plantas” de la resurrección!» (vv.40–41, MSG).

Continúa diciendo: «Esta imagen de plantar una semilla muerta que resurge como una planta viva, como mucho no es más que un boceto, pero puede que nos ayude a comprender el misterio del cuerpo de resurrección, pero solo si somos conscientes de que cuando somos resucitados, ¡lo somos para siempre, para estar vivos eternamente!

El cuerpo que se planta no es bello, pero cuando es resucitado, se vuelve glorioso. Algo que se deposita en la tierra en debilidad, resurge lleno de poder. La plantación de la semilla es natural: el crecimiento de la semilla es sobrenatural. La misma semilla, el mismo cuerpo, pero ¡qué diferencia entre cuando fue depositado en la tierra en mortalidad física y cuando fue resucitado a la inmortalidad espiritual!» (vv.42–44, MSG).

El cuerpo de resurrección y el cuerpo espiritual tienen la misma sustancia, aunque transformada. La resurrección es la creación ex vetere (de lo viejo), y no ex nihilo (de la nada). La planta viene de la semilla. Nuestros cuerpos presentes no serán remplazados por nuevos cuerpos, sino transformados en nuestros cuerpos de resurrección.

Jesús siguió siendo reconocible para sus seguidores (¡con algo de ayuda!). Había una continuidad y una discontinuidad en el cuerpo de resurrección (Jesús podía atravesar paredes y seguir comiendo pescado) Lo que ocurrió a Jesús te ocurrirá a ti; tú, como Adán, tienes un cuerpo natural. Un día, como Jesús, el segundo Adán, tendrás un cuerpo espiritual (vv.44–48): «Y, así como hemos llevado la imagen de aquel hombre terrenal, llevaremos también la imagen del celestial» (v.49).

Oración

Señor, gracias porque al igual que Jesús murió, fue sepultado y resucitado a la vida, también seremos resucitados mediante Tu poder y tendremos un cuerpo espiritual como Jesús.
Antiguo Testamento

2 Crónicas 18:28-21:3

Muerte de Acab en Ramot de Galaad

28 El rey de Israel, y Josafat, rey de Judá, marcharon juntos contra Ramot de Galaad. 29 Allí el rey de Israel le dijo a Josafat: «Yo entraré a la batalla disfrazado, pero tú te pondrás tus vestiduras reales.» Así que el rey de Israel se disfrazó y entró al combate.

30 Pero el rey de Siria les había ordenado a sus capitanes de los carros de combate: «No luchen contra nadie, grande o pequeño, salvo contra el rey de Israel.» 31 Cuando los capitanes de los carros vieron a Josafat, pensaron: «Éste es el rey de Israel.» Así que se volvieron para atacarlo; pero Josafat gritó, y Dios el Señor lo ayudó, haciendo que se apartaran de él. 32 Entonces los capitanes de los carros vieron que no era el rey de Israel, y dejaron de perseguirlo.

33 Sin embargo, alguien disparó su arco al azar e hirió al rey de Israel entre las piezas de su armadura. El rey le ordenó al que conducía su carro: «Da la vuelta y sácame del campo de batalla, pues me han herido.» 34 Todo el día arreció la batalla, y al rey de Israel se le mantuvo de pie en su carro frente a los sirios, hasta el atardecer, y murió al ponerse el sol.

19Cuando Josafat, rey de Judá, regresó sin ningún contratiempo a su palacio en Jerusalén, 2 el vidente Jehú hijo de Jananí fue a visitarlo y le dijo: «¿Cómo te atreviste a ayudar a los malvados, haciendo alianza con los enemigos del Señor? Por haber hecho eso, la ira del Señor ha caído sobre ti. 3 Pero hay cosas buenas a tu favor, pues has quitado del país las imágenes de la diosa Aserá, y has buscado a Dios de todo corazón.»

Josafat nombra jueces

4 Josafat se estableció en Jerusalén, pero volvió a visitar al pueblo, desde Berseba hasta los montes de Efraín, para hacerlo volver al Señor, Dios de sus antepasados. 5 En cada una de las ciudades fortificadas de Judá nombró jueces 6 y les advirtió: «Tengan mucho cuidado con lo que hacen, pues su autoridad no proviene de un hombre, sino del Señor, que estará con ustedes cuando impartan justicia. 7 Por eso, teman al Señor y tengan cuidado con lo que hacen, porque el Señor nuestro Dios no admite la injusticia ni la parcialidad ni el soborno.»

