Dios convierte tu debilidad en fotaleza
Introducción
El gran líder cristiano John Stott estaba hablando en una ocasión en una misión universitaria en Sídney, Australia. En la última noche de la misión había perdido prácticamente la voz como resultado de una infección.
Sin embargo, lo convencieron para que predicara. Mientras esperaba con antelación en la sala contigua, susurró que le leyeran las palabras de los versos de «la espina en su carne» de 2 Corintios 12 (NTV); al leerlos la conversación entre Jesús y Pablo cobró vida.
Stott (Pablo): —«Te suplico que me la quites».
Jesus: —«Mi gracia es todo lo que necesitas; mi poder actúa mejor en la debilidad».
Stott (Pablo): —«Ahora me alegra jactarme de mis debilidades, para que el poder de Cristo pueda actuar a través de mí \[…\]. Pues, cuando soy débil, entonces soy fuerte».
Cuando le llegó el momento de hablar, carraspeó con voz ronca el evangelio a través del micrófono con un tono de voz monótono, pues era totalmente incapaz de hacer inflexiones en su voz o expresar su personalidad de modo alguno. Pero todo el tiempo suplicaba al Señor que perfeccionara el poder de Cristo a través de su debilidad.
Después de aquello, volvió a Australia muchas veces, y en cada ocasión alguien se le acercaba y le decía: «¿Recuerdas ese último servicio cuando perdiste la voz en la Universidad de Sídney, Great Hall? Conocí a Cristo esa noche y le entregué mi vida».
Como alguien consciente de sus propias debilidades, me parece alentador saber que cuando me siento débil no estoy solo. Cuando pones tu fe en Dios, Él convierte tu debilidad en una fortaleza.
Salmos 59:1-8
Al director musical. Sígase la tonada de «No destruyas». Mictam de David, cuando Saúl había ordenado que vigilaran la casa de David con el propósito de matarlo.
1 Líbrame de mis enemigos, oh Dios;
protégeme de los que me atacan.
2 Líbrame de los malhechores;
sálvame de los asesinos.
3 ¡Mira cómo me acechan!
Hombres crueles conspiran contra mí
sin que yo, Señor, haya delinquido ni pecado.
4 Presurosos se disponen a atacarme
sin que yo haya cometido mal alguno.
¡Levántate y ven en mi ayuda!
¡Mira mi condición!
5 Tú, Señor, eres el Dios Todopoderoso,
¡eres el Dios de Israel!
¡Despiértate y castiga a todas las naciones;
no tengas compasión de esos viles traidores!
6 Ellos vuelven por la noche,
gruñendo como perros
y acechando alrededor de la ciudad.
7 Echan espuma por la boca,
lanzan espadas por sus fauces,
y dicen: «¿Quién va a oírnos?»
8 Pero tú, Señor, te burlas de ellos;
te ríes de todas las naciones.
Comentario
Fe y oposición
Dios es tu fuerza en tiempos difíciles. Creer en Dios no es la receta para una vida fácil; en realidad, es todo lo contrario. Es probable que enfrentes todo tipo de oposición.
La vida de David estaba bajo amenaza. Saúl había enviado hombres para vigilar la casa de David para matarlo. Se encuentra rodeado de «enemigos \[...\] malhechores \[...\] asesinos \[...\] hombres crueles conspiran contra mí \[…\]. Presurosos se disponen a atacarme» (vv.1-4).
Sin embargo, en medio de esto, David ora: «Líbrame...» (vv.1-2) y tiene total confianza en que el Señor puede hacerlo y lo librará (v.8). Más tarde en el salmo, David invoca a Dios dos veces: «A ti, fortaleza mía» (vv.9,17).
Él es capaz de decir, «no he hecho nada malo, y, sin embargo, se apresuran a atacarme» (v.4, NTV). David no era perfecto (véase, por ejemplo, 2 Samuel 11). Sin embargo, a veces puedes enfrentar dificultades no porque estés haciendo algo mal, sino porque estés haciendo algo bien.