8 En Jerusalén, Josafat designó también a levitas, sacerdotes y jefes de las familias patriarcales de Israel, para que administraran la ley del Señor y resolvieran pleitos. Éstos vivían en Jerusalén. 9 Josafat les ordenó: «Ustedes actuarán con fidelidad e integridad, bajo el temor del Señor. 10 Cuando sus compatriotas vengan de las ciudades y sometan al juicio de ustedes casos de violencia, o algún otro asunto concerniente a la ley, los mandamientos, los estatutos y los juicios, ustedes les advertirán que no pequen contra el Señor, para que su ira no caiga sobre ustedes y sobre ellos. Si así lo hacen, no serán culpables.

11 »El sumo sacerdote Amarías los orientará en todo asunto de carácter religioso, mientras que Zebadías hijo de Ismael, que es el jefe de la tribu de Judá, lo hará en todo asunto de carácter civil. También los levitas estarán al servicio de ustedes. ¡Anímense, y manos a la obra! El Señor estará con los que actúen bien.»

Josafat derrota a Moab y Amón

20Después de esto, los moabitas, los amonitas y algunos de los meunitas le declararon la guerra a Josafat, 2 y alguien fue a informarle: «Del otro lado del Mar Muerto y de Edom viene contra ti una gran multitud. Ahora están en Jazezón Tamar, es decir, en Engadi.» 3 Atemorizado, Josafat decidió consultar al Señor y proclamó un ayuno en todo Judá. 4 Los habitantes de todas las ciudades de Judá llegaron para pedir juntos la ayuda del Señor.

5 En el templo del Señor, frente al atrio nuevo, Josafat se puso de pie ante la asamblea de Judá y de Jerusalén, 6 y dijo:

« Señor, Dios de nuestros antepasados, ¿no eres tú el Dios del cielo, y el que gobierna a todas las naciones? ¡Es tal tu fuerza y tu poder que no hay quien pueda resistirte! 7 ¿No fuiste tú, Dios nuestro, quien a los ojos de tu pueblo Israel expulsó a los habitantes de esta tierra? ¿Y no fuiste tú quien les dio para siempre esta tierra a los descendientes de tu amigo Abraham? 8 Ellos la habitaron y construyeron un santuario en tu honor, diciendo: 9 “Cuando nos sobrevenga una calamidad, o un castigo por medio de la espada, o la peste o el hambre, si nos congregamos ante ti, en este templo donde habitas, y clamamos a ti en medio de nuestra aflicción, tú nos escucharás y nos salvarás.”

10 »Cuando Israel salió de Egipto, tú no le permitiste que invadiera a los amonitas, ni a los moabitas ni a los del monte de Seír, sino que lo enviaste por otro camino para que no destruyera a esas naciones. 11 ¡Mira cómo nos pagan ahora, viniendo a arrojarnos de la tierra que tú nos diste como herencia! 12 Dios nuestro, ¿acaso no vas a dictar sentencia contra ellos? Nosotros no podemos oponernos a esa gran multitud que viene a atacarnos. ¡No sabemos qué hacer! ¡En ti hemos puesto nuestra esperanza!»

13 Todos los hombres de Judá estaban de pie delante del Señor, junto con sus mujeres y sus hijos, aun los más pequeños. 14 Entonces el Espíritu del Señor vino sobre Jahaziel, hijo de Zacarías y descendiente en línea directa de Benaías, Jeyel y Matanías. Este último era un levita de los hijos de Asaf que se encontraba en la asamblea. 15 Y dijo Jahaziel: «Escuchen, habitantes de Judá y de Jerusalén, y escuche también Su Majestad. Así dice el Señor: “No tengan miedo ni se acobarden cuando vean ese gran ejército, porque la batalla no es de ustedes sino mía. 16 Mañana, cuando ellos suban por la cuesta de Sis, ustedes saldrán contra ellos y los encontrarán junto al arroyo, frente al desierto de Jeruel. 17 Pero ustedes no tendrán que intervenir en esta batalla. Simplemente, quédense quietos en sus puestos, para que vean la salvación que el Señor les dará. ¡Habitantes de Judá y de Jerusalén, no tengan miedo ni se acobarden! Salgan mañana contra ellos, porque yo, el Señor, estaré con ustedes.” »

18 Josafat y todos los habitantes de Judá y de Jerusalén se postraron rostro en tierra y adoraron al Señor, 19 y los levitas de los hijos de Coat y de Coré se pusieron de pie para alabar al Señor a voz en cuello.