Clama a Dios pidiéndole ayuda en los momentos de dificultades personales. «¡Levántate y ven a mi ayuda! ¡Mira mi condición!» (Salmo 59:4b). También puedes pedir ayuda a Dios en tiempos de crisis internacional. La frase siguiente es una oración para la nación (v.5a). A cualquier nivel en que aparezca la oposición, pídele al Señor Su liberación, ayuda e intervención.
Oración
Juan 6:25-59
Jesús, el pan de vida
25 Cuando lo encontraron al otro lado del lago, le preguntaron:
—Rabí, ¿cuándo llegaste acá?
26 —Ciertamente les aseguro que ustedes me buscan, no porque han visto señales sino porque comieron pan hasta llenarse. 27 Trabajen, pero no por la comida que es perecedera, sino por la que permanece para vida eterna, la cual les dará el Hijo del hombre. Sobre éste ha puesto Dios el Padre su sello de aprobación.
28 —¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras que Dios exige? —le preguntaron.
29 —Ésta es la obra de Dios: que crean en aquel a quien él envió —les respondió Jesús.
30 —¿Y qué señal harás para que la veamos y te creamos? ¿Qué puedes hacer? —insistieron ellos—. 31 Nuestros antepasados comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Pan del cielo les dio a comer.”
32 —Ciertamente les aseguro que no fue Moisés el que les dio a ustedes el pan del cielo —afirmó Jesús—. El que da el verdadero pan del cielo es mi Padre. 33 El pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.
34 —Señor —le pidieron—, danos siempre ese pan.
35 —Yo soy el pan de vida —declaró Jesús—. El que a mí viene nunca pasará hambre, y el que en mí cree nunca más volverá a tener sed. 36 Pero como ya les dije, a pesar de que ustedes me han visto, no creen. 37 Todos los que el Padre me da vendrán a mí; y al que a mí viene, no lo rechazo. 38 Porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad sino la del que me envió. 39 Y ésta es la voluntad del que me envió: que yo no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite en el día final. 40 Porque la voluntad de mi Padre es que todo el que reconozca al Hijo y crea en él, tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final.
41 Entonces los judíos comenzaron a murmurar contra él, porque dijo: «Yo soy el pan que bajó del cielo.» 42 Y se decían: «¿Acaso no es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo es que sale diciendo: “Yo bajé del cielo”?»
43 —Dejen de murmurar —replicó Jesús—. 44 Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me envió, y yo lo resucitaré en el día final. 45 En los profetas está escrito: “A todos los instruirá Dios.” En efecto, todo el que escucha al Padre y aprende de él, viene a mí. 46 Al Padre nadie lo ha visto, excepto el que viene de Dios; sólo él ha visto al Padre. 47 Ciertamente les aseguro que el que cree tiene vida eterna. 48 Yo soy el pan de vida. 49 Los antepasados de ustedes comieron el maná en el desierto, y sin embargo murieron. 50 Pero éste es el pan que baja del cielo; el que come de él, no muere. 51 Yo soy el pan vivo que bajó del cielo. Si alguno come de este pan, vivirá para siempre. Este pan es mi carne, que daré para que el mundo viva.
52 Los judíos comenzaron a disputar acaloradamente entre sí: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»
53 —Ciertamente les aseguro —afirmó Jesús— que si no comen la carne del Hijo del hombre ni beben su sangre, no tienen realmente vida. 54 El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final. 55 Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. 56 El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. 57 Así como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, también el que come de mí, vivirá por mí. 58 Éste es el pan que bajó del cielo. Los antepasados de ustedes comieron maná y murieron, pero el que come de este pan vivirá para siempre.
59 Todo esto lo dijo Jesús mientras enseñaba en la sinagoga de Capernaúm.
Comentario
Fe y vaciedad
Jesús enseñó acerca de la centralidad de la fe. Cuando se le preguntó: «¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras que Dios exige?» Jesús respondió: «Esta es la obra de Dios: que crean en aquel a quien él envió» (vv.28-29).
Somos llamados principalmente, «creyentes», no «hacedores». La manera de hacer cosas es creyendo primero.
Jesús señala: «Yo soy el pan de vida» (v.35). Cuando tenemos hambre física anhelamos comida. Pero además de las necesidades físicas, tenemos necesidades espirituales y un hambre espiritual. El pan del que Jesús habla es el Verbo hecho carne, presente entre ellos como un amigo. Jesús nos está ofreciendo una relación personal, íntima, de corazón a corazón con él. Es el regalo de la totalidad de su ser a cada uno de nosotros.
La fe en Jesús llena el vacío que experimentas y satisface tu hambre espiritual de propósito, perdurabilidad y perdón.
- Propósito
El pan físico no es suficiente; las cosas materiales por sí solas no satisfacen. El dinero, las casas, los automóviles, el éxito y hasta las relaciones humanas no satisfacen nuestro deseo de tener un máximo propósito en la vida.
El pan que satisface es el «pan de vida», el cual no es una mercancía que Jesús da. Él es el regalo mismo y es a la vez el dador. Las palabras «yo», «mi» o «mí» aparecen 30 veces en este pasaje. «Yo soy el pan de vida —declaró Jesús—. El que a mí viene nunca pasará hambre, y el que en mí cree nunca más volverá a tener sed» (v.35).
Incluso después de haber puesto tu fe en Jesús, es fácil verte atrapado ya sea en las cosas materiales o en las trampas de la religiosidad. Pero en realidad, lo único que satisface el hambre espiritual es una relación con Jesús.
Las expresiones «crean en aquel a quien él envió» (v.29), «el que a mí viene» (v.35), «reconozcan al Hijo» (v.40), «comen la carne del Hijo del hombre ni beben su sangre» (v.53 en adelante) describen vivir en una relación íntimamente cercana con Jesús.
- Perduración
Todos vamos a morir; la muerte es la gran realidad innombrable. Jesús dice que esta vida no es el fin: «Yo soy el pan vivo que bajó del cielo. Si alguno come de este pan, vivirá para siempre. \[...\] Yo lo resucitaré en el día final» (vv.51, 54).
Jesús promete resucitarte en el último día y que vivirás para siempre. Puedes tener la seguridad absoluta de que tu relación con Jesús perdurará más allá de la muerte.
La vida eterna que mendiona tiene tanto una dimensión presente como futura. Ellos le piden: «Danos siempre ese pan» (v.34). Jesús señala que el pan puede ser recibido inmediatamente (v.35 en adelante) y sin embargo, también dejó en claro que durará para siempre (vv.50-51).
- Perdón
El perdón es nuestra mayor necesidad. La filósofa atea Marghanita Laski dijo: «Lo que más les envidio a ustedes los cristianos es el perdón. Yo no tengo nadie que me perdone». Todos queremos saber que somos perdonados por todo lo que hemos hecho mal.
Jesús señala: «Este pan es mi carne, que daré para que el mundo viva» (v.51), su sangre fue derramada para el perdón de los pecados. Cada vez que recibes la comunión recuerda que Jesús dio su vida para que pudieras ser perdonado.
¿Cómo recibes este pan? Jesús afirma: «Ciertamente les aseguro que el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida» (vv.47-48). Aunque no hay un relato separado de la institución de la Santa Cena por Jesús en el Evangelio de Juan, vemos aquí la enseñanza de Jesús estableciendo la comunión en el contexto de la fe.
Entre otras cosas, la comunión es una señal visible que nos ayuda a recibir a Cristo por la fe (vv.53-58). Revela y nutre la amistad que Jesús quiere tener con nosotros. Es un regalo de su amor y un signo de su deseo de morar en nosotros todo el tiempo.