20 Al día siguiente, madrugaron y fueron al desierto de Tecoa. Mientras avanzaban, Josafat se detuvo y dijo: «Habitantes de Judá y de Jerusalén, escúchenme: ¡Confíen en el Señor, y serán librados! ¡Confíen en sus profetas, y tendrán éxito!»

21 Después de consultar con el pueblo, Josafat designó a los que irían al frente del ejército para cantar al Señor y alabar el esplendor de su santidad con el cántico:

«Den gracias al Señor;
su gran amor perdura para siempre.»

22 Tan pronto como empezaron a entonar este cántico de alabanza, el Señor puso emboscadas contra los amonitas, los moabitas y los del monte de Seír que habían venido contra Judá, y los derrotó. 23 De hecho, los amonitas y los moabitas atacaron a los habitantes de los montes de Seír y los mataron hasta aniquilarlos. Luego de exterminar a los habitantes de Seír, ellos mismos se atacaron y se mataron unos a otros.

24 Cuando los hombres de Judá llegaron a la torre del desierto para ver el gran ejército enemigo, no vieron sino los cadáveres que yacían en tierra. ¡Ninguno había escapado con vida! 25 Entonces Josafat y su gente fueron para apoderarse del botín, y entre los cadáveres encontraron muchas riquezas, vestidos y joyas preciosas. Cada uno se apoderó de todo lo que quiso, hasta más no poder. Era tanto el botín, que tardaron tres días en recogerlo. 26 El cuarto día se congregaron en el valle de Beracá, y alabaron al Señor; por eso llamaron a ese lugar el valle de Beracá, nombre con el que hasta hoy se le conoce.

27 Más tarde, todos los de Judá y Jerusalén, con Josafat a la cabeza, regresaron a Jerusalén llenos de gozo porque el Señor los había librado de sus enemigos. 28 Al llegar, entraron en el templo del Señor al son de arpas, liras y trompetas.

29 Al oír las naciones de la tierra cómo el Señor había peleado contra los enemigos de Israel, el temor de Dios se apoderó de ellas. 30 Por lo tanto, el reinado de Josafat disfrutó de tranquilidad, y Dios le dio paz por todas partes.

Fin del reinado de Josafat

31 Josafat tenía treinta y cinco años cuando ascendió al trono de Judá, y reinó en Jerusalén veinticinco años. El nombre de su madre era Azuba hija de Siljí. 32 Siguió el buen ejemplo de su padre Asá y nunca se desvió de él, sino que hizo lo que agrada al Señor. 33 Sin embargo, no se quitaron los santuarios paganos, pues el pueblo aún no se había consagrado al Dios de sus antepasados.

34 Los demás acontecimientos del reinado de Josafat, desde el primero hasta el último, están escritos en las crónicas de Jehú hijo de Jananí, que forman parte del libro de los reyes de Israel.

35 Después de esto, Josafat se alió con el perverso Ocozías, rey de Israel, 36 para construir una flota mercante que iría a Tarsis. Los barcos los hacían en Ezión Guéber. 37 Entonces Eliezer hijo de Dodías, de Maresá, profetizó contra Josafat: «Por haberte aliado con Ocozías, el Señor destruirá lo que estás haciendo.» En efecto, los barcos naufragaron y no pudieron ir a Tarsis.

Jorán, rey de Judá

21Josafat murió y fue sepultado con sus antepasados en la Ciudad de David, y su hijo Jorán lo sucedió en el trono. 2 Sus hermanos eran Azarías, Jehiel, Zacarías, Azarías, Micael y Sefatías. Todos éstos fueron hijos de Josafat, rey de Israel. 3 Su padre les había regalado plata, oro y objetos de valor en abundancia, y les entregó también ciudades fortificadas en Judá, pero el reino se lo dio a Jorán, porque era el hijo mayor.

Comentario

3. Confía en que Dios librará tus batallas

¿A qué batallas te enfrentas en tu vida? Josafat tenía sus batallas, contra varios «itas»: Moabitas, Amonitas y Meunitas.