Oración
Jueces 10:1-11:40
Tola
10Después de Abimélec surgió un hombre de Isacar para salvar a Israel. Se llamaba Tola, y era hijo de Fuvá y nieto de Dodó. Vivía en Samir, en la región montañosa de Efraín, 2 y gobernó a Israel durante veintitrés años; entonces murió, y fue sepultado en Samir.
Yaír
3 A Tola lo sucedió Yaír de Galaad, que gobernó a Israel durante veintidós años. 4 Tuvo treinta hijos, cada uno de los cuales montaba su propio asno y gobernaba su propia ciudad en Galaad. Hasta el día de hoy estas ciudades se conocen como «los poblados de Yaír». 5 Cuando murió Yaír, fue sepultado en Camón.
Jefté
6 Una vez más los israelitas hicieron lo que ofende al Señor. Adoraron a los ídolos de Baal y a las imágenes de Astarté; a los dioses de Aram, Sidón y Moab, y a los de los amonitas y los filisteos. Y como los israelitas abandonaron al Señor y no le sirvieron más, 7 él se enfureció contra ellos. Los vendió a los filisteos y a los amonitas, 8 los cuales desde entonces y durante dieciocho años destrozaron y agobiaron a todos los israelitas que vivían en Galaad, un territorio amorreo, al otro lado del Jordán. 9 También los amonitas cruzaron el Jordán para luchar contra las tribus de Judá, Benjamín y Efraín, por lo que Israel se encontró en una situación de extrema angustia. 10 Entonces los israelitas clamaron al Señor:
—¡Hemos pecado contra ti, al abandonar a nuestro Dios y adorar a los ídolos de Baal!
11 El Señor respondió:
—Cuando los egipcios, los amorreos, los amonitas, los filisteos, 12 los sidonios, los amalecitas y los madianitas los oprimían y ustedes clamaron a mí para que los ayudara, ¿acaso no los libré de su dominio? 13 Pero ustedes me han abandonado y han servido a otros dioses; por lo tanto, no los volveré a salvar. 14 Vayan y clamen a los dioses que han escogido. ¡Que ellos los libren en tiempo de angustia!
15 Pero los israelitas le contestaron al Señor:
—Hemos pecado. Haz con nosotros lo que mejor te parezca, pero te rogamos que nos salves en este día.
16 Entonces se deshicieron de los dioses extranjeros que había entre ellos y sirvieron al Señor. Y el Señor no pudo soportar más el sufrimiento de Israel.
17 Cuando los amonitas fueron convocados y acamparon en Galaad, los israelitas se reunieron y acamparon en Mizpa. 18 Los jefes y el pueblo de Galaad se dijeron el uno al otro: «El que inicie el ataque contra los amonitas será el caudillo de todos los que viven en Galaad.»
11Jefté el galaadita era un guerrero valiente, hijo de Galaad y de una prostituta. 2 Galaad también tuvo hijos con su esposa, quienes cuando crecieron echaron a Jefté. «No tendrás parte en la herencia de nuestra familia —le dijeron—, porque eres hijo de otra mujer.» 3 Entonces Jefté huyó de sus hermanos y se fue a vivir en la región de Tob, donde se le juntaron unos hombres sin escrúpulos, que salían con él a cometer fechorías.
4 Después de algún tiempo, cuando los amonitas hicieron la guerra contra Israel, 5 los ancianos de Galaad fueron a traer a Jefté de la tierra de Tob.
6 —Ven —le dijeron—, sé nuestro jefe, para que podamos luchar contra los amonitas.
7 Jefté les contestó:
—¿No eran ustedes los que me odiaban y me echaron de la casa de mi padre? ¿Por qué vienen a verme ahora, cuando están en apuros?
8 Los ancianos de Galaad le dijeron:
—Por eso ahora venimos a verte. Ven con nosotros a luchar contra los amonitas, y serás el caudillo de todos los que vivimos en Galaad.
9 Jefté respondió:
—Si me llevan con ustedes para luchar contra los amonitas y el Señor me los entrega, entonces de veras seré el caudillo de ustedes.