Pero como Joyce Meyer escribe, con nosotros están los, «miedo-itas», «enfermedad-itas», «pobreza-itas», «mal matrimonio-itas», «estres-itas», «vecino fastidiso-itas», «inseguridad-itas», «rechachazado-itas» y la lista sigue.

Cuando combatió contra el rey de Aram «Josafat gritó, y Dios el Señor lo ayudó» (18:31). En esto vemos la providencia y soberanía de Dios. Dios permitió que una flecha perdida matara al rey de Israel, pero protegió a Josafat quien clamó a Dios (vv.28–34).

Josafat hizo «volver \[al pueblo\] al Señor» (19:4). Nombró jueces y los llamó a evitar la «injusticia», la «parcialidad» o los «sobornos» (v.7). ¡Qué diferente sería el mundo de hoy en día si todos los jueces fueran así!

A pesar del hecho de que Josafat siguió al Señor («Siguió el buen ejemplo de su padre Asá y nunca se desvió de él, sino que hizo lo que agrada al Señor» 20:32), continuó afrontando batallas. Que en este momento de tu vida tengas que enfrentar batallas no significa que hayas hecho nada malo. A veces, has de enfrentarte a las batallas no por que estés haciendo algo mal, sino por lo contrario, porque estés haciendo las cosas bien.

Un vasto ejército vino contra él (v.2). Josafat proclamó para toda la nación un ayuno y convocó junto con este un encuentro de oración masivo mediante encuentros regionales (vv.3–4).

Oró a Dios, reconociendo Su poder: «¡Es tal tu fuerza y tu poder que no hay quien pueda resistirte!» (v.6).

Reconoció que «no podemos oponernos a esa gran multitud que viene a atacarnos. ¡No sabemos qué hacer! ¡En ti hemos puesto nuestra esperanza!» (v.12).

Dios respondió mediante las palabras de un profeta. El Espíritu de Dios vino sobre él cuando esperaban en Dios (v.14).

Dijo: «No tengan miedo ni se acobarden cuando vean ese gran ejército, porque la batalla no es de ustedes, sino mía» (v.15). «Pero ustedes no tendrán que intervenir en esta batalla. Simplemente, quédense quietos en sus puestos, para que vean la salvación que el Señor les dará \[…\] Salgan mañana contra ellos, porque yo, el Señor, estaré con ustedes» (v.17).

Josafat se postró ante el Señor (v.18). «Se pusieron de pie para alabar al Señor a voz en cuello» (v.19). Le dijo al pueblo, en un mensaje que viene a resumir todo el libro de Crónicas: «¡Confíen en el Señor, y serán librados! ¡Confíen en sus profetas, y tendrán éxito!» (v.20).

Empezaron a alabar al Señor cantando: «Den gracias al Señor; su gran amor perdura para siempre» (v.21). La alabanza es un arma; al alabar, el Señor los libró (v.22).

Oración

Señor, hoy te confío todas las batallas a las que me enfrente. No sé qué hacer pero mis ojos están puestos en Ti.

Añadidos de Pippa

1 Corintios 15:42

«Así sucederá también con la resurrección de los muertos. Lo que se siembra en corrupción resucita en incorrupción»

¡Es emocionante! ¡Algo que aguardar expectantes!

Versículo del día

2 Crónicas 20:15

'Y dijo Jahaziel: «Escuchen, habitantes de Judá y de Jerusalén, y escuche también Su Majestad. Así dice el Señor: “No tengan miedo ni se acobarden cuando vean ese gran ejército, porque la batalla no es de ustedes sino mía.'

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Referencias

Joyce Meyer, La Biblia de la vida diaria, (Casa Creación, 2007)

Escritura marcada (MSG) es tomada de la traducción bíblica The Message, no está traducida a español, se parafrasea.

Unless otherwise stated, Scripture quotations taken from the Holy Bible, New International Version Anglicised, Copyright © 1979, 1984, 2011 Biblica, formerly International Bible Society. Used by permission of Hodder & Stoughton Publishers, an Hachette UK company. All rights reserved. «NIV» is a registered trademark of Biblica. UK trademark number 1448790.

Scripture quotations marked (AMP) taken from the Amplified® Bible, Copyright © 1954, 1958, 1962, 1964, 1965, 1987 by The Lockman Foundation. Used by permission. (www.Lockman.org)

Scripture marked (MSG) taken from The Message. Copyright © 1993, 1994, 1995, 1996, 2000, 2001, 2002. Used by permission of NavPress Publishing Group.

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