10 Los ancianos de Galaad le aseguraron:
—El Señor es nuestro testigo: haremos lo que tú digas.
11 Jefté fue con los ancianos de Galaad, y el pueblo lo puso como su caudillo y jefe. Y reiteró en Mizpa todas sus palabras en presencia del Señor.
12 Entonces Jefté envió unos mensajeros al rey de los amonitas, para que le preguntaran:
—¿Qué tienes contra mí, que has venido a hacerle la guerra a mi país?
13 El rey de los amonitas respondió a los mensajeros de Jefté:
—Cuando Israel salió de Egipto, se apoderó de mi tierra desde el Arnón hasta el Jaboc, e incluso hasta el Jordán. Ahora devuélvemela por las buenas.
14 Jefté volvió a enviar mensajeros al rey amonita, 15 diciéndole:
«Así dice Jefté: “Israel no se apoderó de la tierra de los moabitas ni de los amonitas. 16 Cuando los israelitas salieron de Egipto, caminaron por el desierto hasta el Mar Rojo y siguieron hasta Cades. 17 Entonces enviaron mensajeros al rey de Edom, diciéndole: ‘Danos permiso para pasar por tu país.’ Pero el rey de Edom no les hizo caso. Le enviaron el mismo mensaje al rey de Moab, pero él tampoco aceptó. Así que Israel se quedó a vivir en Cades.
18 » ”Después anduvieron por el desierto, y bordeando los territorios de Edom y Moab, entraron en territorio moabita por la parte oriental, y acamparon al otro lado del río Arnón. No entraron en el territorio moabita, pues el Arnón era la frontera.
19 » ”Entonces Israel mandó mensajeros a Sijón, rey de los amorreos, que gobernaba en Hesbón, y le dijo: ‘Permítenos pasar por tu país hasta nuestro territorio.’ 20 Pero Sijón desconfió de Israel en cuanto a dejarlo pasar por su territorio, por lo que reunió a todo su ejército y acampó en Yahaza y luchó contra Israel.
21 » ”El Señor, Dios de Israel, entregó a Sijón y a todo su ejército en manos de Israel, y los derrotó. Así tomó Israel posesión de toda la tierra de los amorreos que vivían en aquel país, 22 ocupándolo todo, desde el Arnón hasta el Jaboc y desde el desierto hasta el Jordán.
23 » ”El Señor, Dios de Israel, les quitó esta tierra a los amorreos para dársela a su pueblo Israel, ¿y tú nos la vas a quitar? 24 ¿Acaso no consideras tuyo lo que tu dios Quemós te da? Pues también nosotros consideramos nuestro lo que el Señor nuestro Dios nos ha dado. 25 ¿Acaso te crees mejor que Balac hijo de Zipor, rey de Moab? ¿Acaso alguna vez entró él en litigio con Israel, o luchó contra ellos? 26 Hace ya trescientos años que Israel ocupó a Hesbón y Aroer, con sus poblados y todas las ciudades en la ribera del Arnón. ¿Por qué no las recuperaron durante ese tiempo? 27 Yo no te he hecho ningún mal. Tú, en cambio, obras mal conmigo al librar una guerra contra mí. Que el Señor, el gran Juez, dicte hoy su sentencia en esta contienda entre israelitas y amonitas.” »
28 Sin embargo, el rey de los amonitas no prestó atención al mensaje que le envió Jefté.
29 Entonces Jefté, poseído por el Espíritu del Señor, recorrió Galaad y Manasés, pasó por Mizpa de Galaad, y desde allí avanzó contra los amonitas. 30 Y Jefté le hizo un juramento solemne al Señor: «Si verdaderamente entregas a los amonitas en mis manos, 31 quien salga primero de la puerta de mi casa a recibirme, cuando yo vuelva de haber vencido a los amonitas, será del Señor y lo ofreceré en holocausto.»
32 Jefté cruzó el río para luchar contra los amonitas, y el Señor los entregó en sus manos. 33 Derrotó veinte ciudades, desde Aroer hasta las inmediaciones de Minit, y hasta Abel Queramín. La derrota fue muy grande; así los amonitas quedaron sometidos a los israelitas.
34 Cuando Jefté volvió a su hogar en Mizpa, salió a recibirlo su hija, bailando al son de las panderetas. Ella era hija única, pues Jefté no tenía otros hijos. 35 Cuando Jefté la vio, se rasgó las vestiduras y exclamó:
—¡Ay, hija mía, me has destrozado por completo! ¡Eres la causa de mi desgracia! Le juré algo al Señor, y no puedo retractarme.
36 —Padre mío —replicó ella—, le has dado tu palabra al Señor. Haz conmigo conforme a tu juramento, ya que el Señor te ha vengado de tus enemigos, los amonitas. 37 Pero concédeme esta sola petición —añadió—. Ya que nunca me casaré, dame un plazo de dos meses para retirarme a las montañas y llorar allí con mis amigas.
38 —Está bien, puedes ir —le respondió él.
Y le permitió irse por dos meses. Ella y sus amigas se fueron a las montañas, y lloró porque nunca se casaría. 39 Cumplidos los dos meses volvió a su padre, y él hizo con ella conforme a su juramento. Ella era virgen.
De allí se originó la costumbre israelita 40 de que todos los años, durante cuatro días, las muchachas de Israel fueran a conmemorar la muerte de la hija de Jefté de Galaad.
Comentario
Fe y falibilidad
Al seguir leyendo cómo pecan las sucesivas generaciones del pueblo de Dios, claman al Señor y son rescatados por los Jueces, nos encontramos con una de las historias más inquietantes de toda la Biblia.
Jefté es descrito como un «guerrero valiente» (11:1). Su madre era una prostituta (v.1) y sus hermanastros lo expulsaron (v.2). Se juntó con un grupo de aventureros sin escrúpulos (v.3) convirtiéndose en un líder notable y el Espíritu del Señor vino sobre él (v.29). Fue utilizado por Dios para asegurar la victoria sobre los amonitas: «el Señor los entregó en sus manos» (v.32).
Sin embargo, hay un suceso en su vida que es casi intolerable de leer. Hizo un voto a Dios consistente en que si Él le daba la victoria, sacrificaría al primero que saliera de la puerta de su casa a recibirlo a su regreso. La que salió fue su hija, su única descendiente. Y, al parecer, eso es lo que hizo, la sacrificó (vv.29-40).
Es importante notar que Dios nunca le pidió que hiciera este voto. Tampoco le pidió que llevara a cabo el sacrificio. De hecho, Jefté fue en contra de toda la enseñanza del Antiguo Testamento, que prohibía el sacrificio de niños. Nunca buscó la voluntad de Dios en aquella situación. Parece ser que fue su propio orgullo lo que lo llevó a poner su reputación por encima de la vida de su hija. Esto demuestra la falibilidad incluso de las grandes personas de fe.
A pesar de su debilidad, aparece en el libro de Hebreos como uno de los héroes de la fe cuya debilidad se convirtió en fortaleza (Hebreos 11:32-34).
Oración
Añadidos de Pippa
Pippa añade
Juan 6:42
«¿Acaso no es este Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre?»
No importa de donde provengamos, ni las expectativas que otras personas tengan de nosotros, ni siquiera nuestras propias percepciones. Lo que importa es cómo Dios nos ve. TODOS somos mucho más hermosos, amados y preciosos de lo que podríamos pensar.
Versículo del día
Juan 6:35
'—Yo soy el pan de vida —declaró Jesús—. El que a mí viene nunca pasará hambre, y el que en mí cree nunca más volverá a tener sed.'
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Referencias
Notas:
John Stott, Los desafíos del liderazgo cristiano, (Ediciones Certeza, 2002), pp. 16–17.
Marghanita Laski, citada en Philip Yancey, Gracia divina vs. Condena humana, (Editorial Vida, 1998)
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